28.12.07

Lo que queremos las mujeres

El Nuevo Día/ Voces
24 de diciembre de 2007

Esta semana, y luego de un amplio proceso de consultas, las organizaciones de mujeres de toda la Isla acabamos de anunciar los nombres de las dos compañeras que consideramos idóneas para ocupar el puesto de Procuradora de las Mujeres. A estas alturas, sus nombres ya deben estar en la prensa nacional y por ello, este momento resulta idóneo para que las mujeres digamos lo que queremos… después de todo, se trata de un asunto que nos compete a todas y que afectará no sólo nuestros derechos adquiridos, sino los derechos que aún nos faltan por garantizar…

En el año 2001, la creación de la Oficina de la Procuradora de las Mujeres representó un logro del movimiento de mujeres ya que con esta oficina se sentó un precedente importante: el reconocimiento de que las mujeres, como grupo que aún es excluido del libre ejercicio de sus derechos, ameritaba la creación de un ente gubernamental autónomo y libre de presiones político partidistas. La premisa subyacente era y sigue siendo clara: los derechos humanos no pueden estar a merced de los vaivenes políticos del país. Los derechos humanos deben estar por encima de esas consideraciones. De eso se trata la Oficina de la Procuradora de las Mujeres.

Ahora, con la renuncia de la Lcda. María Dolores Fernós, las organizaciones se unieron para hablar no sólo a nombre de ellas, sino a nombre de las miles de mujeres que atendemos a diario en nuestros espacios. Hablamos a nombre de las sobrevivientes de violencia doméstica, de las sobrevivientes de agresión sexual, de las niñas, de las mujeres viejas, de las obreras, de las jefas de familia, de las pobres, de las negras, las lesbianas y de toda aquella que aún necesita apoyo para desarrollarse plenamente como ser humana y en igualdad de condiciones… Hablamos para decir lo que queremos y lo que queremos es simple: un proceso de nombramiento y confirmación libre de partidismos, honesto y comprometido con el bienestar de todas. Ahora les corresponde al señor Gobernador y al Senado mostrar con sus acciones el compromiso que tienen con nosotras…

29.11.07

¿Casas de interés social?

Voces/ El Nuevo Día
29 de noviembre de 2007

En Puerto Rico una persona que tenga la suerte de obtener un empleo a tiempo completo con un salario mínimo devenga un salario bruto promedio de $1,000 mensuales. En el caso de personas que se ven obligadas a adquirir un carro para moverse a su empleo, ese salario se reduce en al menos $200 mensuales, súmese (o réstese) el pago de cuido de niños/as, las deducciones obligatorias como el seguro social y las contribuciones y los gastos cotidianos como la gasolina, la compra y todo lo que viene detrás. Al final no queda nada, sólo la sobrevivencia… no queda dinero ni para el pago de una renta moderada y mucho menos de una hipoteca.

Con este panorama es inevitable mirar los proyectos de ley presentados por el Gobernador para incentivar la compra de hogares como algo totalmente ilusorio. ¿Comprar hogares de $150,000? ¿Quiénes? Si en Puerto Rico hay más personas viviendo bajo los niveles de pobreza que sobre ella. Aquí una se diría: “Bueno, pues entonces hay que aumentar las casas de interés social.” Pero en vez de eso, los constructores proponen aumentar el precio de las casas de interés social. Pareciera pensarse que la mera etiqueta de “interés social” las hiciera accesibles a las personas sin hogar propio y pobres de este país.

¿Y quién es esa gente pobre? Esa gente pobre es la que muchas veces no queremos ver porque nos molesta el concepto. Gente pobre es la que no tiene acceso a crédito tradicional por lo cual no sólo no puede comprar una casa de $100,000, sino que tampoco puede comprar una de $80,000. Es la gente que busca trabajo y sólo encuentra part-times y la que deja de pagar una cuenta este mes para pagar otra porque permanecen en un límite de sobrevivencia que limita su pleno desarrollo humano y el de sus hijos/as. Es la gente que vive y sufre la desigualdad aunque no la llame por su nombre.

¿Desarrollaremos la economía de Puerto Rico creando incentivos para generar riqueza a quienes ya la tienen? ¿O desarrollaremos al país eliminando la desigualdad? ¿Por el interés social de quiénes trabajará el gobierno y la comunidad?

23.11.07

Afirmar la igualdad

VOCES
El Nuevo Día
23 de noviembre de 2007

Muchas veces me preguntan por qué habemos mujeres que nos empeñamos en trabajar por otras mujeres. Quienes preguntan esto no ven la profunda desigualdad que hace vulnerables a las mujeres ante la violencia. No ven las estadísticas de esa violencia manifestada en feminicidios, violaciones, agresiones físicas y sicológicas… pobreza y exclusión. No ven las consecuencias nefastas que esa violencia tiene no sólo para las mujeres, sino para toda la sociedad.

Es imposible ignorar la desigualdad y la violencia cuando a diario nos encontramos con noticias de asesinatos y agresiones dirigidas en contra de mujeres y niñas en Puerto Rico y en el resto del planeta. ¿Entonces por qué no las vemos? ¿Por qué no nos sentimos llamadas a la acción solidaria y de justicia? ¿Por qué tampoco vemos la desigualdad cuando tiene como consecuencia la violencia de la pobreza, la exclusión y la marginación? Quizás no vemos la desigualdad y su relación con la violencia porque la asumimos como algo inmutable, inevitable, normal. Esa es una premisa falsa y dañina que debemos deconstruir como sociedad.

Evitar la violencia en contra de las mujeres requiere que reconozcamos como primer paso su humanidad e igualdad. También requiere que entendamos que la violencia tiene muchas y terribles caras, algunas enmascaradas en palabras o acciones que parecen inofensivas- como la letra de ciertas canciones- y otras grotescas y anacrónicas como los discursos sexistas que aún escuchamos de algunos de nuestros legisladores. La violencia por género se manifiesta a muchos niveles y ninguna de esas manifestaciones es inocente o puede ser pasada por alto.

Por eso, en el marco del Día Internacional de No Más Violencia Contra las Mujeres es importante reflexionar sobre lo que representa para cada una de nosotras y nosotros la aspiración a un país mejor. ¿Podremos tener un país justo sin que haya justicia e igualdad para todas? No. De la misma manera en que otros grupos excluidos aspiran a la igualdad, a las mujeres se les va la vida en ese reclamo porque la violencia las está matando. Hay que afirmar la igualdad. Afirmarla con la palabra, como se afirmará este lunes, pero también con acciones que le den una vida digna y de paz a cada mujer y niña de este país…

26.10.07

Incentivar la justicia económica

Llevamos semanas oyendo hablar sobre la Ley de Incentivos Industriales y todavía no se ha tomado en cuenta a las empresas comunitarias de este país. Se parte de un paradigma erróneo según el cual la economía de Puerto Rico depende casi exclusivamente de las empresas extranjeras y de unos cuantos industriales nativos. Por un lado, nuestros gobernantes y legisladores tratan de ganarse los votos de los pobres y por el otro promueven modelos que perpetúan la falta de equidad económica y social que tanto nos agobia.

