17.11.06

Cuando el espíritu baila

Tenía 13 años cuando me encontré con un libro de cuentos que tenía la historia del Cascanueces. En aquel momento mi Drosselmeyer fue mi padre, maestro y bibliotecario, quien me entregó ese maravilloso regalo para el alma y la imaginación. Yo no tenía idea de que existía un ballet del mismo nombre, pero aún así, mi espíritu bailó de alegría y de ensoñación.
Hoy en día sé que soñar, y dar al espíritu las alas para volar, es un primer paso para querer un mundo mejor para todas y todos. Los espíritus que bailan de entusiasmo ante lo novedoso, lo sublime, lo estéticamente hermoso, lo espiritual y lo profundo son espíritus capaces de albergar también la esperanza, la alegría de servir y la solidaridad.
Esa misma historia del Cascanueces que me enamoró en la adolescencia sube al escenario del Teatro de la UPR este fin de semana con el Balleteatro Nacional de Puerto Rico. Lo que verá el público en ese escenario será, ciertamente, una obra hermosa y un cuerpo de bailarinas de todas las edades dando lo mejor de sí mismas. Será un reencuentro con la magia de soñar. Sin embargo, ver más allá del escenario y entender el largo camino que recorren estas compañías de ballet para presentar una obra, es algo que requiere un poco más de esfuerzo de parte de los espectadores.
Pocas personas tienen una idea cabal del esfuerzo físico, mental, familiar y económico que realizan los integrantes de una compañía de ballet para llegar ante nosotras con una sonrisa en los labios mientras se elevan en piruetas maravillosas. La única explicación que se puede dar a una entrega de tal magnitud es la pasión y el amor. Sentimientos que los guían a todos y a todas, desde el director artístico hasta la que trabaja los vestuarios. ¿Cómo pueden hacer arte sin recursos económicos? ¿Cómo bailan, mueven escenarios, distribuyen promoción, resuelven el pago de deudas de la compañía y coordinan cada detalle del evento?
Estas iniciativas culturales deben apoyarse y entenderse como semillas para el bienestar general del país. Cuando el espíritu baila, abrazamos la idea de la libertad y la esperanza da como fruto un futuro mejor.

9.11.06

Celebrar la venganza

Los juicios viciados por el odio ya le han costado a la humanidad millones de muertes. Cuando se ajusticia en vez de impartir justicia, se validan las ideas de muerte y venganza. La humanidad retrocede un paso. Y todo el que celebra la venganza valida el retroceso y pone en evidencia su escasa capacidad de pensamiento crítico, ético e independiente.

Más allá de comentar la condena de Saddam Hussein, más allá de preguntarnos cuándo (al fin) se juzgará a Bush y cuándo la humanidad juzgará a quienes le han servido de verdugos, es importante preguntarnos qué valor damos a la justicia.

La visión simplista de crimen y castigo no es nueva. Muy al contrario, es un remanente de épocas oscuras de la humanidad. Es a la vez poner en práctica la premisa de que el más fuerte predomina y con él sus ideas. Al igual que en el resto del mundo, en Puerto Rico acabamos de vivir un juicio de pena de muerte que propuso a nuestro pueblo la idea de que matar con mecanismos legales es menos malo que hacerlo en la calle.

El discurso de venganza y odio encarnado en la fiscalía federal no es sorprendente. ¿Qué más se puede esperar de profesionales que alquilan su conciencia a una ideología amparada en premisas de supremacía? Una ideología que justifica la muerte de miles de iraquíes mientras, simultáneamente, condena a la horca a otro asesino que se salvaría de ella si hubiera tenido la “suerte” de nacer en Estados Unidos, ser blanco, petrolero, fundamentalista y conservador.

¿Quieren l@s puertorriqueñ@s validar la muerte o la fe en la humanidad? El silencio no es una contestación aceptable. Cuando un ser humano violenta el derecho a la vida, a la integridad física, a la intimidad, al desarrollo, a la libertad de otros seres humanos debe recibir una respuesta del resto de la sociedad. ¿Cuál será nuestra respuesta? La primera debe venir desde la introspección y juicio sobre nuestros propios actos. Si odiamos, si miramos con prejuicios y actuamos con superficialidad y egoísmo, es irresponsable señalar la violencia ajena y pedir penas de muerte. ¿Quiénes son los verdaderos culpables?

23.10.06

Un modelo universal


“Compórtate de tal modo que tu conducta pueda servir de modelo universal.”Kant

Ni Puerto Rico, ni el resto del planeta aguantan el estilo de vida consumista que se ha convertido en símbolo de progreso en nuestra sociedad. Mientras nuestros recursos naturales son devorados por el afán de lucro del llamado desarrollo, nuestras comunidades excluidas luchan para sobrevivir la pobreza y la falta de acceso a los bienes y servicios que les son negados por ese mismo desarrollo.

