26.8.16

Hablemos de pobreza y PAN

Foto por Jack Delano/ Niñas y niños en Barranquitas
Nota de la autora: Hablemos de pobreza y del PAN. Hay que seguir hablando porque es nos toca como país donde las desigualdades han arrinconado en la pobreza a cientos de miles de personas. Acá mi columna sobre el tema. Comparte, por favor. Necesitamos que la gente entienda de que en estas elecciones este es un tema central y que tenemos que cambiar la manera de pensar el rol del gobierno.

Pensar que la nueva regulación del PAN no afecta a las poblaciones más vulnerables de la Isla sólo es posible si se viviera en una burbuja. La noticia emitida en el día de ayer por el Departamento de la Familia es desoladora para miles de familias de la Isla que dependen del PAN para sostenerse precariamente en un país donde las estadísticas apuntan a un nivel de pobreza que debería alarmarnos a todas.

El verano pasado, el Instituto de la Juventud reveló los resultados de un estudio sobre el estado de bienestar de nuestras niñas, niños y jóvenes. Cerca del 57% vive en pobreza, un 84% vive en zonas de alta pobreza. Su pobreza no es fortuita, es heredada de madres y padres que también la viven y que enfrentan un clima económico en el cual no hay empleos. Más de la mitad de las madres y padres de estas niñas y niños no tienen un empleo seguro.  No lo tienen porque no existen empleos seguros en una Isla donde sólo hay trabajos de temporada, a medio tiempo y con salario mínimo que te dejan en el bolsillo, si acaso, $570 mensuales. ¿Son pobres porque no saben cómo gastar los $8 a $19 que reciben a diario del PAN o de un trabajo precario? ¿Cómo se vive con esa cantidad?

Si miramos la población de edad avanzada, no es un secreto que también en ella existen altas tasas de pobreza que se complica con situaciones de salud que no son efectivamente atendidas por el sistema de salud. Una persona sola, que no pueda trabajar y que no reciba otro apoyo familiar, deberá pagar alquiler, agua, luz, medicamentos y alimentos con lo poco que reciba del PAN. ¿Son nuestras personas viejas pobres porque son vagas y no saben gastar bien los $4.50 diarios del PAN?  

Definamos pobreza correctamente y no según los estereotipos que tanto le gustan a ciertos grupos para lavarse la conciencia. Si bien es cierto que la pobreza en otros países es de la que sólo tiene $1 para pasar el día, la pobreza de nuestra Isla no es menos mala. Pobreza es tener que comprar alimentos de bajo valor nutricional y que te enferman porque no puedes pagar los saludables. Pobreza es también tener que elegir entre comida o medicamentos porque no puedes pagar los dos. Pobreza es pagar la luz un mes y el agua al siguiente porque no tienes con qué pagar y para eso, sacas cada pesito que te sobra del PAN. Pobreza es no poder ir a un hospital porque no tienes cómo o porque no puedes pagar el deducible. Olvídense de carros, ropa y otros gastos. En Puerto Rico hay gente que no puede pensar en eso. Esa misma gente es la que ha caminado la seca y la meca buscando empleos que le niegan o la que montó un puestecito de ventas y tuvo que cerrarlo porque no tenía los recursos para cumplir con todo lo que pide el gobierno. De todo eso se trata la pobreza y también del estigma, del prejuicio y la invisibilidad.

Esa misma invisibilidad es la que nos tiene hoy aquí. Dependiendo de una regulación federal sobre la cual no tenemos ningún poder y viendo al gobierno sin un plan alterno. Negar la pobreza y estigmatizarla es la mejor excusa para no hacer lo que nos toca. ¿Y qué nos toca? Se preguntará usted mientras piensa que la pobreza es un monstruo grande que no puede eliminarse.  Sepa que la pobreza tiene remedio y lo han demostrado modelos de trabajo que apuestan a la educación, el apoderamiento, la inversión social y el desarrollo económico comunitario. Lo han demostrado con resultados y a un costo menor del que tienen las inversiones en megatiendas que crean empleos a tiempo parcial y que pagan con subsidios o empresas de alto nivel que necesitan $200 millones para crear 10 empleos.

La eliminación del efectivo del PAN podría parecer algo lógico si se considera que es una ayuda para alimentos. Sólo que es una lógica fría y despiadada que ignora el contexto en el cual se da.  Nuestro gobierno sabía desde hace más de 10 años que no podía depender exclusivamente del PAN o de ayudas federales para sostener a las miles de familias que viven en pobreza. Lo sabía y no hizo nada. Invirtió en incentivos industriales y corporativos cuyos resultados no han auditado y en contratos nacidos de la corrupción.  Hoy eso lo pagarán cientos de miles de niñas y niños, sus familias y nuestra población envejecida. También lo pagarán los pequeños comercios que no son parte de la red de proveedores de la tarjeta electrónica y veremos toda una cascada de consecuencias que sólo traerá más pobreza.

