25.11.13

El lobo feroz




(Cuento para un 25 de noviembre)

El lobo vivía en una casa grande y oscura.  Cada mañana, al despertar, estiraba sus patas, saltaba de su cama y afilaba sus zarpas en una viga antigua y gigantesca que había heredado de su padre lobo y que éste, a su vez, había heredado del abuelo lobo.  En cada generación, los restos de las zarpas alimentaban a la viga y la hacían cada vez más gruesa.  El lobo se miraba las zarpas orgulloso y pensaba: ‘Nada como unas zarpas afiladas para salir de caza’”.

 

El machismo y la misoginia no son cosa nueva en nuestra sociedad occidental.  Son el fruto de siglos de construcción de un imaginario y unas estructuras de poder que han logrado convertirse en algo que parece natural, pero que no lo es.  La Iglesia, el Estado y el andamiaje económico capitalista son esa viga antigua que se ha engrosado con las leyes, la literatura, el arte, los medios de comunicación, los sistemas educativos, la ignorancia y la complicidad de quienes ven la desigualdad pero no la combaten porque les conviene.  La desigualdad es la gran casa oscura en la cual las sombras de la violencia y la pobreza se deslizan como fantasmas que se tragan las vidas de miles de mujeres y de sus familias.

 

“El lobo siempre tenía hambre.  El lobo siempre tenía miedo.  El lobo sabía disfrazar su hambre y su miedo y, así, salía de cacería sin llamar la atención.  De vez en cuando hasta ayudaba a alguna oveja extraviada.  También era el primero en ofrecer ayuda cuando en el bosque otras fieras pasaban hambre o necesitaban que alguien intercediera por ellas para obtener una madriguera en el invierno”.

 

Cada vez que escucho a un político machista abogar por leyes que acrecientan la desigualdad, sé que hablan la avaricia y el miedo.  Cada vez que oigo a un líder o lideresa fundamentalista llamar a las masas a actuar en contra de los derechos humanos de las mujeres y de la equidad, sé que está hablando un lobo que corre con el rabo entre las patas y que trata de recomponerse para detener el avance de la humanidad.  No quiere perder su fuente de alimentación: ofrendas, sumisión, posición social y acceso a capital.  Pero claro que esa avaricia y ese miedo se disimulan.  Aportan recursos a causas rosadas e inofensivas.  Un donativo aquí, un discurso inofensivo sobre el valor de la familia por acá, una recolecta para una hermana pobre, un albergue para personas sin hogar… Parece que hacen y no hacen nada.  Construyen una reputación que les provee la lana para su disfraz de oveja aprovechándose de la necesidad ajena y atendiendo solamente los síntomas de la desigualdad.  Jamás sus raíces.  Eso les destruiría.

 

Este lobo era mutante.  Tenía el poder de convertir a las víctimas de su mordida en pequeños perros satos que saltaban, ladraban y jugaban a su alrededor.  Eso le ayudaba a crear un halo liviano de bondad y de filantropía.  Sus perros le eran fieles y se conformaban con los huesos roídos que el lobo les regalaba después de llenar su barriga con la carne de las caperucitas desprevenidas.  A estos perros no les molestaba que las caperucitas fueran devoradas.  Después de todo, el lobo les había explicado que eran malas y peligrosas”.

 

La violencia hacia las mujeres ha sido construida intencionalmente para controlar sus cuerpos y mentes y con ello, su capacidad de acción.  Las mujeres- vistas como instrumentos para parir y criar, servir y cuidar, obedecer y hacer- necesitan ser mantenidas en roles que sostengan el sistema económico y de desigualdad en el que vivimos.  Un sistema que depende de la mano de obra y del control social para funcionar, necesita mujeres que hagan todas esas cosas. En ese sentido, la cultura patriarcal se nutre de la violencia sistemática hacia las mujeres que se rebelan. Las alecciona y las usa de ejemplo.  La viga en la cual el lobo afila sus uñas se ha engrosado con el paso del tiempo, así como el número de perros que se someten a la voluntad del machismo.  Así, hombres y mujeres, editores, músicos, cantantes, pintores, políticos, religiosos, doctores, jueces, policías y fiscales que repiten el discurso machista y coartan la libertad de las mujeres son meras piezas menores de un sistema que les permite sobrevivir en sus propios espacios de desigualdad a cambio de su lealtad a los valores de opresión.  Cada vez que un titular de un periódico habla de un crimen machista y lo llama pasional, cada vez que un cantante interpreta una canción que demoniza a la mujer que lo rechazó, cada vez que un publicista usa una mujer desnuda para vender un producto o las presenta como mucamas, cada vez que un policía se niega a atender una querella y cada vez que un gobernador ignora la ineptitud de las agencias de gobierno en temas de género, se hacen cómplices del lobo y hacen piruetas a su alrededor.