¿Puede servir nuestra conducta individual y colectiva de modelo universal? Sólo imaginemos por un segundo qué pasaría con nuestro ambiente si todos los puertorriqueños decidieran vivir atrincherados en urbanizaciones exclusivas y alienadas. Imaginemos qué pasaría si todos optáramos por arrasar los campos para especular con su valor monetario y confiáramos en la tranquilidad artificial que produce el pensar que el árbol del área común de nuestra urbanización es suficiente para reciclar el aire contaminado con las actividades que forman parte de ese mismo “estilo” de vida. Imaginemos el futuro de nuestra infancia si todas las familias optaran por aislarse de sus vecinos y vivir la cotidianidad como entes separados del entorno.

¿Qué pasaría si el resto del mundo actuara igual que nosotros? ¿Si consumiera, malgastara, odiara y juzgara a sus semejantes igual que nosotros? Imaginar un planeta así asusta y agobia. Sería un mundo sin futuro, parte de un panorama en el que las guerras se entronizarían de una vez y por todas amparadas en esos mismos principios de odio, de intolerancia y de avaricia por acaparar los recursos del planeta que pertenecen a todos y no a unos pocos.

La opción de la esperanza surge mientras actuamos y evaluamos nuestras acciones a la luz de lo que podría ser un modelo universal. Si queremos un futuro, no nos queda otra opción que abrazar la solidaridad honesta y activa. ¿Cómo sería nuestro futuro si al fin limitamos nuestros excesos, trabajamos con los líderes de las comunidades más pobres, depositamos nuestra energía en el bien común y no en el propio, y nos liberamos de los prejuicios para aceptar a nuestro prójimo?

18.9.06

Una canción para Isadora



Ver crecer a nuestras niñas y convertirse en adolescentes nos conmueve, nos alegra, nos hace sentir orgullosas. También nos asusta, nos enoja, nos frustra. Todo esto si ejercemos una maternidad y una paternidad responsable y atenta. Por eso, cuando escucho la música que domina la radio, me pregunto si toda adolescente tiene la suerte de ser soñada y amada por sus progenitores.

La música es un imán para toda jovencita que, en medio de la adolescencia, busca imágenes, voces e ideas que le den respuestas a sus preguntas.

¿Qué tipo de canción quisiera que contestara las preguntas de mi hija? Como mujer que cree en la equidad de ambos géneros y que apoya la crianza de nuestras hijas e hijos desde una perspectiva de paz, miro a mi alrededor y aguzo el oído. Evalúo lo que se oye cerca y también lo que se oye más allá, porque ese eco llegará a ella de una manera u otra.

Una canción para Isadora no debe trivializar lo que es la esencia de todo ser humano. Una canción para mi hija, y todas las hijas de nuestro país, no debe pedirles que menosprecien su cuerpo y acepten ser utilizadas para beneficio de otros y al margen de lo que representa su espiritualidad y su capacidad de desarrollar su potencial. Una canción para ellas no debe exponer la violencia como algo natural, y menos aún, justificarla a base de desamores y prejuicios de género.

Una canción para una niña-mujer de 13 años, y para todas las demás, debe hablar de cuánto vale cada ser humano independientemente de su género, de cómo tienen derecho a participar ampliamente y desde la equidad en la toma de decisiones del país, de cuán importante es que vivan desde principios de justicia y de amor y que no acepten menos de quienes les rodean.

Una canción para las generaciones nuevas debe tener como coro palabras de esperanza, de responsabilidad y de compasión hacia el resto de la humanidad… así como para sí mismas…

“El amor te habita,
el amor te forma y transforma,
el amor es universal
y el universo eres tú
desde la paz, desde la equidad…”

1.9.06

Con el diablo y con Dios

Hay un muro muy inestable separando a nuestras iglesias de nuestro gobierno. A veces es sólido e impenetrable. A veces es transparente y liviano y se abre para dar paso libre al otro lado. Algo así sería una incógnita para la ciencia. Un material cuya densidad cambia a voluntad de una de las partes y según su conveniencia. Es inestable y frágil. Pone en peligro nuestra democracia y nuestra capacidad política de proteger los derechos humanos de nuestra gente.
En estos días las iglesias clamaron para que se respetara el principio de separación entre “Iglesia” y “Estado”. Se movilizaron rápidamente y en bloque para exigir al Departamento de Hacienda que se les exima del registro requerido para el impuesto sobre el consumo. Ese día el muro que separa ambas fuerzas se hizo sólido e impenetrable.
Algo sorprendente, porque son esas mismas iglesias las que abarrotan los pasillos del capitolio e invaden oficinas gubernamentales tratando de decir a ese mismo “Estado” cómo y cuándo legislar con relación a temas como las uniones de parejas del mismo sexo, el aborto, la distribución de fondos para asuntos sociales y muchos otros. Esas son las ocasiones en las que el muro se convierte en una mera línea, confusa y borrosa. Casi invisible. Franqueable. Así sucedió en mayo pasado con el cierre gubernamental cuando pidieron intervenir en nombre de la Paz pero sin dejar de lado sus discursos religiosos particulares.
En nuestro país conviven múltiples creencias religiosas. Algunas no son cristianas e inclusive hay quienes se autodenominan ateos. Esto nos obliga a reforzar urgentemente el muro que separa a la “Iglesia” del “Estado”. De lo contrario estaríamos imponiendo a la ciudadanía legislaciones y decisiones basadas en principios religiosos y no en principios que partan del bien común, la salud pública, la justicia social. ¿Hay creencias religiosas más correctas que otras? Sería un error tratar de decir algo así. Sin embargo, su enseñanza y práctica deben limitarse al ámbito al cual pertenecen y no pretender ser impuestas al resto de la sociedad desde ese “Estado” contra el cual acaban de levantar la defensa de separación.