Mientras en Villa Palmeras las mujeres de Shangai se esfuerzan por competir en la industria de la aguja, en Mayagüez las mujeres de Fénix del Caribe exploran incansablemente las alternativas que le permitan abrir su fábrica de dulces. Igual pasa en otros barrios de Puerto Rico donde otras mujeres y otros hombres tratan -desde su pobreza material y su falta de acceso al crédito y a otros recursos- de levantar otras empresas comunitarias. Trabajan en la dirección correcta: empresas para desarrollar al país entero y multiplicar nuestra riqueza colectiva.

Me pregunto si al hablar de las contribuciones que hay que eliminar, de cuáles incentivos otorgar, de qué más hacer para enamorar a los extranjeros, se ha hecho una suma y resta honesta que nos permita ver, después de tanto regalo, cuál será la ganancia real para el país. Para TODO el país y no sólo para quienes ya son dueños del grueso de los activos. ¿Cuánto está dispuesto a invertir el gobierno en una economía comunitaria? ¿Cuánto está invirtiendo ahora en comparación con lo que invierte en otros sectores? Es preocupante la insistencia en invertir para generar empleos que a la larga no serán para los puertorriqueños (como hicieron con una farmacéutica) o para generar subempleos que sólo permiten subsistir y no vivir a quienes los tienen que aceptar.

En Puerto Rico ya existe un movimiento de desarrollo económico comunitario que está ávido de oportunidades para combatir la pobreza. Ahora falta que todo el sector gubernamental y el industrial reconozcan la necesidad de que nuestra economía se diversifique sin descuidar a ningún sector. La pobreza de unos siempre será la vergüenza de otros.

Encontrarnos al otro lado

Publicada el 26-Octubre-2007
Voces de El Nuevo Día

En nuestro país a veces parece pensarse que para lograr el bienestar común hay que borrar del mapa a alguien. Hay quienes piensan en borrar del mapa a los pobres, hay quienes quieren borrar del mapa a los ricos, hay quienes actúan para borrar del mapa a los pacientes de VIH, a los adictos, a las mujeres sobrevivientes de violencia doméstica, a los negros, a los trabajadores y hasta a los gays. Así, partiendo de una mentalidad totalmente exclusiva y adversativa, se perpetúan desencuentros que no nos permiten superar los retos colectivos que hoy ocupan las primeras planas noticiosas.
Sin embargo, la solución está al otro lado. Y esto lo digo con varios significados que se yuxtaponen. Está al otro lado porque no se trata de borrar a quienes ya tenemos en este país que habitamos, sino en hacer lo contrario: integrarlos y dejar a un lado las ideas de exclusión que tanto daño nos hacen.
La solución también está al otro lado porque en la medida en que logremos mirar desde los ojos ajenos, desde sus historias, sus vivencias y sus paradigmas, encontraremos puntos de convergencia desde los cuales catapultar acciones conjuntas y efectivas basadas en metas comunes. Sin alianzas no habrá ni paz ni progreso ni justicia social.
Un ejemplo de estos esfuerzos de integración, aunque no es el único, lo estamos viendo en la Alianza Multisectorial para el Desarrollo Económico Comunitario. Esta nueva organización sin fines de lucro nació de los Encuentros por el Desarrollo Económico Comunitario que la Asociación de Bancos auspicia como parte de la Semana de la Reinversión Comunitaria. ¿Bancos promoviendo la integración de voluntades? En realidad se trata de comunidades y entidades públicas y privadas apoderándose de una oportunidad nacida en el sector bancario y de un espacio de diálogo para crear propuestas de desarrollo económico comunitario y, por ende, de otros desarrollos más importantes: los humanos. ¿Hacia dónde queremos llevar al país? Al otro lado, al lado de la esperanza, de la solidaridad, del desarrollo sustentable y equitativo. Al del bienestar común.

11.10.07

El síndrome de las mujeres invisibles

Cuando el reloj suena a las 5:30AM, Ivelisse, al igual que miles de mujeres a través de la Isla, abre los ojos y se pregunta cómo es posible estar tan cansada acabando de levantarse. Acto seguido comienza la preparación para el trabajo, los preparativos de sus dos hijos para la escuela, el ajoro para salir antes de que el tapón le arruine una rutina que apenas comienza y que debe ejecutar con la precisión de un reloj para mantener su empleo.

Ivelisse tiene apenas un grado asociado y se considera afortunada. Otras madres de la escuela no tienen ni un cuarto año de escuela superior y están condenadas a trabajar los turnos rotativos de algún “fast food”. Ella trabaja en una oficina de “ocho a cinco” aunque ello le representa mil malabares para bregar con los niños cuando salen a las 3:00PM de la escuela. La “escuela abierta” no opera en la de sus hijos así que los niños se quedan en casa de la abuela hasta que Ivelisse va a buscarlos en la tarde. Obviamente, con su salario Ivelisse no puede pagar uno de esos maravillosos y costosos servicios de estudios supervisados que se anuncian por ahí. La abuela no sabe leer.

Este semestre los niños de Ivelisse entraron a un equipito de pelota que practica en las tardes. A las 5:30PM para ser exactas. Por eso sale como una loca del trabajo para recogerlos y llevarlos al parque. Los nenes merendaron en casa de la abuela pero Ivelisse siguió de corrido, sin merienda ni comida, agotada y asustada pensando en las asignaciones que le esperan al llegar a la casa a la noche y en la cocinadera, lavadera y quién sabe qué más. Por eso hoy, luego de doce horas de carreras, Ivelisse se quedó de una pieza cuando oyó que se estaba considerando un proyecto de ley para aumentar la jornada laboral a diez horas diarias para promover la vida familiar. La vida familiar de quién se preguntó. “¿A qué hora voy a bregar con mis hijos y cuándo voy a dormir?” casi gritó. Pero luego siguió en su carrera diaria sin darse cuenta de que esa es una de las ocasiones en las que se manifiesta a nivel individual y colectivo el síndrome de las mujeres invisibles…