 

Pero para un lobo, una nueva caperucita.  No.  Mejor muchas caperucitas brujas y rebeldes.  El lobo estaba tan envanecido con su poder, que no se dio cuenta de cómo las caperucitas se estaban transformando.  Largas noches de llanto, días tristes en los cuales recogieron los huesos de sus hermanas, semanas de cuidar y recomponer a las que habían escapado por un pelo del lobo y gritos y gritos pidiendo al resto del bosque que vieran al lobo tal cual era, les convencieron de que tenían que hacer algo.  Seguían siendo amorosas.  Seguían siendo solidarias.  Pero su memoria colectiva les había fortalecido para enfrentar la bestia.  No con zarpas y engaños.  Al lobo se le enfrenta con armas más poderosas. Las caperucitas sabían que no sería un cazador su defensa.  Serían ellas.  Y así, las caperucitas idearon su plan…”

 

Todavía hay personas a las cuales les molesta que hablemos de machismo.  No les gusta la palabra.  Sienten que estigmatiza a los hombres.  Sin embargo, molestarse por una palabra y no buscar qué significa la misma revela que en realidad hay un prejuicio que vencer.  Al hablar del machismo hablamos de un conjunto de prácticas, de creencias y de actitudes que consideran a las mujeres como inferiores, incapaces y a veces hasta perversas.  El machismo es la base ideológica que sostiene la desigualdad entre hombres y mujeres y es la misma que degrada la humanidad de las personas no heterosexuales.  Desde esa desigualdad, nos asesinan de muchas maneras cada día.  El machismo es también el responsable de las justificaciones de los asesinos confesos y de la falta de sensibilidad de los periodistas que les ponen un micrófono al frente para que destruyan la reputación de sus víctimas.  Las mujeres han tenido que ver durante siglos cómo el público se hace eco de los agresores y termina juzgando a las víctimas y no a los criminales.

 

Así que al machismo, para vencerlo, hay que llamarlo por el nombre y reconocerlo.  Mientras permitamos que la noticia trivial o las voces sexistas dominen nuestra voz colectiva, estamos dando poder a la violencia y dejando indefensas a nuestras niñas, mujeres adultas y mujeres de edad avanzada.  No les damos herramientas para defenderse, no somos capaces de apoyarlas y creamos un estado en el cual ellas pueden sentir que carecen de espacios para ser libres y plenas.

 

"Un perro confidente alertó al lobo sobre la posible rebelión de las caperucitas.  De inmediato, el lobo convocó a su manada y les advirtió: "Exterminemos las sublevadas pero con gracia. llámenlas brujas, llámenlas putas, llámenlas patas, llámenlas adictas.  Asesinemos su dignidad y luego en la noche podrán devorarlas en paz.  Nadie osará defenderlas". 

 

Pero las caperucitas no eran bobas y sabían qué perros y perras estaban infiltradas en los círculos alrededor de las hogueras de reflexión.  El lobo sabía lo que ellas querían que él supiera.  Estaban claras: "Al lobo no se le teme.  Al lobo se le aniquila. Cuando muere el lobo, muere la semilla que oprime a los demás. Cuando muere el lobo, nace la paz para todas y todos."

 

Cuando las mujeres que trabajamos por derechos humanos hablamos del machismo, lo hacemos con plena conciencia de qué implica el término y quiénes son los que mueven la rueda de la violencia.  Reconocemos, inclusive, cómo el machismo también oprime a los hombres al castrar su capacidad de sentir emociones, de amar libremente, de elegir qué hacer con su vida sin ser estigmatizados por renunciar a los privilegios que su sexo les otorga al nacer.  También reconocemos las implicaciones económicas del pensamiento machista y cómo esa rueda de violencia tritura a hombres y mujeres que viven en pobreza, en desigualdad racial y de orientación e identidad sexual.  Por eso seguimos apostando a la educación, al activismo, pero muy en especial al amor que nos sostiene en tiempos de pérdida o cuando se recrudece la violencia institucional y social hacia nuestros grupos más vulnerables.

