7.11.21

Clasismo y violencia hacia las mujeres

 Puede ser una imagen de fruta y texto


Una vez estaba dando un adiestramiento a fiscales y al hablar de la pobreza, una de ellas no pudo contenerse y casi gritó desde el fondo del salón que la gente que tiene tarjetas del PAN come mejor que gente como ella, que trabaja. 

El salón tuvo un segundo de suspenso y de inmediato se dispararon por lo bajo argumentos a favor y en contra de la premisa lanzada al medio de esa conferencia que trataba, nada más y nada menos, que de equidad de géneros.

Faltan 18 días para el #25noviembre que coincide este año con el Día de Acción de Gracias, fecha de los excesos en la comida y preámbulo de los excesos en el consumerisno irreflexivo del terrible “black Friday”.  

Este año ese jueves será una fecha que nos obligará a repensarnos. Pero hoy, quiero que miremos lo que implica la desigualdad de géneros y cómo desde otras intersecciones produce violencia de género y alimentaria. ¿A qué me refiero? Seré breve hoy porque esto merece más espacio y atención de lo que dispone un post de Facebook.

Miremos primero la pobreza y lo que cuesta la alimentación saludable en Puerto Rico. Si ustedes son responsables de la compra de alimentos en sus hogares, saben lo que cuesta la comida fresca, libre de azúcares, libre de preservativos, rica en nutrientes. Lo que muchas familias reciben del PAN no da para comprar eso. Da para arroz, refrescos, galletas baratas y azucaradas, pizzas de a $1, pan y quesos de imitación, en fin, para cosas que llenan el estómago, satisfacen las ganas de azúcar, y dan calorías para moverse pero no para alimentarse de verdad. La mayor parte de esas familias en pobreza están a cargo de mujeres que, además, viven al margen de la información y de la capacidad de educarse para estirar mejor el presupuesto. Compran lo que creen que resuelve, se privan ellas (muchas veces son las últimas en comer) y luego cargan también las consecuencias de la mala nutrición en sus familias. No sólo la crítica clasista y machista, sino el trabajo de bregar con los problemas de salud de la familia que se derivan de una mala alimentación.

No. No compran porquerías porque quieren. Las compran porque estructuralmente no hay suficientes programas de educación en nutrición y porque, además, la comida buena en Puerto Rico es cara. 

En esta cuenta regresiva quiero abrir estas invitaciones a pensar la violencia hacia las mujeres más allá de un golpe físico para que entendamos que es mucho más. Hay muchas hermanas pasándola peor que el resto porque en ellas se juntan todas las privaciones y todas las violencias. 

Hablar de seguridad alimentaria es urgente y también debe hacerse desde una perspectiva de género, clase y raza.

#CuentaRegresiva #25N
#CuentaRegresiva25N 

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