23.8.06

¿Ha muerto el feminismo?



¿Ha muerto el feminismo? Se ha corrido ese rumor últimamente. ¡Ya quisieran eso los fundamentalistas religiosos y quienes viven desde los prejuicios y pasan de generación a generación sus miedos a perder poder y control. Hoy, las mujeres siguen siendo un grupo cuyo desarrollo y acceso a los bienes y al poder político está limitado. El sexo, azar de la naturaleza, determina en muchos sentidos nuestras posibilidades de educación, trabajo, vivienda, y de elegir libremente qué hacer con nuestras vidas. Autoproclamarse feminista representa enfrentar la crítica y las actitudes defensivas de terceras personas. Sin embargo, eso no se dice. No es políticamente correcto. Tenemos que ser conciliadoras.
Se han logrado muchas cosas, pero no es suficiente. Aún no hay equidad y justicia. Los planteamientos feministas siguen teniendo vigencia. Aún atemperándolos a los tiempos y a las generaciones actuales no podemos dejar de reconocer que sigue existiendo una relación de subordinación de las mujeres frente a los hombres. Es un planteamiento real y actual muy lejos de ser anacrónico.
¿No existe subordinación cuando encontramos discrimen por razón de género y hostigamiento sexual en nuestros trabajos? ¿No es subordinar a una mujer el someterla a los estragos de la violencia doméstica y que el resto de la sociedad justifique y avale esa violencia? ¿No estamos en un estado inferior ante los hombres cuando se cuestionan nuestras ideas y nuestros pensamientos a base de nuestro sexo? ¿Cuándo se nos atribuyen rasgos de carácter a base de una supuesta naturaleza femenina? ¿Y cuando se nos juzga por decidir trabajar en lugar de criar a nuestros hijos? ¿No es acaso subordinación el obligarnos a parir y pretender quitarnos el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos? Ningún hombre aceptaría tal sometimiento. Las mujeres tampoco deberían.
Ser entes que promuevan el cambio social para beneficio de todas y todos es parte de los principios que definen a las feministas. La idea es retar. No todo lo que se acepta en nuestra sociedad es correcto, es justo, es adecuado para el bienestar de todas y todos. La historia está llena de episodios que lo demuestran. El futuro puede ser distinto a como nos lo han anunciado los falsos profetas que se alimentan de las injusticias del presente.
¿Queremos una guerra de los sexos? Así se ha vendido el feminismo por sus detractores. Quienes lo compraron así, compraron otra cosa. Nuestro objetivo es mucho más ambicioso, por cuanto busca transformar las relaciones entre los hombres y las mujeres para que todas las personas desarrollen mejor sus potencialidades.
Los cambios profundos, que pretenden eliminar de nuestra sociedad las inequidades, siempre encuentran resistencia. Sin embargo nada detiene el cambio. Es inevitable que la humanidad camine hacia su mayor bienestar. Y eso no podrá excluir a las mujeres.
La generación anterior a nosotras fue de feministas y de mujeres que salieron de sus casas a trabajar. Retaron a sus familias, a sus iglesias, a sus comunidades y eligieron un camino difícil, pero digno y valeroso. ¿Qué le agradecemos a esa generación y cómo lo agradecemos?
En nuestra generación damos por sentadas muchas cosas de las que gozamos hoy en día. Pero éstas no existirían sin las largas jornadas de trabajo político, legal, social y comunitario que asumieron esas otras mujeres. No habría una ley para intervenir con la violencia doméstica, no se reconocerían nuestros derechos al voto, al trabajo, a la licencia por maternidad y cientos de cosas más. El balance final (más mujeres con dobles jornadas de trabajo, más jefas de familia) parece desfavorecernos por ratos. Eso no es verdad. Sólo debemos aceptar que mejorar nuestras condiciones de vida actuales fue la asignación que quedó para nosotras y el regalo que debemos hacer a nuestras hijas e hijos.
Debemos aprender a interpretar el entorno social que habitamos desde una perspectiva de mujer. La perspectiva tradicional, indudablemente masculina, nos confunde y nos mueve a aceptar principios que van en contra de nuestras vidas, de nuestro desarrollo, de nuestra dignidad.
Hay mujeres jóvenes que sienten que ya se logró todo lo que se podía lograr. Las invito a mirar desde sus propios ojos, las invito a cuestionar desde sus propias mentes, las invito a actuar desde un sentido honesto de lo que es la justicia. Reten la sociedad. Rétense a sí mismas y verán. Reten a sus parejas, a sus familias para que caminen junto a ustedes. Hay feministas para rato. Existirán mientras haya derechos que reclamar y mujeres que los reclamen. ¿Quién le teme a ser llamada feminista? Yo no.

