11.10.21

¿Saldrán del clóset?






No quiero cerrar el día sin hablar de los y las políticas que están en el clóset. Aunque hay gente que piensa distinto a mí- y respeto sus opiniones- soy de las que cree que si un servidor público usa su poder para hacer daño a las comunidades LGBTTIQ siendo parte de nosotras, 💥 merece ser sacado del clóset. 


La homofobia y lesbofobia son violentas. Tanto, que la gente siente un miedo genuino a salir del clóset. Temen el escarnio público, el rechazo, la pérdida de trabajo, la pérdida de familias y amistades. Temen ser víctimas de la violencia. Eso lo entiendo. Creo que cada cual debe salir cuando esté lista. Excepto con los políticos. 


💥 Una cosa es estar en el clóset y otra muy distinta convertirse en parte de los grupos de odio que trabajan activamente para restarnos derechos humanos. 


Y hablo de legisladores y legisladoras que son LGBT, pero hablan, votan y actúan en contra de todo lo que suene a equidad. Aún a sabiendas de que se están haciendo daño a sí mismos, y aún a sabiendas del sufrimiento y de la violencia por los que pasan otras personas como consecuencia de sus acciones. 


También hablo de pastores, sacerdotes y otras personas del mundo religioso que se creen a salvo de las miradas ajenas y que andan por la vida cabildeando discrimen y desigualdad.


¿Sabrán que en este país todo el mundo se conoce? ¿Sabrán que siempre hay gente que les ve, les lee, se relaciona con ellas y ellos y se cansan de esas dobles vidas? Y hablan. Esas personas que les conocen, hablan.


Hoy es día de salir del clóset. Ojalá lo usen para reflexionar y hagan lo correcto. No tienen que salir del clóset. Basta con que no hagan más daño y comiencen a corregir esas posturas conservadoras y autodestructivas que terminarán con sus carreras. Y créanme, la experiencia nos dice que siempre les saca del clóset alguien cercano. Seguramente nosotras, las activistas, solo seremos testigos de esa salida. Tal vez, hasta defendamos su dignidad aunque no se lo merezcan.


# DíaInternacionalDeSalirDelClóset 

#11octubre

9.10.21

El derecho a envejecer en paz

Mami. Desde enero pasado es lo que ocupa cualquier retazo de mi tiempo que no sea trabajo. Mis fines de semana son de ella. La semana también: la carga mental que supone coordinar cuidadoras, médicos, gestiones, decisiones (grandes y pequeñas) y asumir la responsabilidad de todo lo que pase bajo mi mirada. No puede una distraerse sin temer consecuencias.

Y ahí voy. A la naturalidad con la que socialmente se asume que nos toca a las mujeres. De la misma manera que nos siguen tocando los niños y niñas, las personas enfermas o con discapacidad, las comunidades abatidas por los desastres y todas sus víctimas, sus hambres, sus muertes. 

Este tema no es nuevo para mí. Las feministas llevan décadas hablando de los cuidos, de la economía del cuido, de sus implicaciones en las vidas de las mujeres, en su capacidad de desarrollo y de lograr su bienestar. Pero nos queda tarea. Y mucha. Porque si aún desde todos mis privilegios y desde mi mirada alerta, el cuido de Mami y Papi me impacta, me agobia, me trastoca la vida, imaginen la vida de las demás. De las que no tienen ni una pizca de empatía en el resto de la familia, las que no pueden agenciarse una persona que apoye en el cuido o no tienen hermanos o hijos (así, en masculino) que también asuman algo de la carga. Imaginen las que apenas saben leer, no tienen auto propio, se quedan encerradas con la persona a su cargo y al margen del paso de la vida más allá de la puerta de sus casas… Me da horror pensarlas.  Pero me da más rabia el sistema que permite esto. 

No hay dignidad para la gente vieja de este país. No hay sistemas reales, robustos, coherentes y compasivos que les garanticen espacios saludables, de plenitud y de respeto a sus necesidades. Cada cual, o cada cuidadora, o cada familia, tiene que agenciarse esto como pueda. Así, como si fuera una sociedad de salvajes donde se enviaran las personas viejas al bosque a morir.  Hemos normalizado la carencia de servicios y las barreras que encontramos para recibirlos. Apostamos- como en tantas otras cosas- a soluciones individuales. 

Mami está bien. Pero con un sistema social enfocado en el bienestar, y no en el lucro de quienes operan los sistemas y planes de salud, estaría mejor. Sobrevivió un  infarto cerebral masivo (no gracias al hospital Menonita) y aunque tiene movilidad muy limitada, tiene a su alrededor una familia que la ve como alguien cuyo potencial sigue vivo. Por eso los cuidos, la dieta cuidada, las terapias (en casa porque el plan médico Menonita no la ve con ese mismo potencial), la búsqueda de información, el amor.  

Mami. Papi. Y tantas otras personas viejas que trabajaron toda la vida, llegan a este punto y hasta sus exiguas pensiones están en riesgo.

Si no les basta tener que luchar por la niñez, piensen si tampoco les basta luchar por sus madres, padres y abuelas-os. Pregúntense qué quedará luego para nosotras. Las que cuidamos y no sabemos quién cuidará de nosotras. Acá tampoco cuentan las soluciones individuales.

Yo siento tristeza. Sí. Y me agobio. Pero lo más que me pesa- y por lo que escribí- es porque estoy viendo de cerca un problema estructural, de desigualdad, de falta de equidad y derechos humanos, y el estar en este momento donde estoy no me deja fuerzas para jamaquear esa estructura desigual y violenta para adelantar el bienestar  de nuestras personas viejas y de sus cuidadoras.  Me frustro.

Seguramente yo voy a vivir esto mejor que mucha gente. Los recursos que de momento no tengo, siempre aparecen. Tengo primas y primos que trabajan en el campo de la salud y siempre me han apoyado, otros que ven una necesidad y sin preguntar, la cubren, un hermano que desde el otro lado del mundo se conectaba por horas en llamadas en vídeo mientras yo estaba con Mami en el hospital, me acompañaba y me sigue acompañando, un hijo que pasa la semana a cargo de Mami y Papi para que yo pueda trabajar, otro que estuvo también meses con ellos, cuidando, haciendo, resolviendo los dos. 

Yo estoy bien dentro de todo y creo que ni quejarme debería. Tengo fuerza, amor, recursos… También impotencia. Por el resto. Porque no está bien que esto sea así para nadie. 

Ya le daré más forma a esto. Eso espero. 

Y mi abrazo a todas las cuidadoras que han comentado. Las veo. Las quiero también. Siento profundamente que en nuestro país los últimos años de nuestras madres y padres se tengan que marcar con tanta precariedad. 

Las últimas de la fila

 No recuerdo que alguien me haya dicho de niña que debía ser la última en comer. Pero lo aprendí. De adulta, al cocinar o comprar comida par...