 

"Las caperucitas habían ganado la batalla desde el mismo momento en que perdieron el miedo y detectaron la fuente de poder del lobo.  El lobo no sabía que en su casa se estaban criando lobitos y lobitas que despreciaban la viga que le daba poder.  El lobo tampoco sabía que las caperucitas amaban tan intensamente a sus hermanas, hijas e hijos que habían logrado trascender la raya que separaba a los hijos del lobo de su propia carne y sangre.  Las caperucitas dejaron solo al lobo y su viga y luego sólo tuvieron que sentarse a mirar cómo se desmoronaba su casa.  Fuego y oscuridad arroparon al lobo.  Él mismo sucumbió al horror de su corazón seco por el odio.  Sin otros lobos que afilen sus zarpas y alimenten la viga, ésta se secó y se quebró".

9.9.13

Objetivo de destrucción #2: La afiliación incondicional a viejas premisas



 

Ya en mi adolescencia yo sabía que creía en la independencia para Puerto Rico.  Y recuerdo muy bien uno de esos momentos en los cuales quedé agobiada y derrotada al percatarme de que había elegido el lado de los eternos perdedores.  Claro que hoy no pienso así.  Pero para llegar al día de hoy, y vivir con esperanza, en el camino tuve que aprender que hay premisas que trascienden victoriosas y limpias el paso del tiempo.  Mientras hay, sin embargo, otras premisas que se nos convierten en la excusa para perpetuar desde el inconsciente las opresiones que creemos combatir. 

 

Cada vez que escucho a un independentista decir con resignación que somos el 5%, me estremezco.  Cada vez que oigo a una feminista afirmar que no hay espacio para incorporar al trabajo a mujeres comunes, me asombro.  Me estremezco y me asombro porque no sé qué hacen en nuestras filas personas que cargan la derrota como paradigma de vida.  Personas que, además, validan con su acción las ideas erróneas de lo que somos como colectivo. Perpetúan la imagen del colonizado nacido para perder.  Aunque, ¡un momento!  La verdad es que sí, que perdemos cuando nos negamos a participar en mesas de trabajo diversas, perdemos cuando nos conformamos con desconfiar de todo lo que hace o dice el gobierno pero no fortalecemos trabajos de base que lo retarían, perdemos cuando menospreciamos la inteligencia del resto del país y hablamos para nosotrxs mismxs, perdemos cuando fragmentamos nuestros valores y toleramos en nuestras filas patrióticas el machismo y la homofobia, perdemos cuando damos por sentado que Mr. USA siempre gana y que no hay que hablarle porque es inamovible.  También perdemos cuando nos cansamos de resistir y terminamos comprando en Walmart o cuando, al otro extremo, somos incapaces de ver el potencial de crecimiento de nuestra economía y nos entregamos al pesimismo que se nutre de la resignación.

 

Es cierto.  Hay gente en nuestras "izquierdas" que perdió la esperanza de vencer la desigualdad hace rato.  Algunoxs ni cuenta se han dado de que actúan pensando en las derrotas y no en las victorias. Marchan, piquetean, desobedecen sin una estrategia a largo plazo porque no tienen tiempo para la reflexión, para la planificación y la organización.  Se reservan el derecho al pataleo y con eso les basta.  Se agotan con el pataleo.  Y que conste que amo a algunxs de esxs desesperanzadxs.

 

Tenemos gente que honra eternamente tumbas ilustres, habla con voces ancestrales y no con la propia, teoriza y cita filósofos extranjeros, se encierra en clósets en los que se habla con consignas y se olvida de que para vencer en ciertas guerras hay que destruir hasta las propias creencias porque si sirvieran para algo, ya hubiéramos ganado a la desigualdad y hubiéramos pateado de la Isla a los EU y al resto de sanguijuelas que se alimentan de la colonia, el machismo y la pobreza.

 

Destruir nuestra propia afiliación a premisas limitantes- cuando esa afiliación se da por costumbre o por miedo al rechazo de un grupo que respetamos o queremos- es otro punto en la agenda de destrucción social para un nuevo país.  Honrar lo que merece honra es bueno.  Mirar con amor a personas que han dado su vida por el bienestar común es importante, pero tener el valor de señalar, de proponer y de dejar atrás las prácticas revolucionarias que corren por tradiciones orales es impostergable. 

 

Luego de destruir las premisas que heredamos, construyamos las nuevas.  Sin miedo a disentir.  Sin miedo a confrontar.