11.8.06

La mala educación...

Existe la mala y la buena educación. La educación costosa versus la que depende de un mínimo de recursos y materiales. También existe la educación con perspectiva crítica y la educación vacía, que sólo se encarga de perpetuar el estatus quo. Por último existe la educación que se da en nuestras escuelas públicas. ¿Buena? ¿Mala? Es totalmente heterogénea. No es posible establecer si un sistema educativo es bueno o malo a base de meros criterios económicos. La mente humana no tiene precio y su capacidad de desarrollo y de expansión tampoco.

No deja de molestar, sin embargo, la constante alusión a la falta de recursos en nuestros planteles escolares. No porque no sea cierto, sino porque parece más bien la excusa perfecta para las mentes mediocres que se han anidado en nuestro sistema educativo y que sabotean nuestro más preciado recurso nacional: las mentes de nuestros niños y jóvenes.

Como ya dije, tenemos un sistema educativo muy heterogéneo. Por un lado, maestras y maestros excelentes dan a sus alumnos las herramientas y el conocimiento que les amplían su futuro aún sin libros, aún sin materiales, aún sin salones. Lo hacen con su rigurosidad, su modelaje, su responsabilidad y sus ganas de enseñar. Por otro lado, tenemos a los que apenas saben hablar coherentemente, mucho menos escribir con corrección y que se ausentan con tanta frecuencia que no nos explicamos cómo es posible que aún así cobren sus salarios quincenales y disfruten más de dos meses de vacaciones pagadas al año.

¿Qué hay que hacer para mejorar nuestro sistema educativo? ¿Asignar más dinero al Departamento de Educación? ¿No existen otras organizaciones exitosas con menos presupuesto y en espacios más pequeños y limitados, con menos recursos? ¡Ah, lo olvidaba! Esas organizaciones, la mayoría sin fines de lucro, trabajan con el corazón.

Tal vez, eso es lo que necesitamos. Trabajar la educación de nuestros hijos e hijas desde el corazón. Con compromiso. Sí, como nos comprometemos con otras cosas: con los clubes, los equipos deportivos, los centros comerciales… ¿Por qué no mejor asume el país entero un compromiso con la educación? Y de paso, algunos maestros pueden comprometerse también.

27.7.06

El valor del dinero

El valor del dinero parece ser el protagonista de los últimos acontecimientos políticos de este país. Un valor, que aunque no puede soslayarse a la hora de pensar en el presente y futuro de cualquier nación, no puede ser el único protagonista de nuestras luchas comunes. Si utilizamos como parámetro exclusivo para medir el éxito de un gobierno su capacidad para generar dinero y los falsos indicadores de progreso que tanto parecen gustarnos como pueblo, llevaremos no sólo a Puerto Rico, sino al planeta entero a su destrucción desde un punto de vista ecológico, pero también humano.

El panorama económico de Puerto Rico ya debería habernos hecho mirar a nuestro alrededor con una mirada un poco más crítica. Hay muchas voces y muy pocas luces. Aprendamos a desoír a quienes pretenden confundirnos y escuchemos a quienes nos instan a salvaguardar nuestra integridad humana. No podemos permitir que se nos impongan valores económicos por encima de los patrios, valores egoístas por encima del bienestar común, valores del destructivo desarrollismo de cemento por encima de la preservación de la vida y de las fuentes que la nutren desde nuestro medio ambiente.

La palabra “encrucijada” no deja de venir a cuento en un momento en el que efectivamente tenemos que comenzar a tomar decisiones como pueblo y no como meros seguidores de partidos políticos o consumidores de la propaganda urdida por los que realmente han tenido el poder en sus manos como si fuera un rehén que ya se rindió a su destino.

¿Seguirá siendo el valor del dinero el protagonista de nuestros próximos acontecimientos políticos? ¿O serán protagonistas nuestras comunidades, nuestra juventud, nuestra gente que es mayoría y que lo ha olvidado? Cuando miro las manos que nos honran con sus luchas desde las organizaciones sin fines de lucro y desde las comunidades que se han levantado sin violencia y con la fe en los demás seres humanos como única arma ante las debacles cotidianas que pretenden mantenerles al margen y en silencio, recupero la esperanza y renuevo mi compromiso con el futuro. ¿Cuánto equipaje inútil nos falta abandonar para entender que lo real es el valor de nuestro futuro común?

