9.9.13

Objetivo de destrucción #2: La afiliación incondicional a viejas premisas



 

Ya en mi adolescencia yo sabía que creía en la independencia para Puerto Rico.  Y recuerdo muy bien uno de esos momentos en los cuales quedé agobiada y derrotada al percatarme de que había elegido el lado de los eternos perdedores.  Claro que hoy no pienso así.  Pero para llegar al día de hoy, y vivir con esperanza, en el camino tuve que aprender que hay premisas que trascienden victoriosas y limpias el paso del tiempo.  Mientras hay, sin embargo, otras premisas que se nos convierten en la excusa para perpetuar desde el inconsciente las opresiones que creemos combatir. 

 

Cada vez que escucho a un independentista decir con resignación que somos el 5%, me estremezco.  Cada vez que oigo a una feminista afirmar que no hay espacio para incorporar al trabajo a mujeres comunes, me asombro.  Me estremezco y me asombro porque no sé qué hacen en nuestras filas personas que cargan la derrota como paradigma de vida.  Personas que, además, validan con su acción las ideas erróneas de lo que somos como colectivo. Perpetúan la imagen del colonizado nacido para perder.  Aunque, ¡un momento!  La verdad es que sí, que perdemos cuando nos negamos a participar en mesas de trabajo diversas, perdemos cuando nos conformamos con desconfiar de todo lo que hace o dice el gobierno pero no fortalecemos trabajos de base que lo retarían, perdemos cuando menospreciamos la inteligencia del resto del país y hablamos para nosotrxs mismxs, perdemos cuando fragmentamos nuestros valores y toleramos en nuestras filas patrióticas el machismo y la homofobia, perdemos cuando damos por sentado que Mr. USA siempre gana y que no hay que hablarle porque es inamovible.  También perdemos cuando nos cansamos de resistir y terminamos comprando en Walmart o cuando, al otro extremo, somos incapaces de ver el potencial de crecimiento de nuestra economía y nos entregamos al pesimismo que se nutre de la resignación.

 

Es cierto.  Hay gente en nuestras "izquierdas" que perdió la esperanza de vencer la desigualdad hace rato.  Algunoxs ni cuenta se han dado de que actúan pensando en las derrotas y no en las victorias. Marchan, piquetean, desobedecen sin una estrategia a largo plazo porque no tienen tiempo para la reflexión, para la planificación y la organización.  Se reservan el derecho al pataleo y con eso les basta.  Se agotan con el pataleo.  Y que conste que amo a algunxs de esxs desesperanzadxs.

 

Tenemos gente que honra eternamente tumbas ilustres, habla con voces ancestrales y no con la propia, teoriza y cita filósofos extranjeros, se encierra en clósets en los que se habla con consignas y se olvida de que para vencer en ciertas guerras hay que destruir hasta las propias creencias porque si sirvieran para algo, ya hubiéramos ganado a la desigualdad y hubiéramos pateado de la Isla a los EU y al resto de sanguijuelas que se alimentan de la colonia, el machismo y la pobreza.

 

Destruir nuestra propia afiliación a premisas limitantes- cuando esa afiliación se da por costumbre o por miedo al rechazo de un grupo que respetamos o queremos- es otro punto en la agenda de destrucción social para un nuevo país.  Honrar lo que merece honra es bueno.  Mirar con amor a personas que han dado su vida por el bienestar común es importante, pero tener el valor de señalar, de proponer y de dejar atrás las prácticas revolucionarias que corren por tradiciones orales es impostergable. 

 

Luego de destruir las premisas que heredamos, construyamos las nuevas.  Sin miedo a disentir.  Sin miedo a confrontar.

1.9.13

Los frutos del mal

(Publicada el 31 de agosto de 2013 en El Nuevo Día)


Tenemos en nuestra Isla un árbol ponzoñoso que no para de lanzar a nuestras puertas los frutos del mal.  Son los frutos de la violencia y de la palabra que se utiliza para crear confusión, miedo y desigualdad.  ¿Quiénes han plantado ese árbol en el medio de nuestro país y quiénes lo abonan con sus palabras y sus acciones?  No tengo que decir nombres.  Ustedes ya saben quiénes son los que de verdad halan el gatillo del arma que asesina a una mujer y quiénes pegan un rótulo con la palabra “pato” en la espalda de un niño que se expresa como homosexual y que probablemente piense en suicidarse.

 

Un árbol necesita alimentarse para dar sus frutos.  Y este árbol que nos mata se alimenta con las palabras y acciones de líderes religiosos que hacen giras mediáticas en contra de que en las escuelas públicas se hable de equidad de géneros.  Equiparan la equidad con un apocalipsis y prefieren engullir a la niñez con falsos valores morales para seguir cosechando violencia, acoso, embarazos no deseados, pobreza y muerte.  

 

No les he escuchado hablar en contra de la destrucción de nuestra tierra, de la pobreza rampante que viven miles de personas cristianas en la Isla, del despilfarro de fondos públicos, del discrimen racial, de las muertes violentas, de la xenofobia que despoja de humanidad a quienes llegan a compartir con nosotras el presente de la Isla.  No.  No les he escuchado defender la justicia con la misma pasión que defienden el machismo y su privilegio cristiano heterosexista.

 

A esos líderes que se oponen a la perspectiva de género en las escuelas les conviene alimentar el árbol ponzoñoso de la ignorancia.  De ahí cosechan sus frutos, sus diezmos y sus estilos de vida mientras la gente pobre de este país se engulle con los frutos podridos de la violencia y la desesperanza.  ¿Quiénes son los que producen los frutos del mal?  ¿Quiénes asesinan sueños, mujeres, jóvenes y un país entero?  Por sus frutos los conoceremos.  Tomen nota quienes les apoyan en sus ejercicios de opresión porque serán duramente juzgados por la historia de equidad que construiremos a pesar de su mezquindad.

Las últimas de la fila

 No recuerdo que alguien me haya dicho de niña que debía ser la última en comer. Pero lo aprendí. De adulta, al cocinar o comprar comida par...