1.9.13

Los frutos del mal

(Publicada el 31 de agosto de 2013 en El Nuevo Día)


Tenemos en nuestra Isla un árbol ponzoñoso que no para de lanzar a nuestras puertas los frutos del mal.  Son los frutos de la violencia y de la palabra que se utiliza para crear confusión, miedo y desigualdad.  ¿Quiénes han plantado ese árbol en el medio de nuestro país y quiénes lo abonan con sus palabras y sus acciones?  No tengo que decir nombres.  Ustedes ya saben quiénes son los que de verdad halan el gatillo del arma que asesina a una mujer y quiénes pegan un rótulo con la palabra “pato” en la espalda de un niño que se expresa como homosexual y que probablemente piense en suicidarse.

 

Un árbol necesita alimentarse para dar sus frutos.  Y este árbol que nos mata se alimenta con las palabras y acciones de líderes religiosos que hacen giras mediáticas en contra de que en las escuelas públicas se hable de equidad de géneros.  Equiparan la equidad con un apocalipsis y prefieren engullir a la niñez con falsos valores morales para seguir cosechando violencia, acoso, embarazos no deseados, pobreza y muerte.  

 

No les he escuchado hablar en contra de la destrucción de nuestra tierra, de la pobreza rampante que viven miles de personas cristianas en la Isla, del despilfarro de fondos públicos, del discrimen racial, de las muertes violentas, de la xenofobia que despoja de humanidad a quienes llegan a compartir con nosotras el presente de la Isla.  No.  No les he escuchado defender la justicia con la misma pasión que defienden el machismo y su privilegio cristiano heterosexista.

 

A esos líderes que se oponen a la perspectiva de género en las escuelas les conviene alimentar el árbol ponzoñoso de la ignorancia.  De ahí cosechan sus frutos, sus diezmos y sus estilos de vida mientras la gente pobre de este país se engulle con los frutos podridos de la violencia y la desesperanza.  ¿Quiénes son los que producen los frutos del mal?  ¿Quiénes asesinan sueños, mujeres, jóvenes y un país entero?  Por sus frutos los conoceremos.  Tomen nota quienes les apoyan en sus ejercicios de opresión porque serán duramente juzgados por la historia de equidad que construiremos a pesar de su mezquindad.

22.8.13

Objetivo de destrucción #1: La idea del liderazgo impecable según las definiciones del sistema que se combate




En este objetivo de destrucción se suman cuatro ideas que hay que mirar sin miedo. 

Una: No vivimos en una democracia real y el Estado existe para ejecutar las acciones que sostienen la situación de privilegio y desigualdad en la cual a cada una de nosotras se nos ha asignado un papel que jugar.   

Dos: Cuando un movimiento social asume las acciones políticas con la fuerza suficiente como para destruir esa falsa impresión de democracia y generar cambios reales, el Estado buscará de inmediato sus propios objetivos de destrucción.  Es decir, identificará y destruirá a las presuntas o presuntos responsables de ese cambio. 

Tres: Si el liderazgo revolucionario se construye desde los mismos valores y paradigmas que nos oprimen, está destinado a fracasar. 

Cuatro: Idealizar a las personas en posiciones de liderazgo no les hace un favor. Las hace más vulnerables a las estrategias de aniquilamiento que el sistema utilizará para detener los cambios que propulsan.

Quien a estas alturas piense que el gobierno existe para proteger al pueblo y sus intereses, está viviendo en una película de fantasía.  Y una película terrible porque en ella se estarían utilizando todos los recursos cinematográficos posibles para resaltar los estereotipos de clase, género, raza, religión y todo aquello que afiance la idea de que el mundo es como es sin posibilidad de cambios.  El Estado es el brazo que ejecuta lo que unos pocos deciden mientras la clase desempleada y trabajadora se entretiene tratando de sacar los pies de un plato bastante hondo. 

La gente verdaderamente adinerada del país es la gente que susurra al oído de los políticos lo que quieren que se legisle y es la que invierte en los dos partidos principales porque saben que los dos son un solo partido. 

Desde ahí se construye la idea que propongo destruir hoy: la del liderazgo impecable.  Con esto me refiero al tipo de liderazgo que se autoimpone como marco de referencia los valores, expresiones e imágenes que los medios de comunicación y la sociedad misma parecen haber establecido como pre-requisitos de estatus social y moral.  Ese marco de referencia es en realidad un grillete de control.