21.9.07

Mujeres con voz

21-Septiembre-2007
Publicado en Voces de El Nuevo Día

Todas sabemos que la participación política de las mujeres es limitada por múltiples factores. Con tan sólo 119 candidaturas radicadas para las próximas elecciones, es muy posible que a larga el porcentaje de mujeres electas a cargos públicos siga siendo mínimo en comparación con el de varones. Sin embargo, eso no quiere decir que todo está perdido. Muy al contrario, aún nos queda mucho por ganar. Si vemos la historia de los movimientos de mujeres, podemos comprender que los avances logrados, aunque meritorios, son sólo parte de un proceso que aún no termina.
La equidad en los ámbitos económicos, políticos y sociales aún nos elude. Los partidos políticos gobernantes continúan fallando a la hora de asumir responsabilidad y compromiso con nosotras como grupo. No han apoyado el desarrollo de las mujeres ni con políticas públicas concretas ni con presupuesto apropiado. Cada logro alcanzado ha tenido que ser defendido para evitar que lo reviertan y las mujeres que han asumido el reto de trabajar desde el Gobierno enfrentan a diario limitaciones presupuestarias para adelantar las causas que nos competen. ¿Podemos cambiar esta realidad? Sí.
¿Es difícil lograr cambios a nivel político? Eso lo sabemos. Pero hay que crear desde ahora las condiciones para superar las barreras que hoy nos marginan. Los Foros Ciudadanos auspiciados por El Nuevo Día, Capedcom y Telemundo son un espacio idóneo para comenzar a generar cambios.
¿Qué mejor manera de hacer saber a los partidos políticos que estamos presentes y dispuestas a exigir acción que alzar nuestras voces y traer propuestas que trabajen efectivamente con los retos que enfrentamos como parte del país? El tiempo de las mujeres vistas como víctimas indefensas y con intereses supeditados a un entorno meramente familiar ya se acabó.
Así que mi exhortación a otras mujeres es que se tomen unos minutos y miren a su alrededor. Estoy segura de que todas hemos visto problemas que nos afectan y también hemos pensado en cómo solucionarlos. Agarremos esas soluciones, esas propuestas, esas ideas y hasta esas denuncias y llevémoslas a los Foros Ciudadanos. No permitamos que el silencio nos siga invisibilizando. Abramos las puertas a otras mujeres y trabajemos juntas en solidaridad por la equidad.

3.9.07

Piropos y pedradas



Cada tarde, al salir de la escuela superior Bonifacio Sánchez en Aibonito, las jóvenes estudiantes se ven obligadas a transitar por un tramo de la calle principal del pueblo que está en plena construcción y cerrado al tránsito vehicular. En ese tramo de carretera, frente a su propia escuela, son también agredidas a diario. No hablo de agresiones físicas, pero sí de agresiones verbales. Del tipo de agresión que viene disfrazada de piropo de mal gusto y que por el contexto y las edades de los que las piropean hieren profundamente los principios de protección a menores y de equidad por género que supuestamente deben distinguir a nuestra sociedad.

Lo más preocupante de situaciones como ésta es que se repiten a diario por toda nuestra isla. En el caso de Aibonito cabe preguntarse si tanto el Municipio – autoridad responsable de la construcción y por lo tanto de los trabajadores- como la escuela han tomado medidas de protección a las menores. Esto es algo que parecería lógico a no ser que esté operando en las mentes de todos y todas los que conocen de esta situación una premisa peligrosa: “Es normal que esto suceda. Eso no es nada.”

En este punto la pregunta es: Si en el contexto laboral los comentarios y conductas sexuales indeseadas se consideran ilegales, ¿por qué en la calle no lo son? Si consideramos la indefensión de una joven -y aún de una mujer adulta- ante un grupo de hombres que le grita en la calle y a la vista de todo el mundo comentarios de índole sexual, es inevitable concluir que se trata de una agresión y que ésta amerita una protección adecuada. Pensar que es normal y que las niñas deben tolerar en silencio esas pedradas verbales es validar un pensamiento totalmente sexista en el cual se ve a las mujeres como meros objetos sexuales. ¿Es aceptable pensar así en pleno Siglo XXI? No.

Las agresiones verbales, y la mentalidad que las genera y las tolera, son el campo perfecto para justificar y perpetuar las agresiones sexuales que tanto revuelo levantan al ser denunciadas en la prensa. ¿Queremos seguir siendo cómplices?

24.8.07

Lo que cuesta la dignidad

Voces, El Nuevo Día
24 de agosto de 2007
Hace varios días que se escuchan en la prensa los angustiados llamados de los hoteleros y de la Compañía de Turismo para que los grupos pacifistas y antimilitaristas reconsideren sus intenciones de protestar ante la convención de la Asociación de la Guardia Nacional de Estados Unidos que se celebra en Puerto Rico este fin de semana. Alegan que esta convención traerá millones de dólares a la Isla y aseguran que las protestas no serán positivas para nuestra imagen.
Ante esto tengo que admitir que he sentido indignación pero no con los pacifistas, sino con los hoteleros y con el propio gobierno de Puerto Rico. ¿De qué nos están hablando estas personas? Si los alegados millones de dólares en ingresos a la Isla convencen al pueblo, a mí me hacen preguntarme: ¿Cuántos de esos millones se quedan en Puerto Rico y cuántos van a parar a las cuentas bancarias de los extranjeros dueños de las cadenas de hoteles? Y más allá de los millones, la pregunta más importante es la siguiente: ¿Cuánto cuesta la dignidad de un pueblo? ¿Cuánto cuesta la vida de los millones de seres humanos que mueren cada año como consecuencia de conflictos bélicos?
Definitivamente, la imagen de un país se hace más seria, más digna y más atrayente cuando en el mismo su ciudadanía defiende el valor de la vida y de la paz por encima del valor del dinero. Tratar de decirnos a través de la prensa que debemos callar ante actividades que promueven y entronizan una cultura de guerra a cambio de las migajas económicas que a corto plazo dejarán esas actividades en la Isla, es decirnos que la vida de los seres humanos tiene un precio muy bajo y que nuestros principios está a la venta y a precios de quemazón.
Contrario al llamado hecho por los representantes de la industria turística para desalentar las manifestaciones de este fin de semana en contra de la guerra, el llamado que debe prevalecer es el llamado a la expresión firme, contundente y pacífica a favor de la Vida y la Paz para todas y todos los seres humanos del planeta.

16.8.07

Reivindicar el derecho a la vida

Publicado en Voces, El Nuevo Día
16 de agosto de 2007

¿Qué siente un ser humano en una situación en la cual es despojado de todo control sobre su cuerpo y su vida mediante la utilización de la violencia? ¿Cuánta angustia? ¿Cuánta ira o frustración? ¿Cuánto miedo? ¿Qué siente quien lo presencia? ¿Cómo se sobrepone la familia y la comunidad? Estoy segura de que el vídeo que puso en evidencia los actos de brutalidad policíaca que privaron de la vida a Miguel A. Cáceres consternaron al país entero. No es posible ver el vídeo sin angustiarse. Pero ante esa sensación de angustia, el paso siguiente debe ser de denuncia y de acción.

Los activistas de derechos humanos y las personas de las comunidades llevan tiempo denunciando situaciones como ésta. Las han denunciado y todo se ha quedado en una nota secundaria en la prensa local y un recóndito lugar en la memoria colectiva. Esto, junto a un manto de impunidad, parece ser el mejor incentivo para que la uniformada perpetúe una cultura de terror y violencia en una sociedad que ya está saturada de pobreza, de desesperanza y de la propia violencia.

Ya es hora de que toda ciudadana y ciudadano preste atención a las denuncias de brutalidad policíaca que hacen las comunidades y las organizaciones de derechos humanos. Si esas denuncias son recibidas por el público con indiferencia tendremos que seguir sufriendo la violencia del estado hasta límites insospechados. No podemos caer en la idea común de que estos actos se dan en comunidades pobres o en residenciales públicos y que por eso son menos graves. No podemos hacernos eco de los prejuicios de clase con los cuales se estigmatizan las comunidades pobres como si fueran criminales y validar con nuestro silencio la falta de justicia y de respeto a la vida y a la dignidad de todo ser humano.

