17.11.06

Cuando el espíritu baila

Tenía 13 años cuando me encontré con un libro de cuentos que tenía la historia del Cascanueces. En aquel momento mi Drosselmeyer fue mi padre, maestro y bibliotecario, quien me entregó ese maravilloso regalo para el alma y la imaginación. Yo no tenía idea de que existía un ballet del mismo nombre, pero aún así, mi espíritu bailó de alegría y de ensoñación.
Hoy en día sé que soñar, y dar al espíritu las alas para volar, es un primer paso para querer un mundo mejor para todas y todos. Los espíritus que bailan de entusiasmo ante lo novedoso, lo sublime, lo estéticamente hermoso, lo espiritual y lo profundo son espíritus capaces de albergar también la esperanza, la alegría de servir y la solidaridad.
Esa misma historia del Cascanueces que me enamoró en la adolescencia sube al escenario del Teatro de la UPR este fin de semana con el Balleteatro Nacional de Puerto Rico. Lo que verá el público en ese escenario será, ciertamente, una obra hermosa y un cuerpo de bailarinas de todas las edades dando lo mejor de sí mismas. Será un reencuentro con la magia de soñar. Sin embargo, ver más allá del escenario y entender el largo camino que recorren estas compañías de ballet para presentar una obra, es algo que requiere un poco más de esfuerzo de parte de los espectadores.
Pocas personas tienen una idea cabal del esfuerzo físico, mental, familiar y económico que realizan los integrantes de una compañía de ballet para llegar ante nosotras con una sonrisa en los labios mientras se elevan en piruetas maravillosas. La única explicación que se puede dar a una entrega de tal magnitud es la pasión y el amor. Sentimientos que los guían a todos y a todas, desde el director artístico hasta la que trabaja los vestuarios. ¿Cómo pueden hacer arte sin recursos económicos? ¿Cómo bailan, mueven escenarios, distribuyen promoción, resuelven el pago de deudas de la compañía y coordinan cada detalle del evento?
Estas iniciativas culturales deben apoyarse y entenderse como semillas para el bienestar general del país. Cuando el espíritu baila, abrazamos la idea de la libertad y la esperanza da como fruto un futuro mejor.

9.11.06

Celebrar la venganza

Los juicios viciados por el odio ya le han costado a la humanidad millones de muertes. Cuando se ajusticia en vez de impartir justicia, se validan las ideas de muerte y venganza. La humanidad retrocede un paso. Y todo el que celebra la venganza valida el retroceso y pone en evidencia su escasa capacidad de pensamiento crítico, ético e independiente.

Más allá de comentar la condena de Saddam Hussein, más allá de preguntarnos cuándo (al fin) se juzgará a Bush y cuándo la humanidad juzgará a quienes le han servido de verdugos, es importante preguntarnos qué valor damos a la justicia.

La visión simplista de crimen y castigo no es nueva. Muy al contrario, es un remanente de épocas oscuras de la humanidad. Es a la vez poner en práctica la premisa de que el más fuerte predomina y con él sus ideas. Al igual que en el resto del mundo, en Puerto Rico acabamos de vivir un juicio de pena de muerte que propuso a nuestro pueblo la idea de que matar con mecanismos legales es menos malo que hacerlo en la calle.

El discurso de venganza y odio encarnado en la fiscalía federal no es sorprendente. ¿Qué más se puede esperar de profesionales que alquilan su conciencia a una ideología amparada en premisas de supremacía? Una ideología que justifica la muerte de miles de iraquíes mientras, simultáneamente, condena a la horca a otro asesino que se salvaría de ella si hubiera tenido la “suerte” de nacer en Estados Unidos, ser blanco, petrolero, fundamentalista y conservador.

¿Quieren l@s puertorriqueñ@s validar la muerte o la fe en la humanidad? El silencio no es una contestación aceptable. Cuando un ser humano violenta el derecho a la vida, a la integridad física, a la intimidad, al desarrollo, a la libertad de otros seres humanos debe recibir una respuesta del resto de la sociedad. ¿Cuál será nuestra respuesta? La primera debe venir desde la introspección y juicio sobre nuestros propios actos. Si odiamos, si miramos con prejuicios y actuamos con superficialidad y egoísmo, es irresponsable señalar la violencia ajena y pedir penas de muerte. ¿Quiénes son los verdaderos culpables?

Las últimas de la fila

 No recuerdo que alguien me haya dicho de niña que debía ser la última en comer. Pero lo aprendí. De adulta, al cocinar o comprar comida par...