17.7.06

Vessica Piscis


Como vasija de pez... Esa traducción literal de la frase "vessica piscis" que alude a la representación de los genitales femeninos es a la vez una metáfora acerca de la capacidad de reproducción de las mujeres y de su infinita creatividad. Independientemente del sentido que se le pueda haber atribuido en el pasado a este símbolo, la verdad es que para las mujeres del siglo XXI su sentido debe ser una advertencia y a la vez una inspiración.

¿Cómo nos estamos relacionando con un entorno que es cada vez más complejo y más violento? ¿Cómo asumir la tarea de convertir en realidades las esperanzas de equidad que nos nutrieron en el pasado y que no han dejado de nutrirnos en nuestra vida actual? ¿Cómo reafirmar nuestros principios de paz, exigiendo que se les dé categoría humana y que se deje de hablar de los mismos como meros inventos femeninos?

El consenso, la sensibilidad, la inteligencia, la búsqueda de la justicia y la lucha por una sociedad de paz y equilibrio no tienen que ver con un género, sino con una raza completa, la humana.



15.6.06

Que corran las mujeres

¡Que corran las mujeres! Pero que corran a la legislatura, a las alcaldías y a la gobernación. Que corran en las próximas elecciones y se integren, de una vez, al mundo político de Puerto Rico. Ya hay países del mundo en los que las mujeres han alcanzado representación sustancial en los cuerpos legislativos y en las secretarías de estado. En Puerto Rico tenemos sólo unas cuantas legisladoras, una alcaldesa y un puñado de directoras de agencias públicas. Números, que en comparación con los de la representación masculina, demuestran una palpable falta de equidad.

¿Qué pasa? ¿Carecemos de liderazgo o de las destrezas necesarias para gobernar? ¡Claro que no! Las mujeres puertorriqueñas tenemos como grupo un nivel educativo más alto que muchos varones. Una visita a las oficinas de nuestros legisladores en el capitolio nos deja ver que aunque la mayor parte de ellos son hombres, sus asesoras y asistentes son mujeres. Eso quiere decir, que en todos nuestros partidos políticos hay mujeres que conocen lo que es legislar, lo que es gobernar, lo que es liderar. ¿Por qué no corren ellas u otras mujeres a esos puestos electivos? La pregunta amerita análisis.

Ya los dos principales partidos políticos del país comenzaron a reestructurarse de cara a las elecciones del 2008. Desde ahora, se está activando toda una maquinaria que de ser verdaderamente democrática, debería dar el espacio para que las mujeres, como 53% de nuestra población, ocupen un número proporcional de escaños y puestos públicos.

¿Nos hemos planteado las mujeres esa posibilidad? ¿Hemos pensado seriamente en correr para puestos electivos en lugar de dirigir y trabajar en campañas para otros que quizás no tengan nuestras capacidades de liderazgo y de acción? Ya es hora de que trabajemos para nosotras y que demos el paso decisivo para cruzar la línea que separa a las mujeres que ceden por costumbre el poder y la autoridad a los hombres de las mujeres que saben que el poder y la autoridad deben ser compartidos.

¡Que corran las mujeres! ¡Corran ya! ¡Que corran al futuro próximo con la certeza de que ellas también pueden gobernar, legislar y dirigir este país!

6.6.06

¡Presentes!

Hay quienes pregonan que la era de las mujeres parece haber terminado y que el activismo político y social que las caracterizó en décadas pasadas desapareció en medio de un aparente silencio que se manifestó en el ámbito público de los últimos años. Esta “ausencia” política se puso de relieve en medio de los acontecimientos de este mes. Un mes en el que el país despertó a una realidad que había querido ignorar tercamente y a pesar de todas las señales de alerta. Las mujeres no fueron la excepción, pero me atrevo a decir que muchas de ellas, de nosotras, no estábamos ni dormidas, ni silentes, ni ausentes. Simplemente estábamos ahí, pidiendo ser escuchadas y a la vez esperando el momento en el que alzar nuestras voces tuviera relevancia para todas y todos y no simplemente para unos cuantos escuchas empáticos con nuestras causas.
Sin pretender explicar en una breve columna las complejas causas por las cuales se hace tan difícil concertar un movimiento de mujeres que les garantice espacios políticos, económicos y sociales justos, sí debo decir que todavía nos queda por construir una visión común a todas y un sentido de pertenencia a un género que tiene su propia perspectiva de mundo y sus propios ofrecimientos y alternativas a la hora de construir una nación. No nos basta con pertenecer a los grupos que trabajan por las muchas causas que nos parecen urgentes como las luchas sindicales, ambientales y aún las de los partidos políticos. Eso no es suficiente, eso nos hizo ceder el liderato y acallar nuestras ideas y preocupaciones. Ahora estamos listas para estar presentes, y además, no nos queda otra opción. Estamos presentes de verdad, diciendo que no somos iguales a los hombres y que eso no nos hace ni mejores ni peores que ellos. Estar presentes es reclamar espacios de diálogo y aportar desde nuestras experiencias, desde nuestra visión de mundo, desde nuestros amplios conocimientos en múltiples disciplinas. Si estamos presentes, creceremos, aprenderemos y nos moveremos hacia donde siempre hemos querido movernos: la equidad.

