29.1.15

Con el diablo en el cuerpo

Publicada en El Nuevo Día
29 de enero de 2015

“Hoy tengo el diablo en el cuerpo”, cantaba la Lupe hace décadas.  Pero ese mismo diablo parece haber estado visitando a las mujeres desde el origen de la humanidad.  Sin él, no habría raza humana.  ¿Parece un chiste de mal gusto?  Lo es.  Pero lo peor es que en pleno Siglo XXI el tema del cuerpo y sexualidad de las mujeres siempre termina siendo discutido en un pantano religioso y “moral” sin sentido. 

 Las mujeres han sido las madres del pecado original, las impuras, las propensas a posesiones demoniacas, las que tientan a los hombres y las que deben ser controladas a toda costa para proteger a la humanidad.  Y es ese pensamiento primitivo el que aún se manifiesta en leyes, políticas públicas y expresiones que se gestan desde sectores conservadores como el partido republicano, los falsos demócratas que militan en el PPD y el PNP y grupos religiosos fundamentalistas que insisten en imponer su interpretación bíblica de la moral al resto del país.

 La demonización de las mujeres y nuestros cuerpos tiene consecuencias graves.  Implica, en primer lugar, ubicarnos en una situación de inferioridad moral que justifica la violencia que recibimos.  De ahí surgen las críticas en contra de las víctimas de violencia de género y la justificación de sus agresores. Nos violan porque provocamos, nos asesinan porque desobedecemos y nos discriminan porque no nos ajustamos a determinadas expectativas de comportamiento.

Implica, además, negarnos control de nuestros cuerpos.  Somos brutas u oportunistas si quedamos embarazadas pero se nos niega el acceso a educación sexual, los planes médicos no cubren anticonceptivos y se crea la falsa impresión de que el aborto es ilegal en la isla. Todo esto gracias a las acciones de grupos que se esconden tras sus biblias para intervenir en los cuerpos y creencias ajenas.

Y ahora, pues, qué decir.  Hasta en la Policía parece haber mujeres con el diablo en el cuerpo. (Espero que quede claro que estoy siendo sarcástica) Ni una piedra de las lanzadas en la lapidación mediática de la mujer que se retrató, ha tocado a quien publicó las fotos en un evidente acto de “revenge porn”. La moral hipócrita que puede apoderarse de las redes sociales ha actuado de la misma manera que las lapidaciones en países islámicos. Lapidan a la mujer, dejan impune al agresor o cómplice si es hombre. Es la mujer- ni siquiera ese diablo- quien siempre las paga. El aborto es legal en Puerto Rico. Publicar fotos de mujeres desnudas sin su autorización, no lo es.  A veces parece que es al revés. Quizás ya es hora de quitarle la máscara a la hipocresía y hacer un poco de introspección.

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