25.11.21

Vivamos


 Hoy ha sido un día de sentimientos que puedo mirar con una mezcla de asombro y de nostalgia. 


Mis pensamientos han estado enfocados en el #25N como fecha política y significativa para las mujeres. Sé que también es día de Acción de Gracias. Pero con esta celebración tengo un gran desapego. Me observo ante esto y me sorprendo. Trato de recordar celebraciones de otros momentos de mi vida y hasta me da un poco de nostalgia. Porque ya la emoción o la necesidad de responder al mandato social del día no me habita.


No me malinterpreten, no tengo problemas con el concepto de agradecimiento y tampoco me molesta que cada cual celebre este día como lo crea conveniente.


Pero sí, siento un vacío tremendo en torno a la fecha y a la época navideña que se acerca. Quizás tenga mucho que ver con el quitar capas y capas de convenciones sociales o de creencias a la mujer que yo era hace unos años. O quizás, es el cansancio. Puede ser el cansancio de estar a fuego y centella atajando los desastres y las violencias que nos desgastan en este país. 


Con lo que sí siento conexión es con las luchas de las mujeres para sobrevivir la humanidad y para ocupar un espacio en ella. Nuestro espacio. El que nos pertenece. No el que nos asignan. Hoy las pensé a todas y para todas envié desde mi corazón un pensamiento de agradecimiento. 


Ya está por culminar el Día Internacional de No Más Violencia contra las Mujeres y con él cierra esta #cuentaregresiva25n del 2021 y siento que es importante reflexionar sobre lo que implica trabajar desde los feminismos para adelantar nuestra equidad y detener la violencia. 


Trabajar para detener la violencia contra nosotras, las mujeres, requiere trabajar para reconocernos cabalmente. Distinguir, en un mundo de dobles varas, cuándo somos asertivas y cuándo somos realmente violentas. Aprender a poner fronteras saludables aún frente a personas aliadas. Tantear dónde depositamos nuestra confianza y saber que las mujeres también podemos ser herramientas del patriarcado aunque creamos que luchamos contra él. Requiere amarnos a nosotras mismas y abandonar la casa psicológica del padre y de la madre. Requiere asumir el protagonismo de nuestras vidas y entender que las maternidades son una faceta de nosotras y no lo único que nos define. También saber que nuestra verdad no siempre será aceptada o entendida por quienes amamos y que eso no la hace menos real como tampoco hace menos real nuestro amor. 


Trabajar para erradicar la violencia contra las mujeres implica saberse defensora de derechos humanos, pero también abogada de las causas, organizadora de las rabias y de la esperanza, estudiosa de las posibilidades, estrategas en una guerra sin cuartel donde no hay tratados que definan rutas y donde las violencias con las que nos responden pueden venir hasta de nuestras propias manos.


Trabajar para erradicar la violencia contra las mujeres es construir desde ahora un futuro que tal vez nadie más ve aunque nos esmeremos por describirlo. Es proponer, ejecutar, tratar, errar, enmendar, tener éxito, compartirlo, proponer que se multiplique lo bueno, buscar aliadas, saber en qué mesas sentarse y cuándo levantarse.


También es saber que no somos fáciles de entender o de aprehender. Por eso algunos tramos se recorren en soledad. 


Luchar contra la violencia que abate las vidas de las mujeres es reconocerse en el espejo de todas las violencias- más allá de los feminicidios- y tomar la decisión, caso a caso, de cuánto nos permitiremos llorar antes de reemprender el camino.


¡Qué mucho hemos logrado compañeras! Pero también, ¡qué muchas mujeres amadas perdimos en el camino! Aún así, luchamos. Porque después de todo las mujeres somos expertas en resistir, persistir, amar, luchar y vivir.


#25Noviembre

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Las últimas de la fila

 No recuerdo que alguien me haya dicho de niña que debía ser la última en comer. Pero lo aprendí. De adulta, al cocinar o comprar comida par...