Ante los hechos de esta semana, la acción ciudadana debe darse como un reclamo al sistema, porque ese “sistema” nos pertenece y nos tiene que responder. Y debe darse desde una comprensión clara de que no hay nada que justifique el uso desmedido de fuerza hacia un ser humano o tomar su vida. Tampoco hay nada que justifique la indiferencia. Ni la indiferencia ni el olvido. Preparémonos para actuar y hagámoslo.

24.7.07

Dimensiones paralelas

Voces, El Nuevo Día
17 de julio de 2007

Acabo de dar la vuelta a la Isla. Por puro placer y para ver de primera mano qué tal nos va. Es así como vi pueblos con plazas llenas de árboles y fuentes y otros con apenas un pedazo de cemento intransitado y polvoriento. Debo decir, sin embargo, que el tener que hacer innumerables transiciones entre dimensiones paralelas y totalmente distintas entre sí fue un poco agotador. Sí, porque Puerto Rico ya no es sólo un país multipisos. Es también un país multidimesional en el cual viven lado a lado la pobreza con la riqueza, los buenos hospitales con la falta de un dispensario decente en el cual la gente pueda atenderse, los grandes y buenos colegios con las deterioradas escuelas públicas, los espacios de recreación hermosos con los espacios descuidados y llenos de escombros, la belleza con la fealdad, la enajenación con la chocante realidad que vive más de la mitad del país.

Teniendo tantas dimensiones palpables, la pregunta es: ¿Por qué el gobierno y otros sectores privados que dominan la economía insisten en buscar soluciones unidimensionales para todo? ¿Por qué tantos puertorriqueños creen en esas soluciones?

Las múltiples dimensiones paralelas del país no son fáciles de ignorar cuando se tienen ganas de vivir en una nación de justicia y equidad. Y ya las comunidades lo saben. Llevan años trabajando afanosamente para trascender las líneas que les separan de las otras dimensiones y exigir respuestas para sus propias necesidades. Trabajan para crear puentes para un desarrollo económico comunitario y autosustentable. Un desarrollo que sí es multidimesional, humano y ambientalmente amigable. El que puede cambiar el futuro del país entero y no sólo el de unos pocos. Contrario a lo que se dice para desanimar estas iniciativas, en Puerto Rico la gente sí quiere trabajar.

Creo que más gente debe darse una vuelta por la Isla. Mirarla desde otros ojos y no desde los ojos de un mercadeo de ilusiones que no representa lo que somos. Hay que mirar más allá de los centros comerciales y las autopistas. Ahí está la dimensión nacional, paralela y viva, que nos puede salvar como colectivo de voluntades que buscan un mejor país.

1.7.07

Rapacidad

Publicado en Voces de El Nuevo Día
29 de junio de 2007

Es imposible ver lo que nuestro gobierno hace con el ambiente y la economía del país y no airarse con su rapacidad desmedida, equiparable únicamente con la de las grandes compañías constructoras que siguen tratando de vendernos la historia de que destrozan y usurpan nuestras tierras por el bienestar del pueblo.

Dentro de los discursos asumidos por políticos y desarrolladores se construyó la idea prejuiciada de que ser ambientalista equivale a querer cerrar las puertas al desarrollo. Pero, ¿de qué desarrollo estamos hablando? Hay que ver cómo décadas de construcción/destrucción cimentaron el desarrollo actual de este bendito país.

El Corredor Ecológico del Noreste, y la manera en la cual el Senado lo traicionó, es sólo un ejemplo de cómo se sigue menospreciando la importancia de proteger el patrimonio común para las generaciones que están en plena infancia. En 25 años nuestras hijas e hijos (a quienes intentamos criar para que lleguen a ser adultos felices), sufrirán los estragos ecológicos, sociales y económicos que hoy se anuncian. Esto gracias a la rapacidad egoísta de nuestros líderes y de quienes piensan que amasando dinero podrán escapar junto a sus propios hijos del caos, el hambre y la destrucción de un planeta que ya no nos aguanta.

La noticia para los políticos e inversionistas rapaces es que no habrá escapatoria si no actuamos ya. El mañana, bueno o malo, será del país como conjunto. No importa que las marcadas diferencias socioeconómicas de hoy creen en ciertas personas la falsa impresión de que están libres de los estragos de la pobreza y la violencia. En realidad somos un conjunto de bienes y males con un futuro común.

¿Qué hará el resto del país para proteger los recursos que necesitarán nuestras niñas y niños? Abran los ojos y asuman responsabilidad individual y colectiva ante las amenazas ambientales que van desde nuestro propio consumerismo hasta la acumulación desmedida de riquezas en manos de unos pocos que hacen creer a “unos muchos” que las cosas deben ser así y no hay alternativas. Ya es hora de que las falsas premisas de la desigualdad sean eliminadas de nuestra realidad.

19.6.07

Paternidades del siglo XXI

Dentro de la mentalidad polarizante y antagónica que tanto se promueve en la actualidad, es fácil que las personas concluyan que ser feminista equivale a odiar a los hombres y a desvalorizar su rol como padres. Se piensa que al defender los derechos humanos de las mujeres lo que se pretende es lograr una supremacía femenina que anule todo lo masculino, incluyendo sus derechos humanos. Nada más lejos de la realidad. Eso sería contradictorio y ajeno a los principios que deben ser el norte de las nuevas líderes de nuestras comunidades.

Esta polarización por género provoca que se defiendan rebajas de pensiones y custodias compartidas desde un apasionamiento que se agrava por el desconocimiento de las dinámicas sociales y culturales que por siglos moldearon una percepción injusta y distorsionada de la paternidad. Lo peor es ver, cómo esos mismos defensores recurren al ataque indiscriminado de la figura femenina poniendo de manifiesto los prejuicios y estereotipos por género que aún nos carcomen desde el interior de nuestra sociedad.

Una gran lección que aún tiene que aprender nuestro país al enfrentarse a estos controversiales temas, es que para generar una cultura de paz, hay que reevaluar la concepción tradicional de la paternidad para que esté a la altura del siglo que vivimos. Algo ya hemos avanzado, pues existen miles de maravillosos hombres que asumen sus roles como padres desde el amor, la responsabilidad plenamente compartida y el compromiso legítimo con el bienestar de sus hijos e hijas. Pero aunque eso es bueno, aún falta mucho más por hacer para que ellos dejen de ser la excepción y se conviertan en la norma.

Para que exista una paternidad que esté a la altura del siglo XXI tiene que existir una voluntad colectiva de deconstruir lo aprendido en cuanto a cada sexo. Tiene que existir el deseo de liberar a los propios hombres de las cadenas emocionales que le imponen los estereotipos por género. Tiene que existir un genuino amor hacia nuestras familias para que seamos capaces de enfrentar los conflictos y las diferencias desde una mentalidad abierta al diálogo. Y eso, mujeres y hombres, es tarea de tod@s...