¿Hasta cuándo nuestra gente que vive en pobreza aguantará? Quienes creemos en la justicia social y económica no podemos quedarnos de brazos cruzados. El gobierno tampoco. La crisis humanitaria que se había predicho ya es una realidad, pero es una realidad que no tenemos que aceptar y que tenemos el deber de cambiar.

Para leer más de lo que he escrito del tema, puedes ver la columna que escribí para 80 Grados en el 2013 y que se llama $11 al día

25.8.16

Los pantalones de Luisa y de Karina




Hace más de un siglo, Luisa Capetillo usó pantalones en público y se convirtió en el centro de ataques de todo tipo. Ataques que tenían como fundamento la noción de que las mujeres debían sujetarse a un código de vestimenta que excluía los pantalones.

Ahora, en pleno Siglo XXI no son los pantalones de Luisa los que causan revuelo, sino los de Karina. Cuando ya dábamos por sentado que el uso de pantalones por las mujeres es cosa normal, una escuela de Comerío nos recordó que en el Departamento de Educación hay un doble discurso al hablar de equidad.  Uno, el que aparece escrito en sus cartas circulares sobre equidad, uniformes y acoso escolar. Otro, el que se construye con actos y no con palabras y que nos habla de juicios morales, discrimen y violencia institucional. ¿Todo eso por unos pantalones? Todo eso y más.

A Karina se le privó de su derecho a la educación por no usar el uniforme aprobado en la escuela. Resulta que en esa escuela el uniforme aprobado para las niñas es el de falda y al reunirse con el Secretario de Educación le dijeron que si desea pantalón, debe usar el uniforme de los varones. Más allá de si a Karina le gustó o no esa opción, el punto importante aquí es el siguiente: ni esa escuela, ni ninguna otra escuela pública de la Isla debería prohibir el uso de pantalones a las niñas y jóvenes. Esa debería ser una opción estándar en todo código de vestimenta escolar.

Las razones son muchas. Tenemos dos cartas circulares del 2015. Una sobre equidad en la educación y otra en la que el propio departamento reconoce que no se debe lacerar la dignidad de una estudiante por no usar el uniforme y que tampoco se le debe privar de su derecho a la educación. ¿Otra razón? ¿A quién se le ocurre prohibir a una joven usar pantalones?


Entonces, apareció Karina y luego otras estudiantes de la misma escuela para repetir lo que Luisa Capetillo tuvo que hacer antes: retar la rigidez y la desigualdad. Retar al sistema educativo que debía existir para liberar seres humanos y no para oprimir. Retarnos a nosotras a hacer más porque hay más, mucho más que hacer. Esto no se trata de los pantalones. Se trata de mucho más, de un sistema que se niega a cambiar, de funcionarias que se creen con derecho a imponerse por encima de políticas públicas y de la incapacidad del Secretario de hacer valer su palabra empeñada hace más de un año a favor de la equidad. Si esto pasa por unos pantalones, ¿qué esperar del Departamento cuando haya que trabajar por lo demás? Por cierto: ¿Cómo vamos con el currículo de equidad y los adiestramientos a educadoras y educadores? Coquí.

5.8.16

La Parguera es nuestra



(Originalmente publicada como entrada en facebook)

La Parguera es nuestra. Como país. Y su belleza y su riqueza nos tientan de maneras terribles para violentar el derecho al disfrute y la posesión colectiva de su costa.
Nos tienta el apego a lo material, el privilegio que se nos hace invisible porque terminamos aceptándolo como algo natural. Nos tienta la idea de que algún día nosotrxs también tendremos nuestro cantito de costa. Nos tientan sueños de un país que jamás debimos pensar así porque miren lo que nos cuesta hoy. Las casas de la Parguera son el resultado de no haber sabido resistir las tentaciones.
Y ante esas tentaciones, muchxs han desarrollado una nueva conciencia de resistencia que se expande desde la solidaridad para reclamar que las playas no están sujetas ni al apego ni al privilegio. Las playas y las costas no son cantitos de algo que se vende o se posee desde lo individual.
Si el mar es infinito, infinito debe ser el derecho a llegar a él y sumergirse en su energía. Infinito el derecho a la vida del resto de la naturaleza que lo habita y lo hace mágico y a la vez indispensable para el planeta.
Estoy segura de que el Gobernador Alejandro García Padilla lo sabe. Ojalá acabe de vetar el ‪#‎PS1621‬. Para que lxs demás estemos en paz y sintamos que poco a poco recuperamos algo del país que nos han estado quitando.
‪#‎LaParguera‬ no sólo es tentación. Hoy es resistencia. También es inspiración.

Las últimas de la fila

 No recuerdo que alguien me haya dicho de niña que debía ser la última en comer. Pero lo aprendí. De adulta, al cocinar o comprar comida par...