31.5.06

365 días

Hombre, blanco, norteamericano, heterosexual, rico. ¿Qué día del año se conmemoran las luchas, logros y reivindicaciones de derechos de este grupo? No hacen falta días conmemorativos o marchas de concienciación para redimir los derechos de quienes están ya, por puro azar genético o socio-político en la cima del mundo. Sin embargo, sí tenemos que conmemorar, a veces con mucho dolor y con mucho esfuerzo, el día de las mujeres trabajadoras, el día de la abolición de la esclavitud, el día de los trabajadores y hasta el día de orgullo gay. ¿Qué tienen en común todas esas conmemoraciones y manifestaciones? Tienen en común el hecho de que existen por la necesidad de estas minorías de reafirmar su existencia y su derecho a vivir una vida justa, de equidad y de paz.

Pero, ¿son minorías realmente las mujeres, los negros, los trabajadores y los homosexuales? Sólo lo son en términos de apreciación pública, en términos del reconocimiento que el resto de la sociedad otorga a sus existencias, a su capacidad de desarrollo y a sus derechos humanos. Se les considera minorías porque se salen de la reglita del “hombre, blanco, norteamericano, heterosexual y rico”. Sin embargo, hay que decir alto y claro que en este país latinoamericano, mulato y tercermundista casi el 100% de la población cualifica para estar clasificada en al menos en una de estas minorías…
De todas ellas, y de otras minorías que no estoy mencionando en esta columna, la que es más atacada, más estigmatizada y aún más odiada, es de la de los homosexuales y todo el resto de la comunidad lésbica, bisexual y transexual. Irónicamente, si se pertenece a este sector de nuestra sociedad de nada vale tener los demás santos y señas de la mayoría blanca ya mencionada.
Cada mes de junio en Puerto Rico se celebra la parada “Orgullo gay”. Ese día, como siempre, la prensa cubrirá la manifestación, entrevistará marchantes y espectadores y comentará cómo ese día en específico, nuestras avenidas se ven inundadas de personas de diversas orientaciones sexuales. Esa misma prensa comentará cómo se abrazan y besan, se toman de la mano para marchar y cómo tratan de que el país entienda que el amor nunca es malo y que los seres humanos tienen la capacidad infinita de crear un mundo de justicia para todas y todos. Ese día, muchos y muchas marchantes de la comunidad LGBT llegarán a sus casas y se preguntarán, como se preguntarán muchos otros que no marcharon, por qué no pueden abrazar y besar a sus parejas en público el resto de los 365 días del año. Se mirarán en el espejo y se dirán con asombro que realmente no se sienten criminales ni seres que ameriten permanecer escondidos de la luz del dios en el que cada cual cree. Mirarán con amor a su compañera o compañero y no podrán evitar sentir una mezcla de desasosiego y de coraje ante la certeza de que en el estado actual de nuestras leyes no existe la posibilidad de vivir su amor desde una unión legal que les garantice la protección de la cual gozan las parejas casadas de heterosexuales.
Un día, de los 365 que tiene el año, no es suficiente para quienes son seres humanos todos los días y no sólo uno. Un día para vivir el amor en libertad no es suficiente para quien ama y vive desde ese amor cada momento de su vida y cada uno de sus actos. Para ser libres, respetados y respetadas, validados como seres humanos y humanas no hay limitación que se justifique y que pueda avasallar la ingente capacidad evolutiva de nuestra raza humana. La justicia y la equidad nos esperan al final del camino. La marcha es para los 365 días del año y uno más.

10.5.06

Mi cuerpo es el rehén...