5.6.07

No sólo de travestis se trata


En la parada de Orgullo Gay del pasado domingo caminaron personas que se sientieron identificadas con la igualdad y la justicia. No tiene nada de malo ser travesti, pero la comunidad lésbica, homosexual, bisexual, transexual y transgénero (LHBTT) es mucho más amplia y diversa. En ella coexisten personas de todas las clases sociales, de distintos niveles educativos, de ideologías políticas variadas y de razas y fisionomías contrastantes entre sí. La homosexualidad en su definición amplia no es sinónimo de travestis. Es meramente sinónimo de humanidad.
¿Podemos tolerar la idea de que la orientación sexual de una persona la excluya de derechos y de oportunidades? ¡No! Así como tampoco podemos tolerar la idea de que un ser humano es menos ante la ley porque otros tienen tal cantidad de prejuicios en sus mentes y corazones que le privan intencionalmente de la igualdad. Así se discriminaron mujeres, negros/as y obreros/as en el pasado. Ya es hora de decir: ¡No más! La equidad debe hacerse una realidad y no es negociable.
Este año la marcha por la igualdad cobró mayor relevancia porque se marchó por nuestras familias y con nuestras familias. Para que cada familia de este país pueda sentirse amparada por el Código Civil. También marchamos para denunciar la homofobia y reclamar acción gubernamental. Para que se responda a las denuncias hechas por la Comisión de Derechos Civiles sobre el discrimen por orientación sexual en las agencias de gobierno. Marchamos para que se atiendan a los pacientes VIH+ que están siendo privados de medicación. Para que se les valide su derecho a vivir.
Tristemente hay personas que se atreven a marchar para validar el odio, los prejuicios y la intolerancia. Yo invito a la gente de este país a que se atrevan a luchar para validar el amor, el respeto a la diversidad y los derechos humanos de la comunidad LHBTT. ¡No sólo de travestis se trata! Se trata de seres humanos, que como usted, sólo están exigiendo que se les trate con dignidad.

12.5.07

Maternidades revolucionarias

El Nuevo Día, Voces
11 de mayo de 2007

Para las participantes de Matria

Conozco muchas madres que han revolucionado la maternidad. Mujeres que se reconocen como seres humanos plenos y no como apéndices de otras existencias. Que saben que su poder para crear vidas, va más allá de ubicarse en un segundo plano renunciando a todo. Que reafirman su ser interno y que defienden sus espacios de desarrollo y de crecimiento. Que se saben con derecho a ser felices por sí mismas y desde ahí, trabajar para la felicidad de quienes les rodean.

Cuando se acerca el famoso y comercial día de las madres, el país se llena de propaganda que distorsiona el verdadero sentido de la maternidad. Reafirmando los estereotipos por género, nos venden la idea de que las madres sólo viven para hacer felices a sus hijos e hijas, que sus deseos no cuentan y que las mejores son las que sacrifican TODO por sus crías. Ese mismo discurso es el que se inserta en las mentes y espíritus de muchas mujeres para que renuncien a su propio desarrollo, a trabajar por sí mismas, a satisfacer sus deseos de superación. Las induce a pensar que las madres que trabajan o se superan son culpables de todos los males sociales. ¡Cuántas mentiras y prejuicios aún nos quedan por derribar!

¡Ya basta de regalar a las madres de este país lavadoras, estufas y ollas! Regalémosles respeto, oportunidades para crecer como seres humanas, el reconocimiento de su derecho a vivir plenamente y no como seres secundarios de nuestra sociedad. Créanme que sus hijos e hijas se beneficiarán de esa felicidad, del amor incondicional que se deriva del trabajo interno, de los espacios para el diálogo intergeneracional, de las oportunidades para su propio desarrollo que se derivarán de su progenitora.

Felicitemos a las mujeres que se atreven a revolucionar la maternidad. Esas que, sin dejar de ser responsables con sus hijos e hijas, han decidido ser responsables consigo mismas y comprometerse con un proceso de crecimiento personal y de desarrollo profesional. Felicitémoslas porque ellas están aportando a este país desde la esperanza y el amor. Están rompiendo con siglos de desigualdad. Su maternidad irá más allá de sus hijos. Serán madres de una nueva sociedad.

Los contraataques conservadores

El Nuevo Día, Voces
5 de mayo de 2007

Podemos cansarnos de creer en un país mejor. Es verdad. Parece inaudito que todos los días encontremos en el periódico noticias sobre nuevas acciones dirigidas a menoscabar derechos, borrar los logros alcanzados por grupos minoritarios e ignorar los avances de nuestra sociedad. Es como tener que luchar a brazo partido para mantener a salvo los derechos ganados con intensas y sacrificadas luchas. Es sentir que para avanzar un poco más y dejar un legado a nuestros hijos e hijas nuestras vidas no son suficientes.

Nuestros derechos ciudadanos son inestables, y no porque estemos en evolución. Este estado de inestabilidad surge de una extraña confusión que me molesta y que parte de la idea de que lo tradicional, lo establecido e impreso en nuestras conciencias sin nuestro consentimiento y lo que por siglos ha regido, es lo que debe permanecer por encima de todo, aún de nuestros propios derechos como seres humanos. Suena contradictorio pero no lo es. Cuando se reivindican derechos de las clases trabajadoras, de las mujeres, de los negros, de los inmigrantes y de la comunidad LGBT una esperaría que esos derechos se garanticen, que den estabilidad y paz a la sociedad. Pero ocurre lo contrario: un contraataque conservador virulento y persistente que se vale de todo para anular los logros obtenidos.

¿Podemos renunciar ahora a nuestros derechos para complacer a quienes se benefician de nuestra falta de igualdad? No. Eso no es posible ni aceptable. ¿Por qué se calla la gente cuando se amenazan sus derechos? ¿Será que no los conocen? Desconocer nuestros derechos y dudar si los merecemos es el primer paso para renunciarlos. Temer, callarse y dejar que otros discursen desde el odio y la intolerancia es el segundo paso y quizás el más dañino.

Ahora la nueva noticia, forzada por la incompetencia legislativa, es una posible enmienda a la Constitución para “atajar” la posibilidad de matrimonios entre parejas de un mismo sexo. ¿Quiénes se atreverán a hacerle frente a esa enmienda que lo único que pretende es validar el odio y la inequidad? No dejemos solos a quienes tienen la valentía de defender la equidad. Sin equidad para todas nuestras ciudadanas y ciudadanos no hay posibilidad de paz.

18.4.07

Plancha de solidaridades

Publicado en Voces, El Nuevo Día
16 de abril de 2007

Nuestro pueblo entregó su poder político a tres partidos que claramente no tienen la capacidad de gobernar para nosotras y mucho menos de asegurar un futuro. Día tras día las noticias nos llevan de un caos a otro. La inestabilidad que se siente a nivel social y económico es real. No se ve un plan de acción gubernamental coherente y estructurado. Lo único que podemos ver es el egoísmo partidista rampante preocupado por las próximas elecciones.