Hay dos tipos de líderes impecables.  Están los que se fabrican en las agencias de publicidad para alimentar la fábrica de gobernantes de la colonia y están los que nacen del pueblo y que, sin darse cuenta, se sienten obligados a ser perfectos y perfectas para que la opinión pública les avale su liderazgo. 

Al primer grupo de líderes impecables se les crea con dinero, contactos, una familia heterosexual, una imagen blanqueada y mucho filtro de información para que no se les zafe ni un solo defecto que les coloque en la otredad sudorosa a la cual aspiran dirigir. 
 
El segundo grupo cree que se hace a sí mismo pero dependiendo de qué discurso asuman reciben el apoyo o el rechazo de sectores intermedios o aún de sectores oprimidos.  A veces, hasta vemos cómo los medios de comunicación se enamoran de estos líderes y lideresas y les ayudan a colocarse en posiciones que parecen retar al sistema, pero que a la larga lo fortalecen al acudir a lugares comunes del estatus quo como por ejemplo los mensajes cristianos, los mensajes del eterno amor o de la paz sagrada que evade las confrontaciones.  Se nos plantea entonces una paradoja: ¿Se debe asumir un liderazgo basado en una imagen pulcra, sana y correcta, hasta heroica, y se ganan pequeñas y rápidas victorias que le hacen cosquillas a las creencias que generan desigualdad? O, ¿se asume la humanidad propia, con todo y defectos, y se camina un camino más largo pero más revolucionario y fortalecido?   

¿Por qué planteo esto?  Recuerden que comencé esta columna corta explicando que el sistema intentará destruir al liderazgo del cambio.  El nivel de dificultad que esta tarea presente dependerá de cuánto se haya empeñado ese liderazgo en ocultar su humanidad, sus defectos y su realidad.  No hay forma de ganarle a la imagen perfecta que el sistema genera como el ideal de liderazgo si tratamos de emularla.  Esa imagen es, a la vez, una forma de perpetuar estándares morales arcaicos que se convierten en una barrera de protección para el machismo, el racismo, el capitalismo voraz y el fundamentalismo violento.

Las nuevas y nuevos líderes deben comenzar por destruir su propia imagen de impecable perfección y cuestionarse a qué valores responden, a qué miedos, a qué afanes de ser aceptadxs y de quiénes esperan esa aceptación o santificación.  Deben estar dispuestxs a caminar más lento, pero con más firmeza, a no dejar que se les idealice, a cometer errores, meter la pata y saber rectificar.  En ese proceso de destrucción, tendrán que destruir muchas otras cosas, hasta el liderazgo mismo según definido como derivado del caudillismo. 

Destruir la sociedad tal y como la conocemos, para construir una nueva sociedad de equidad, requiere muchas cabezas y manos.  Líderes que resistan los embates de los contraataques del sistema socio-político que combatimos y que no se sientan obligadxs a responder al imaginario que ese mismo sistema nos impone.  Líderes que creen líderes y que se reconozcan como un eslabón y no como la llave de la verdad.  La verdad es del colectivo, la victoria final para la nueva sociedad.
 
Nota de consuelo: Hay gente que quiero y que cogen su agüita con esto.  Sepan que, al menos, les atribuyo buena fe...  Sólo que esos caminos de liderazgo para el sistema no nos llevarán a ningún lado. Opinión de bruja imperfecta.  Tal vez me estoy equivocando.

6.8.13

Mojigatería



(Publicada originalmente en El Nuevo Día)

Destruir la sociedad tal y como la conocemos debe ser el primer punto en la agenda de quienes aspiran a una sociedad de equidad y justicia.  Repito: destruir la sociedad tal y como la conocemos.  ¿Y cómo la conocemos?  Fragmentada por la desigualdad, en plena guerra (no declarada) de clases y anclada en valores que degradan la humanidad de las personas que son diferentes.  Otra sociedad es posible, pero sólo desde nuevos paradigmas que reconozcan el valor de los seres humanos en sí mismos y al margen de juicios valorativos que sólo existen para controlar al colectivo. ¿Destruir lo que ya nos está destruyendo?  A eso me refiero.  ¿La destrucción implica violencia? Tal vez sí, tal vez no. Pero, ¿no vivimos ya la violencia? 

