9.5.15

La amarga melancolía del amar y no ser


16 de mayo*



Hoy fuimos poesía.



 Caminamos por años las rutas del trabajo

 con la mirada puesta en la equidad

 sabiendo que la merecemos

 que es nuestro derecho

 y que no la podemos renunciar.



 Hoy fuimos poesía.



 Poesía que convocó y que respondió.



 Hoy fuimos poesía.



 Poesía escrita con el empeño

 con los pasos acompasados de los grupos de amores por los pasillos de la ley

 con las sonrisas cómplices

 con las risas que nos consuelan ante la balbuceante estupidez de quienes quieren justificar su homofobia

 con las miradas preocupadas buscando reafirmar que todo estará bien

 con la ira a flor de piel mientras insultan nuestra dignidad

 con el corazón volando entre tanta gente querida

 con el dolor acallado en la garganta ante la mirada desconcertada de los jóvenes que sufren las palabras de desprecio.



Hoy fuimos poesía.



 Poesía en abrazos

 en el grito de EQUIDAD

 en los besos de alegría

 y en la inconformidad latente.



 Hoy fuimos poesía.



 Poesía fuerte y valiente.

 Poesía solidaria.

 Poesía amorosa.



 Hoy fuimos poesía escrita en ritmo de victoria y de esperanza.



 Hoy fuimos poesía y versos que aún se están escribiendo

 para nuestra historia y para la eternidad.



Todavía recuerdo claramente el día 16 de mayo de 2013.  Ser parte del Comité Amplio para la Búsqueda de Equidad (CABE) y llegar al amanecer al Capitolio para garantizar los votos necesarios para el Proyecto del Senado 238 que en su versión original pretendía prohibir el discrimen por orientación sexual o identidad de género real o percibida en múltiples espacios públicos y privados. Ese día se logró su aprobación en el Senado de Puerto Rico y tuve que hacer un esfuerzo grande para manejar la ira y abrazar la esperanza ante el primer golpe que recibió el proyecto de ley debido a una petición de la senadora Rossana López.  Ese día se eliminó del mismo la parte de “real o percibida” y se excluyó de la protección del proyecto a personas LGBTT que no quieren revelar su orientación sexual o a heterosexuales que pudieran ser discriminadxs por ser percibidxs como parte de las comunidades LGBTT.



También recuerdo los días subsiguientes.  El trabajo intenso de CABE y de otros grupos LGBTT.  Las olas de apoyo solidario de camino a la Cámara de Representantes contrastando con las puertas cerradas de los representantes que se negaban a recibirnos para hablar de ese proyecto y del Proyecto de la Cámara 488 para enmendar la Ley 54 de Violencia Doméstica y proteger personas LGBTT.  Recuerdo también, perfectamente, las palabras de los que nos recibieron y nos dieron excusas para no apoyar la equidad.  Recuerdo la arrogancia de alguno que otro que sintió que nos tocaba mendigar derechos.  Recuerdo la cobardía de quienes admitieron que teníamos la razón pero que querían los votos de las iglesias de sus distritos.



Recuerdo- y sé que esas imágenes me acompañarán el resto de la vida- las reuniones improvisadas en los pasillos del hemiciclo de la Cámara para medir los daños que a cada minuto se acumulaban sobre el PS238 original, los esfuerzos para mantener la calma del grupo, la furia contenida cada vez que un representante se abrogaba el derecho de imponernos su ideología religiosa, ver el dolor de lxs jóvenes que estaban con nosotrxs y que entendían perfectamente los insultos a su dignidad humana.  Recuerdo el amor.  Recuerdo la combatividad. Recuerdo las risas.  Recuerdo el baile de YMCA en las gradas, el negarnos a ponernos de pie cuando se hicieron oraciones desde la vicepresidencia de la Cámara, el gritarle a la representante Charbonier que se fuera de la Cámara si, como ella decía, era incapaz de estar allí sin que se legislara con su dios.



Recuerdo el heroísmo de nuestra gente y de representantes y senadorxs que dieron la batalla por la equidad aun ante la amenaza de supuestos costos políticos. 



Recuerdo la imagen vibrante y poética de los gritos de “¡Equidad!” cuando se aprobaron ambos proyectos y los grupos fundamentalistas abandonaron las gradas del hemiciclo perseguidos por una multitud arcoíris que se sabía victoriosa a pesar de todo.



Recuerdo, que aun estando en Fortaleza para la firma de ambos proyectos no me abandonó una amarga melancolía del amar y no ser.  Porque la melancolía puede convivir con la esperanza y aún con la alegría.  Así de infinitos son los corazones humanos.  Cuando hablo del amar y no ser, me refiero a un estado de conciencia en el cual se sabe que se ama al prójimo, se ama la vida, se ama a nuestra pareja y a nuestras familias y aun así, no logramos ser ese ser humano pleno que tenemos derecho a ser por las barreras del prejuicio y las desigualdades.  Es saber que el amor no nos protegerá de algún evento violento a manos de una persona homofóbica

ni tendrá el poder de abrazar a alguna joven lesbiana que piense en quitarse la vida luego de ser golpeada o rechazada por su madre, amparar a una trans que siente que nació para ser esclava de la pobreza o un viejo gay que llora solo en un asilo la separación de su compañero de vida porque no les permiten compartir el cuarto.