Sé que la mayoría de este país ve lo mismo que yo y se indigna. Pero indignarse sin actuar es lo mismo que ser indiferente. Es ser negligente. Es pecar de omisión. Porque resulta que hacer el bien por el país no es lo mismo que meramente evitar hacer el mal. Muchas veces nos tranquilizamos pensando que con no infringir leyes y trabajar, mantener nuestras cuentas al día y cuidar la familia, ya somos buenas ciudadanas y ciudadanos. Pero no es así. La ciudadanía debe ejercerse desde la acción concreta a favor de las cosas que nos preocupan y que nos importan. Actuar así es hacer el bien.

Sepan algo, no estamos indefensas ante el gobierno y los partidos políticos. Me resulta imposible aceptar la idea de que cuatro millones de puertorriqueñas y puertorriqueños estén a merced de un puñado de mediocres. Espero que el resto del país pueda pensar igual que yo, pues nuestra esperanza de cambio reside en la creencia de que tenemos el poder de actuar.

La carrera hacia las elecciones del 2008 está a punto de iniciarse con el periodo para radicar candidaturas. ¿Quiénes irán a radicar las suyas? ¿Los mismos políticos? ¿Y dónde están las ciudadanas y ciudadanos decentes, brillantes y líderes que a diario mueven el país desde las comunidades, las organizaciones sin fines de lucro, las empresas privadas comprometidas con el bienestar del país? La gran sorpresa sería, y lo digo casi como una súplica, que las personas decentes se decidan a aspirar a los puestos electivos. La mejor sorpresa sería, por insólita y retante, que lo hagan, no desde los partidos políticos, sino desde una coalición de candidaturas independientes. Sí, algo así como una plancha de solidaridades y esperanza, alimentada con el deseo genuino de cambiar para bien a nuestro amado país.

30.3.07

Las malas

En estos días se está grabando en Caguas una película titulada “La Mala”. Tengo que decir con honestidad que cuando escuché el título me preocupé. Aún no tengo claro de qué trata, por lo que mi preocupación sigue latente… sobre todo cuando miro el país y veo a tanta gente buscando a qué malas culpar de todo lo que nos pasa.

Por un lado están los políticos oportunistas que se envalentonan para justificar la desigualdad social con argumentos convenientemente religiosos que van en contra de los principios de derechos humanos y de nuestra constitución. Para ellos, “La Mala” es la nueva versión del Código Civil que se está estudiando en estos momentos. “La Buena” parece ser la intolerancia religiosa, el odio a los demás seres humanos y la cobardía que se oculta tras la idea de que la mayoría manda aunque esté equivocada. (Eso me recuerda las elecciones de cada cuatro años)

A esta “Mala” sumémosle “Las Malas”, según los propulsores del P. del S. 1236 de Custodia Compartida. Es decir, las mujeres y entidades que se oponen al proyecto de ley. Son “Las Malas” por argumentar, con razón, que el proyecto está mal conceptualizado, parte de premisas incorrectas y además ignora por completo la diferencia entre custodia y patria potestad. “Las Buenas” son, de más está decir, las calladas y las que acatan.

¿Cuántas “Malas” adicionales se podrían mencionar? Baste con ir a las salas de un tribunal para ver cómo se juzga a las mujeres que luego de reunir el valor para salir de una situación de violencia doméstica se atreven a denunciar a su agresor y a exigir justicia. Esas son malas por partida triple, porque rompen la familia, exigen pensión alimentaria y además tienen el atrevimiento de pedir que se limiten las visitas del agresor a sus hijas e hijos. “Las Buenas” sólo son dignas de compasión.

¿De qué tratará la película? Vaya usted a saber. Ojalá y se les ocurra, en un acto de justicia poética, ajustar en la ficción las definiciones invertidas que tenemos en el mundo real. Ojalá que al mal se le llame por su nombre y al bien y a la justicia también.

50/50 para la equidad


Cuando se habla de poder y democracia nunca hay exclusiones razonables. Y sin embargo, en Puerto Rico (y en el resto del planeta) todavía existe una aceptación natural de la exclusión de las mujeres de la participación política. Esta exclusión se percibe como razonable porque las mujeres son estereotipadas como más débiles, menos líderes, más adecuadas para trabajos domésticos y más llamadas a la maternidad que a la dirección de naciones.

Precisamente el pasado 26 de febrero, la Organización de las Naciones Unidas presentó en Nueva York la primera red virtual que vincula a mujeres de todo el mundo que participan en la vida política: iKNOW Politics. ¿Por qué la ONU dedica tiempo y recursos a este tipo de trabajo? Esto no es fortuito, así como tampoco es casualidad que en nuestro país se haya escogido el tema de la participación política de las mujeres como eje central de la campaña conmemorativa del Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

A nivel internacional se reconoce que la integración de las mujeres a la vida política es la única herramienta efectiva para que éstas logren, a su vez, una participación plena en los procesos de desarrollo y asuman una condición de igualdad en la sociedad. Esta falta de igualdad es, quizás, la principal raíz de la violencia por razón de género que todavía enfrentamos en todo el planeta. No hablamos meramente de la violencia en sus manifestaciones físicas, sino de la violencia vista como la pobreza extrema, la exclusión de la educación y del trabajo, la marginación social y la utilización de nuestros cuerpos como meros objetos de consumo.

Ahora, nos toca luchar por la equidad política. ¿Qué tenemos que pedir, qué tenemos que hacer para alcanzar esa equidad política? Lo primero que debemos hacer es reconocernos como seres capaces de hacer aportaciones inteligentes e importantes para el bienestar del país. Si las mujeres no rebasamos los límites que nos imponen los estereotipos por género y no nos decidimos a reclamar que se comparta el poder con nosotras, no podemos esperar que nos sea “concedido” gratuitamente. ¿Lo segundo? Informarnos, ver qué cosas nos limitan como grupo y aceptar el reto de proponernos como alternativas de cambio para nuestro bienestar y el del país en general. ¿Mujeres en la política? 50/50 debe ser nuestra meta para la equidad.

20.2.07

La religión como ley



¿Quién dice que en Puerto Rico todos somos cristianos? Existen también judíos, musulmanes y hasta ateos. ¿Y quién tiene derecho a juzgar esas creencias e imponer las suyas al resto del país? Aquí existe separación de iglesia y estado. Una separación que no existe por mera casualidad, sino por el derecho básico de todo ser humano a que nadie interfiera en el ejercicio de su espiritualidad. Algo que es íntimo y que requiere a la vez respeto por la intimidad ajena.

En medio de las discusiones generadas por la propuesta de Código Civil, los argumentos religiosos han sido los protagonistas. Algo preocupante cuando esos argumentos promueven la intolerancia, los prejuicios, el sexismo y la falta de equidad entre seres humanos. Todos estos valores representan un retroceso en nuestra evolución como sociedad y violentan los valores humanos que tanto nuestra constitución como organismos de derechos humanos reconocen y protegen.