Mi cuerpo es el rehén de las costumbres heredadas, de las maternidades asumidas como única opción, de la heterosexualidad y de toda una secuela de premisas que a veces ni notamos porque las damos por sentadas y les adjudicamos categoría de verdad. Es el rehén que utilizan “otros” para decirme, y decirle a otras mujeres, cómo amar, cómo pensar, cómo vivir y soñar, como si el sexo que nos tocó por mera casualidad biológica fuera una fuerza determinante que rodea nuestras mentes y espíritus para limitarlos.
Mi cuerpo es el rehén. Lo sé desde hace años y me sorprende que otras personas no lo noten. Más aún me sorprende ver a otras mujeres que conocen la insatisfacción diaria por los sueños abandonados, el agobio de maternidades no deseadas, la soledad de los sacrificios “familiares” y los cercos que les hacen los sí y no sociales y que, sin embargo, se niegan a ver su categoría de rehén de los fundamentalismos, de los roles estereotipados, de los prejuicios por su género.
Como rehenes, se supone que sigamos instrucciones so pena de sufrir las consecuencias. Como rehenes debemos callarnos y no hacer ruido para evitar que nos descubran al lado del que nos retiene. Debemos suprimir nuestro miedo para no perder el control y hacer cualquier cosa “emocional”. Debemos camuflajearnos en la masa de rehenes para que nuestra creatividad se mantenga a raya y no rete la autoridad con ideas descabelladas como la de la equidad ante los demás seres humanos.
Ser rehén y no darse cuenta de ello es estar en un estado de sumisión involuntaria que consume toda nuestra capacidad de crecimiento individual y común. No se crece, no se progresa y no se vive desde la entrega al control ajeno. No se alcanza justicia, no se protege a los nuestros, no se aspira a la paz cuando dejamos pasar un nuevo día tapándonos los ojos, los oídos y las bocas para evitar las represalias.
Nuestro instinto de conservación seguramente nos envía a menudo las señales de alerta. Nuestra responsabilidad es sentirlas e interpretarlas para actuar. La búsqueda de la libertad es parte de las grandes luchas de la raza humana y las mujeres no estamos al margen de ello.
Mi cuerpo, como rehén de la historia, sabe que llamar la atención de los captores es exponerse a que lancen sus piedras de odio, prejuicios y egoísmos. Ese mismo cuerpo también sabe que el espíritu que lo guía no está dispuesto a negociar más. Para negociar de verdad hace falta la equidad. Para negociar de verdad, debe haber libertad para pensar, desarrollarnos, crecer, amar y decidir.
¿Qué han hecho otras rehenes? Hace décadas que otras mujeres se levantaron y exigieron su liberación. Hoy hay una nueva generación que tiene el deber de liberarse a sí misma y pedir a las demás que actúen de conformidad con lo que debe ser una realidad que rebase los paradigmas históricos que empujaron nuestras luchas a los rincones de las causas prohibidas. Nuestra salud reproductiva y sexual, nuestro derecho a practicarnos un aborto y a vivir en paz independientemente de nuestra orientación sexual o condición social son derechos humanos que se unen a los derechos económicos que no podemos permitir que se vean como meras tonterías secundarias ante el estado actual del país. No podemos desenfocarnos ni permitir que los demás lo hagan.
En un momento como el que vive Puerto Rico, el trabajo honesto para restablecer un país que alberga a millones de seres humanos no puede estar en manos de quienes ya han demostrado estar por debajo de nuestras expectativas. Tampoco podemos permitirnos el que la discusión se limite a lo que nuestros captores estiman importante y continúe dejándose al margen lo que todas y todos sabemos. No hay país que sobreviva la falta de equidad, la falta de respeto por la vida y la falta de conciencia ética ante lo que representa la figura humana independientemente de su género.

28.4.06

¿Y qué de nosotras?

En medio de los dimes y diretes de la semana y en medio del miedo colectivo a enfrentar lo que por años fue predicho acerca de nuestra economía, es inevitable que las mujeres se pregunten: ¿Y qué de nosotras?
Esta no es una pregunta retórica, ni es una pregunta que pretenda añadir drama a una situación que ya rebasó esos límites desde hace días a pesar de que no es precisamente dramatismo lo que nos permitirá solucionar esta crisis fiscal y social. Es una pregunta totalmente válida si consideramos que en Puerto Rico son cada vez más los hogares liderados por mujeres solas. Este es un grupo consistentemente ignorado que además se ha confundido a los ojos del resto de la sociedad en una visión que ignora todos sus componentes, que distan mucho de ser homogéneos.
Al preguntar por nosotras las mujeres hay que preguntar por las profesionales que sostienen sus hogares con largas y exigentes jornadas de trabajo pero también hay que preguntar por las amas de casa que carecen de escolaridad y de oportunidades de desarrollo económico que les permitan alcanzar una mejor calidad de vida.
Atravesamos una situación de debacle económica en la cual el país está a merced de líderes violentos e insensibles que decidieron ignorar la realidad del resto de nosotras y nosotros. Para tristeza de muchas de nosotras, hay que hablar de líderes en masculino porque la realidad es que en este momento histórico pocas mujeres lograron alcanzar escaños en la legislatura o posiciones políticas relevantes. Para completar este cuadro de disfuncionalidad democrática, las voces de esas pocas mujeres se han convertido en parte de los coros polarizantes que pretenden mantener al país dividido y no en voces libres, auténticas y resonantes. Una sociedad que se precie de pluralista necesita de las voces de la diversidad. ¿Qué esperamos las mujeres para asumir liderato y traer al ruedo público nuestras opiniones, reclamos y soluciones?
¿Y qué de nosotras? Repito la pregunta con una mezcla de enojo, de preocupación y a la vez de esperanza. No puede ser que luego de tantas luchas ganadas en beneficio de nuestros derechos humanos, políticos y económicos se pongan en jaque todos esos derechos adquiridos y nadie haga nada. De las grandes crisis pueden nacer grandes oportunidades de crecimiento. Las mujeres trabajadoras, las mujeres pobres, las mujeres viejas, las que padecen condiciones de salud, las adictas, las empresarias, las lesbianas, las jóvenes y hasta las niñas tienen derecho a alzar la voz, a hablar. También tienen el deber de asumir con responsabilidad el reto. Cuando se clama por derechos se tiene que estar dispuesta a trabajar arduamente y a conciencia.
Tal y como otras organizaciones de mujeres ya han dicho, la reforma contributiva, el cierre gubernamental, la falta de servicios básicos para nosotras y nuestras familias, el alza en los productos y servicios que necesitamos y que tenemos que pagar con lo poco o mucho que nos ganemos, nos afectan. También nos afectan otros problemas que no han desaparecido aunque parecen estar en este momento fuera de la mirilla pública: la violencia, la falta de oportunidades de desarrollo económico, el discrimen por género y más. Somos una porción importante de nuestra sociedad y a pesar de eso se nos mantiene en un estado de vulnerabilidad que hay que denunciar para provocar la acción que sirva para subvertir un estado social, económico y político que ya no se sostiene.
¿Y qué de nosotras? ¿Qué haremos ahora? Denunciar, reclamar y trabajar. La hora de las víctimas ya pasó y el momento de actuar para nosotras y para el país está aquí.