A dos años de ese momento histórico, la agenda de equidad para las comunidades LGBTT sigue viva, esperanzadora, caminando sin tregua hacia el futuro.  Pero también, aquella amarga melancolía del amar y no ser me acompaña y va agarradita de la mano con la eterna esperanza, la alegría y una felicidad que fluye de momento en momento porque sabe que no tiene derecho a ser absoluta hasta que la agenda se complete.



Muchas cosas han cambiado en estos dos años.  CABE ha crecido.  Ha madurado como colectivo y abrazó una agenda amplia de equidad desde una conciencia clara de que la equidad es algo más que prohibir el discrimen en el empleo o tener derecho a contraer matrimonio.  Una agenda de equidad es una agenda de derechos humanos y es una agenda política que reconoce los distintos niveles de vulnerabilidad al interior de las comunidades LGBTT y también las intersecciones de las opresiones.



Quizás en este momento haya temas que ocupen los espacios de discusión pública con mayor protagonismo.  El matrimonio igualitario es uno de esos temas.  También el de adopción y aún el de perspectiva de género.  Pero lo cierto es que hay decenas, sino cientos, de temas que aún requieren ser atendidos.  No todas las personas LGBTT desean casarse o adoptar niñxs.  Y ni el matrimonio ni la adopción nos garantizan respeto, paz y dignidad en los demás espacios sociales.  Así que ambas luchas, aunque necesarias y urgentes, no son las únicas que tenemos que atender.  Haciendo y caminando, seguimos llevando en el corazón la certeza de que el trabajo no se acaba hasta que la persona LGBTT más vulnerable ante las inequidades vea garantizados sus derechos.



Si miramos nuestros derechos humanos desde una perspectiva holística y de género, sabemos dos cosas.  La primera es que no podemos fragmentar las aspiraciones, sueños, preocupaciones y vivencias de una persona.  Una persona es un entramado complejo de identidades que le llevan a pensar, sentir y actuar desde espacios de todo tipo: emocional, espiritual, mental, físico, familiar, comunitario, económico, de clase, raza y mucho más.  La segunda cosa que sabemos es que el género, y la manera en que se construye socialmente, es un espacio idóneo para levantar las más terribles exclusiones y prejuicios en contra de las comunidades LGBTT por el mero hecho de no responder al concepto binario de “masculino” versus “femenino” que se presenta como “normal”.  Esas mismas construcciones nos retan al interior de nuestras comunidades porque la misoginia, el clasismo y otros prejuicios nos acompañan y se manifiestan aún dentro de nuestros propios espacio.  Ser gay no te quita automáticamente lo misógino y tampoco ser lesbiana.  Ser trans no te quita el pensamiento fundamentalista que te condena a ti y al resto de las personas LGBTT.  Ser bisexual no te quita los prejuicios de clase contra otra gente gay.  En ese sentido, no nos queda más remedio que apostar a la perspectiva de género como una herramienta de análisis que allane el camino a la equidad.



Sabemos muchas otras cosas cuando miramos con atención a otros seres humanos y nos comprometemos con la equidad.  En marzo pasado, defensorxs de derechos humanos de nuestra Isla lograron comparecer ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en una audiencia para la cual se trabajó por mucho tiempo.  Aunque se presentó el estado de los derechos humanos de diversos grupos en Puerto Rico, destacaré aquí (por razones obvias) la importancia del informe sobre comunidades LGBTT preparado por estudiantes de la Clínica de Discrimen por Orientación Sexual e Identidad de Género de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico.  



Tras un arduo trabajo de investigación y entrevistas, el informe sobre el estado de nuestros derechos humanos logró exponer distintas áreas de nuestras vidas como personas LGBTT.  Destacaron temas de acceso a servicios de salud, vivienda, educación y trabajo.  También el tema del discrimen y cómo las personas LGBTT pueden ser privadas de cosas tan básicas como el derecho fundamental al matrimonio o a formar una familia.  Otro tema fundamental fue el de la vulnerabilidad a la violencia, algo que ha ocupado primeras planas por el nivel de homofobia que destilan los crímenes que se han cometido contra personas LBGTT.



¿Tenemos una agenda LGBTT?  Líderes fundamentalistas se pasan hablando de esa agenda.  Sólo que mienten sobre ella.  Nuestra agenda no pretende dominar el mundo ni cambiar la orientación sexual de otras personas.  Nuestra agenda tampoco incluye robarse la niñez ni destruir matrimonios ajenos. 



La agenda LGBTT, la que CABE abraza, es una agenda de equidad que mira desde el amor y el compromiso al resto de las comunidades LGBTT y se pregunta qué hay que hacer (y lo hace) para garantizar la vida, dignidad, desarrollo y felicidad de todxs.  Suena idealista, pero no lo es.  Esta es la generación a cargo de cambiar la historia.  Desde las comunidades LGBTT y desde la sociedad civil representada por todo tipo de persona que sin importar sus creencias religiosas o políticas sabe que la equidad para nosotras es lo justo y es lo necesario.  A fin de cuentas es la única manera de quitarse de encima la amarga melancolía del amar y no ser.





* Poema escrito en la noche del 16 de mayo de 2013- ©Amárilis Pagán Jiménez

Esta columna fue parte del Dossier LGBTT de 80 Grados en el verano de 2015.

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