La peligrosidad de los argumentos religiosos es que generan pasiones y prejuicios como los que en el pasado justificaron la esclavitud de los negros, la expulsión de los judíos de España y la condena de Galileo por demostrar que la Tierra no era el centro del universo. En la actualidad, son ideas religiosas las que justifican el apedreamiento y mutilación de mujeres en Somalia y otros países islámicos. ¿Justifica una creencia religiosa la segregación de otros seres humanos y el sufrimiento y dolor de otros? Jamás.

Las enmiendas que más revuelo han provocado son las relacionadas a los derechos de homosexuales y lesbianas, así como las relacionadas con derechos que beneficiarían a mujeres y familias no tradicionales. No me sorprende. Lo que sí me sorprende e indigna es, que como ciudadanas, veamos a nuestros legisladores saboteando desde sus prejuicios y terrores el desenlace de las enmiendas y que no protestemos. Los sectores religiosos no tienen derecho a imponer a los demás sectores opiniones que no representan nuestra realidad de pueblo. No puede triunfar el desprecio por el derecho a una vida digna y la entronización del odio y la violencia social. De la misma manera en que los opositores de los derechos humanos manifiestan sus opiniones, los que los defendemos no podemos guardar silencio. ¡Usemos nuestras voces contra el fundamentalismo!

2.2.07

La violencia de la Policía

Cada vez que visito con mis hijos la Oficina de la Procuradora de las Mujeres, mi hijo mediano cuenta las banderas violetas que se asoman desde su balcón. Las cuenta porque sabe que cada una representa una mujer muerta. Luego de contarlas su comentario siempre me conmueve: “¿Mami, por qué siguen matando mujeres?”.

Con el caso del policía de Aibonito y las reacciones de sus compañeros, se confirma la importancia de que a la violencia doméstica se le dé prioridad como un asunto de salud pública y de derechos humanos. No basta con que exista una Ley 54 si los encargados de implementarla reproducen los patrones de pensamiento de los agresores. Y que quede claro que no estamos hablando de problemas sicológicos. La violencia que emana de la propia policía no es meramente un problema de salud mental. De hecho, si fuera sólo eso, trabajar con ella tal vez sería menos complejo. Los llamados del Superintendente de la Policía para que éstos busquen ayuda son inútiles ante toda una construcción de pensamiento que justifica la violencia.

Existen en nuestra sociedad pensamientos recurrentes que aún no hemos logrado erradicar. Son pensamientos que se instalan en nuestras acciones. Son en realidad premisas que justifican actos violentos en contra de las mujeres por celos, por amor, por deseo o por mero ejercicio de poder. Quien piensa así, y además cree que está pensando correctamente, no buscará ayuda sicológica, no identificará señales de alerta antes de cometer un acto violento, ni tratará de evitar hacer daño. Si las personas que le rodean, aún sus propias víctimas, piensan igual, no sólo pasarán por alto los indicadores de peligro, sino que además lo justificarán y apoyarán cuando deba enfrentar el sistema de justicia.

A la Policía de Puerto Rico hay que hacerle claro lo que supone ellos entendieran hace tiempo: Aquí no se tolera la violencia doméstica ni ninguna otra manifestación de ésta. A nuestro país en general hay que hacerle claro el mismo mensaje. Pero claro, debemos empezar por quienes se supone que protejan la ley en vez de fiar a compañeros delincuentes, ¿o no?

Vivir en la dimensión desconocida

El martes en la mañana estaba escuchando un noticiero matutino y de momento sentí que en Puerto Rico vivimos en la dimensión desconocida. Para unas cosas estamos en el plano terrenal común y para otras parecemos desdoblarnos en realidades alternas que inspirarían a cualquier surrealista trasnochado en busca de una buena historia.

¿En qué mundo coherente se le ocurriría a un jefe de agencia en nuestra Isla hacer acuerdos con la jurisdicción federal amparado en la premisa de que ellos sí pueden violar derechos protegidos por nuestra constitución? ¿No es esa una manera solapada de violar ellos mismos esos derechos?

Los visuales de la reunión celebrada el lunes nos presentaron a un Secretario de Justicia y un Superintendente de la Policía estatal compartiendo la mesa con la jefa de los fiscales federales y el, ya nefasto para este país, director del FBI. Anunciaron un “strike force” que es en realidad una segunda y no muy feliz fase de la malograda mano dura contra el crimen y un permiso para que se violen derechos constitucionales tan importantes como el de la fijación de fianza y la no intercepción telefónica. No podemos invalidar nuestra constitución bajo la premisa de que ésta sólo protege a los criminales y deja a merced de la violencia al resto de la ciudadanía. Nuestra constitución no se creó para los criminales. Se creó para proteger a los ciudadanos comunes que pueden convertirse en víctimas de un sistema de justicia claramente imperfecto y el cual ha sido en el pasado promotor de carpeteos, fabricación de casos, persecuciones políticas y viles asesinatos.

¿Que quién se afecta con ese “strike force” son sólo los criminales? ¡No! ¿Y quién define quiénes son los criminales de este país? Independentistas, homosexuales, gente pobre o negra, obreros, todos han sido considerados criminales en diversos momentos de nuestra historia y su único escudo ante el discrimen y la persecución han sido las garantías de protección a sus derechos civiles que les brinda nuestra Constitución.

La sociedad civil ha sido responsable al brindar alternativas concretas para prevenir y eliminar la violencia en nuestras comunidades. Ahora le toca a nuestro gobierno actuar y no meramente castigar.

11.1.07

La violencia de los prejuicios

La violencia es mucho más que golpear y violar. Ambos actos son manifestaciones de violencia pero no su definición. La violencia implica terror, coacción, crueldad, fanatismo y hasta rabia. En Puerto Rico muchas veces se simplifica la definición de violencia. Quizás porque así podemos ignorarla mejor.
El próximo 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de No Más Violencia Contra las Mujeres. Esta fecha puede pensarse como una fecha alusiva a la violencia doméstica o a la agresión sexual. Sin embargo, su alcance es mucho más amplio pues nos obliga a repensar la violencia en todas sus manifestaciones.
La violencia por razón de género es controvertida. Siempre hay alguien que niega su existencia y siempre hay alguien que la justifica utilizando argumentos que van desde lo religioso hasta lo económico, pasando por lo científico. Sin embargo, esto sólo demuestra que los prejuicios por razón de género están tan arraigados en nuestras mentes que la falta de equidad puede ignorarse y convertir la doble vara de los prejuicios en la peor de las violencias ejercidas en contra de las mujeres.
Esa doble vara de prejuicios es la que ha contribuido a la feminización de la pobreza, a las políticas públicas que ignoran sus necesidades, a su exclusión de las páginas de la historia y de los círculos políticos y económicos de poder. ¿Qué mayor violencia que someter a alguien a una categoría de segunda y encontrar todas las excusas posibles para que ese estado se perpetúe? ¿No es la exclusión una manifestación de la violencia?
Se ha caminado un largo trecho en la búsqueda de justicia para las mujeres y aún queda mucho por caminar. El problema de falta de equidad y la violencia como un derivado de la misma aún nos reta por su complejidad. Podemos afrontarla desde diversos espacios pero debemos recordar siempre que todas nacemos iguales, con los mismos derechos a la vida, al desarrollo y a una vida digna. Somos la mitad del país y también negras, jefas de familia, obreras, de clase media, pobres, estudiantes, empresarias, lesbianas, cristianas o ateas, ciudadanas todas e integrantes de otros grupos que también pueden ser excluidos. Luchar por la equidad y la justicia para las mujeres implica luchar por la equidad y la justicia para toda la sociedad.