25.4.06

Las mujeres hablan cuando...

A continuación les incluyo una columna que publiqué en Perspectiva de El Nuevo Día (14.abril.2006):

¿Cuándo hablan las mujeres? ¿Cuándo hablan y se les escucha de verdad, sin tener de antemano un juicio hecho sobre su inteligencia, sus motivaciones o su pertinencia? ¿Cuándo? Y ¿cuándo corre tan rápido la prensa para cubrir sus manifestaciones ante las todavía tantas situaciones injustas que les toca vivir por el mero hecho de ser mujeres? Ya es hora de que nos contestemos cuando hablan las mujeres y por qué.

El silencio que cubre como un manto de invisibilidad las acciones de las mujeres es sólo parte de una realidad que se manifiesta a través de un imaginario que apoyado por el refranero popular casi parece dar la razón a quienes aún en pleno siglo XXI continúan degradando sus denuncias de violencia, de discrimen y de hostigamiento adjudicándolas con frases como “ella se lo buscó”, “quién sabe si la maltratante era ella” y “¿de qué se queja?”.

Ante la ola de asesinatos de mujeres en este país, la reacción pública se limita a reseñar y reaccionar a cada caso particular sin preguntarse de qué otro problema más grande y más complejo es que realmente se tratan estas muertes. Yo puedo darle algunas pistas sobre ello.
A más de una década de la aprobación de la Ley 54 de Violencia Doméstica y a pesar de los esfuerzos de organizaciones de mujeres y de la propia Procuradora de las Mujeres, todavía tenemos un sistema de justicia que carga el peso de los prejuicios de sus propios funcionarios. Funcionarios que al atender a una mujer que se atreve a hablar, porque se le va la vida en ello, le cuestionan sus motivaciones y no les basta la evidencia de los golpes, del desequilibrio emocional de ellas y sus hijas e hijos y las manifestaciones de patrones de control y maltrato que éstas narran. Claro, probablemente estos mismos funcionarios piensan (sin decirlo en voz alta porque se oye mal) que las mujeres no deben hablar, y que mejor aún, no se deben ni quejar. No las ven como sus iguales, ni siquiera como seres humanas reales. Las ven como un problema.

Nuestro sistema educativo y todo nuestro sistema de valores sociales reflejados en cosas tan aparentemente independientes entre sí como un sistema de salud y un mundo laboral en el que aún no hemos logrado acomodarnos de manera equitativa, son amplificadores de las voces que se imponen a las de mujeres para acallarlas. ¿Que ya somos iguales? ¿Que ya tenemos las mismas oportunidades? Esas son las mejores y más efectivas mordazas a nuestras voces.
¿Cuándo se escucha a las mujeres que hablan? Asesinan seis mujeres en incidentes de violencia doméstica y no se nos pregunta qué opinamos, qué denunciamos, qué exigimos. Se silencian las iniciativas de denuncia de nuestras líderes tanto en la esfera pública como privada y por otro lado se le da voz, con todo y micrófonos, a hombres que hablan sin sentido ni razón pregonándose víctimas de un sistema que por siglos ha sido su aliado y que apenas ahora está comenzando a equilibrarse a favor de la justicia. Esas voces disonantes que se contraponen a las voces de aquellas que claman por una justicia real se amparan y se alimentan de valores y creencias que no hacen bien al país.

Esto no se trata de quién grite más, ni de quién merece ser acallado. Se trata de respetar las diferencias, de aceptar que aún nos queda mucho por avanzar para alcanzar la justicia social y económica que tanta falta nos hace y de respetar la vida y la dignidad humana de todas y de todos los habitantes de esta nación en la que nos tocó convivir.
Las mujeres hablan cuando tienen que hacerlo. No cuando se nos da permiso, sino cuando las circunstancias lo ameritan. Algunas lo posponen hasta que la urgencia las obliga, otras rompen su silencio con un grito desgarrador cuando ya sus espíritus no dan para más. Muchas aún callan. De lo que no queda dudas es que ya es hora de hablar.

Las últimas de la fila

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