23.8.06

¿Ha muerto el feminismo?



¿Ha muerto el feminismo? Se ha corrido ese rumor últimamente. ¡Ya quisieran eso los fundamentalistas religiosos y quienes viven desde los prejuicios y pasan de generación a generación sus miedos a perder poder y control. Hoy, las mujeres siguen siendo un grupo cuyo desarrollo y acceso a los bienes y al poder político está limitado. El sexo, azar de la naturaleza, determina en muchos sentidos nuestras posibilidades de educación, trabajo, vivienda, y de elegir libremente qué hacer con nuestras vidas. Autoproclamarse feminista representa enfrentar la crítica y las actitudes defensivas de terceras personas. Sin embargo, eso no se dice. No es políticamente correcto. Tenemos que ser conciliadoras.
Se han logrado muchas cosas, pero no es suficiente. Aún no hay equidad y justicia. Los planteamientos feministas siguen teniendo vigencia. Aún atemperándolos a los tiempos y a las generaciones actuales no podemos dejar de reconocer que sigue existiendo una relación de subordinación de las mujeres frente a los hombres. Es un planteamiento real y actual muy lejos de ser anacrónico.
¿No existe subordinación cuando encontramos discrimen por razón de género y hostigamiento sexual en nuestros trabajos? ¿No es subordinar a una mujer el someterla a los estragos de la violencia doméstica y que el resto de la sociedad justifique y avale esa violencia? ¿No estamos en un estado inferior ante los hombres cuando se cuestionan nuestras ideas y nuestros pensamientos a base de nuestro sexo? ¿Cuándo se nos atribuyen rasgos de carácter a base de una supuesta naturaleza femenina? ¿Y cuando se nos juzga por decidir trabajar en lugar de criar a nuestros hijos? ¿No es acaso subordinación el obligarnos a parir y pretender quitarnos el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos? Ningún hombre aceptaría tal sometimiento. Las mujeres tampoco deberían.
Ser entes que promuevan el cambio social para beneficio de todas y todos es parte de los principios que definen a las feministas. La idea es retar. No todo lo que se acepta en nuestra sociedad es correcto, es justo, es adecuado para el bienestar de todas y todos. La historia está llena de episodios que lo demuestran. El futuro puede ser distinto a como nos lo han anunciado los falsos profetas que se alimentan de las injusticias del presente.
¿Queremos una guerra de los sexos? Así se ha vendido el feminismo por sus detractores. Quienes lo compraron así, compraron otra cosa. Nuestro objetivo es mucho más ambicioso, por cuanto busca transformar las relaciones entre los hombres y las mujeres para que todas las personas desarrollen mejor sus potencialidades.
Los cambios profundos, que pretenden eliminar de nuestra sociedad las inequidades, siempre encuentran resistencia. Sin embargo nada detiene el cambio. Es inevitable que la humanidad camine hacia su mayor bienestar. Y eso no podrá excluir a las mujeres.
La generación anterior a nosotras fue de feministas y de mujeres que salieron de sus casas a trabajar. Retaron a sus familias, a sus iglesias, a sus comunidades y eligieron un camino difícil, pero digno y valeroso. ¿Qué le agradecemos a esa generación y cómo lo agradecemos?
En nuestra generación damos por sentadas muchas cosas de las que gozamos hoy en día. Pero éstas no existirían sin las largas jornadas de trabajo político, legal, social y comunitario que asumieron esas otras mujeres. No habría una ley para intervenir con la violencia doméstica, no se reconocerían nuestros derechos al voto, al trabajo, a la licencia por maternidad y cientos de cosas más. El balance final (más mujeres con dobles jornadas de trabajo, más jefas de familia) parece desfavorecernos por ratos. Eso no es verdad. Sólo debemos aceptar que mejorar nuestras condiciones de vida actuales fue la asignación que quedó para nosotras y el regalo que debemos hacer a nuestras hijas e hijos.
Debemos aprender a interpretar el entorno social que habitamos desde una perspectiva de mujer. La perspectiva tradicional, indudablemente masculina, nos confunde y nos mueve a aceptar principios que van en contra de nuestras vidas, de nuestro desarrollo, de nuestra dignidad.
Hay mujeres jóvenes que sienten que ya se logró todo lo que se podía lograr. Las invito a mirar desde sus propios ojos, las invito a cuestionar desde sus propias mentes, las invito a actuar desde un sentido honesto de lo que es la justicia. Reten la sociedad. Rétense a sí mismas y verán. Reten a sus parejas, a sus familias para que caminen junto a ustedes. Hay feministas para rato. Existirán mientras haya derechos que reclamar y mujeres que los reclamen. ¿Quién le teme a ser llamada feminista? Yo no.

11.8.06

La mala educación...

Existe la mala y la buena educación. La educación costosa versus la que depende de un mínimo de recursos y materiales. También existe la educación con perspectiva crítica y la educación vacía, que sólo se encarga de perpetuar el estatus quo. Por último existe la educación que se da en nuestras escuelas públicas. ¿Buena? ¿Mala? Es totalmente heterogénea. No es posible establecer si un sistema educativo es bueno o malo a base de meros criterios económicos. La mente humana no tiene precio y su capacidad de desarrollo y de expansión tampoco.

No deja de molestar, sin embargo, la constante alusión a la falta de recursos en nuestros planteles escolares. No porque no sea cierto, sino porque parece más bien la excusa perfecta para las mentes mediocres que se han anidado en nuestro sistema educativo y que sabotean nuestro más preciado recurso nacional: las mentes de nuestros niños y jóvenes.

Como ya dije, tenemos un sistema educativo muy heterogéneo. Por un lado, maestras y maestros excelentes dan a sus alumnos las herramientas y el conocimiento que les amplían su futuro aún sin libros, aún sin materiales, aún sin salones. Lo hacen con su rigurosidad, su modelaje, su responsabilidad y sus ganas de enseñar. Por otro lado, tenemos a los que apenas saben hablar coherentemente, mucho menos escribir con corrección y que se ausentan con tanta frecuencia que no nos explicamos cómo es posible que aún así cobren sus salarios quincenales y disfruten más de dos meses de vacaciones pagadas al año.

¿Qué hay que hacer para mejorar nuestro sistema educativo? ¿Asignar más dinero al Departamento de Educación? ¿No existen otras organizaciones exitosas con menos presupuesto y en espacios más pequeños y limitados, con menos recursos? ¡Ah, lo olvidaba! Esas organizaciones, la mayoría sin fines de lucro, trabajan con el corazón.

Tal vez, eso es lo que necesitamos. Trabajar la educación de nuestros hijos e hijas desde el corazón. Con compromiso. Sí, como nos comprometemos con otras cosas: con los clubes, los equipos deportivos, los centros comerciales… ¿Por qué no mejor asume el país entero un compromiso con la educación? Y de paso, algunos maestros pueden comprometerse también.

Las últimas de la fila

 No recuerdo que alguien me haya dicho de niña que debía ser la última en comer. Pero lo aprendí. De adulta, al cocinar o comprar comida par...