Responsabilidad amplia

Cuando oímos hablar de responsabilidad limitada parecería que el término se relaciona con alguna empresa de las que anuncian a su clientela que tienen una responsabilidad limitada ante ella. Sin embargo, gran parte de nuestro país vive la vida al amparo de los valores de una responsabilidad limitada. Limitada y egoísta.
La responsabilidad ciudadana limitada es aquélla en la cual cada cual se limita a hacer lo mínimo para ganarse su salario, lo mínimo para quedar bien ante su comunidad, lo mínimo para cumplir con su iglesia, lo mínimo para criar a sus hijos. Es vivir con una ceguera que impide ver la pobreza que nos rodea, la destrucción ambiental que cada vez se acrecienta más y los patrones de conducta violenta que ya son parte de nuestra cotidianidad. Esos valores de responsabilidad limitada pueden engañar a cualquier ingenuo haciéndole creer que es buen empleado, buen padre o madre y buen ciudadano para tranquilizarle la conciencia con tan sólo virar la cara y mirar a otro lugar en vez de enfrentar las situaciones que ameritarían su acción.
La responsabilidad social es lo contrario. Puede parecernos que la responsabilidad social también suena a empresa. Pero no. Debería sonarnos a personas y a comunidades. Es una responsabilidad amplia y solidaria que compromete a quien la asume con el bienestar común y con la acción diaria y firme desde unos valores universales de paz, de equidad y de justicia. Es la que debemos utilizar para reenfocar nuestras acciones y ampliar nuestras expectativas a la hora de autoevaluarnos. Desde una visión solidaria, es seguro que hacer lo mínimo dejará de satisfacernos.

En vez de comentar y criticar lo que pasa en el país, debemos preguntarnos, qué hacemos para remediar la situación. Existen acciones sencillas pero elocuentes que pueden hacer la diferencia en el momento que vive nuestro país. Sólo es necesario que cada cual amplíe su concepto de responsabilidad. No podemos seguir esperando que otro haga. ¿Qué hará usted la próxima vez que vea un incidente de violencia doméstica o una tala de árboles? Piense desde ahora para que pueda actuar responsablemente.

Ni una mujer más

Creo que no me equivoco cuando pienso que la mayor parte de las mujeres despierta a diario sin pensar que la muerte le sorprenderá súbita y violentamente. Mucho menos pensamos que la muerte vendrá desde las manos de un familiar nuestro. Pero en Puerto Rico, las mujeres tienen más oportunidad de morir a manos de sus compañeros que a manos de un extraño en la calle. Cuando esto pasa, las mujeres ganan sus cinco minutos de fama a un precio que nadie quiere pagar. En esos cinco minutos la prensa nos presenta detalles de su vida y nos enfrenta al rostro de su asesino, quien la mayor parte de las veces parece no entender la trascendencia de su acto. ¿Será que la pasión los encerró en un momento de locura?

No son actos de locura los que guían a un agresor. Sería una locura sospechosamente selectiva, pues la mayor parte de las veces no son personas agresivas con extraños o con terceros ajenos a su hogar. Tampoco son meras pérdidas de control, si así fuera, en nuestro país estuviera el muerto a diestra y siniestra.

¿Por qué en pleno siglo XXI existen hombres en nuestra Isla que se sienten con el derecho y la libertad de asesinar a sus compañeras? Parece que el mensaje en contra de la violencia doméstica, a pesar de su claridad y contundencia, aún necesita hacerse acto. Un acto comunitario y no meramente gubernamental.

Cuando agencias, como la de la Oficina de la Procuradora de las Mujeres u otras organizaciones que trabajan por los derechos de éstas, piden apoyo en sus acciones no lo piden por pereza o por falta de ganas de trabajar. Ellas saben que para eliminar la violencia de nuestros hogares, tenemos que actuar como una unidad, en cada espacio cotidiano y sobretodo, mirando de frente nuestras propias concepciones de lo que es ser mujer u hombre para entender que por encima de un sexo, somos seres humanos con igual derecho a la vida. El asesinato de una mujer, o de cualquier ser humano, nunca está justificado.

Que los nombres de las 22 mujeres muertas durante el 2006 no queden en el olvido.

Ganar tiempo para la vida

Fugit irreparabile tempus (Huye el tiempo irreparablemente.)
Virgilio

El tiempo es su propio amo. Es un aliado y un enemigo que no está exento de los avatares del poder. Un poder que visto en abstracto parece casi una palabra santa, que reivindica y que hace más apetecible la existencia común. Poder y tiempo, por otro lado, mirados desde la perspectiva de a quienes se les escapa la vida sin que se les honre su derecho a vivirla, pueden ser dos palabras aterradoras y desesperanzadoras.

Ya son muchas las semanas en las que hemos escuchado de manera recurrente los problemas que enfrentan los pacientes de VIH para obtener sus medicamentos. Hemos oído hablar de listas de espera, de agencias que no previeron la crisis, de burócratas dando excusas y de investigaciones federales, así como de farmacéuticas avariciosas que deniegan despachos de medicamentos a pesar de que las organizaciones que atienden a estos pacientes le han solicitado utilizar líneas de crédito y han sido sus clientes por años.

Mientras tanto, el tiempo huye irreparablemente de las vidas de estos seres humanos. Huye para restarles vida y salud. Sin medicamentos, la combinación de poder y tiempo les corre en contra. Mientras el poder para trabajar con pacientes VIH esté concentrado en manos de unos pocos funcionarios y no en la comunidad y en los propios pacientes, el ejercicio de éste se convierte en una réplica patética de los patrones de injusticia que nos consumen como sociedad.

¿Cómo ganar al tiempo y a la muerte? ¿Cómo detener una huída que duele, más aún cuando en ella se nos escapa un ser amado, o nuestra propia vida con todo y sueños, con todo y planes para el futuro que nos merecemos? Es de admirar cómo ante estas preguntas, ya hay pacientes de VIH que han decidido reclamar poder sobre sus vidas. El poder se asume, no se le mendiga a nadie. Menos aún si es para vivir con dignidad. Hoy jueves, a las 6:00PM se reunirán en Asamblea en el Taller Cé de Río Piedras pacientes de VIH y personas solidarias con la vida que están eligiendo actuar ante la situación de los medicamentos. La invitación se hizo a la comunidad, el reto está en actuar junto a ellos
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Las últimas de la fila

 No recuerdo que alguien me haya dicho de niña que debía ser la última en comer. Pero lo aprendí. De adulta, al cocinar o comprar comida par...