Escribo desde mi realidad como mujer no heterosexual, atea y crítica de nuestro sistema económico y al hacerlo, reconozco cómo las creencias que parecen ser dominantes chocan con lo que digo y me colocan en una posición de vulnerabilidad social.  “No tienes que pregonar lo que eres”, me han aconsejado.  De la misma manera, en la luchas LGBT existen sectores que tratan apasionadamente de cumplir con las expectativas de monogamia, familia y expresión social que creen que les garantizarían acceso a sus derechos humanos.  Pero pedir derechos como si fueran limosnas y tratar de parecer “normales” sólo degrada nuestra otredad y la destierra al campo de lo subterráneo.   

Lo bueno y lo malo no puede medirse desde el miedo a la transgresión.  Hay que parar la mojigatería extrema que hace que algunas personas se nos acerquen a susurrarnos que nos callemos un poco, que blanqueemos nuestros discursos, que seamos bien portadas y comedidas y que, incluso, seamos ejemplos.  ¿Ejemplos de qué? ¿De adaptación? ¿De sumisión? ¿De relaciones y familias perfectas? ¿Pero es que valemos menos si no somos así?  ¿Se les exige lo mismo a las personas en posiciones de privilegio?   

La mojigatería es miedo o conveniencia y ninguna de las dos cosas nos viene bien.  Ser genuinas y fieles a nuestra realidad, retar nuestras propias creencias cuando éstas nos domestican y sacar valor para afrontar las consecuencias de aspirar a una sociedad de justicia es la clave en este momento. 
 
Nota: En las próximas semanas comenzaré a publicar una serie de columnas cortas bajo el tema de "Objetivos en una agenda de destrucción social"

27.6.13

No era a los 40

Cumplir cuarenta años fue una desilusión.  Mientras estuve en mis treintas, me llené la cabeza con la idea de que cumplir cuarenta años sería algo maravilloso, un hito en la vida, un momento de balances y de aquilatar ganancias… y no fue así.  De hecho, el año 2008 fue uno de los más terribles de mi vida.  Basta con decir que me tocó ver la ola fundamentalista arropar al país en las elecciones y a Fortuño surfeando en ella.  Pero a eso le sumo una gran tristeza, de esas que te cubren el corazón cuando pierdes cosas que has amado demasiado y cuando te enfrentas a grandes desengaños y dejas de ver a algunas personas o cosas como las veías hasta ese momento.

Los cuarenta años me parecieron terroríficos y más aún cuando pensaba que tal vez me quedaba más de la mitad de la vida por vivir. ¡Uf! 

Sin embrago, en medio de todo eso, se me ocurrió preparar una cajita en la que coloqué un mapa apalabrado de lo que quería para mi vida.  Coloqué en ella ocho objetivos de vida plena, escritos en tiempo presente.  También escribí pequeñas tiras de papel en las que anoté oraciones que describían distintos estados mentales que, a mi entender, me debían ayudar a transitar ese mapa. 

Ahora, a punto de cumplir mis 45 años, vivo un momento muy distinto al de mis cuarenta. De hecho, siento que vivo uno de esas etapas de transición vital en las que todo es posible.  Por eso, decidí revisitar mi caja de mapa apalabrado.  Me pareció buen momento para hacer balance. ¿Y qué descubro? 

Descubrí que aunque creyera que no me movía y que sólo empujaba para resistir y no para avanzar, sí avancé.  A nivel personal y profesional.  Puedo volver a hablar de amigas luego de pasar años sin tiempo o energía para ellas.  Reincorporé a mi familia extendida a mi vida y tengo el espacio para demostrarle amor y honrar ese vínculo. Tengo mejor salud y más energías. Tengo un hogar al cual me da placer llegar. Mis hijos e hija han crecido en salud y felicidad, sintiéndose amadxs. ¡Tengo plantas! (Por años era una asesina de plantas). Escribo. He vuelto a pintar.  ¡Me divierto! Tengo tiempo para disfrutar del placer y de cosas bellas que antes ni siquiera miraba… tengo espacio para mirarme, vivir cada minuto con conciencia, ¡cuidarme!, mirar a otras personas y amar desde la alegría a tanta gente buena que me rodea.

“¿Cómo pasó todo esto?”, me pregunto entre agradecida y sorprendida.  Hay cosas que ocurrieron a pesar de mí… Sí.  Soy muy terca y a veces resisto los cambios. Creo que en esas, tuve la suerte de que gente que me ama perseveró en su amor, siguió apoyándome o fue capaz de esperar a que yo despertara del trance de negación que me tenía estancada.  Otras cosas ocurrieron porque, en el fondo, todas sabemos lo que hay que hacer para salvar nuestra esencia.  Nuestra mente es sabia y crea las condiciones necesarias para llevarnos a nuestro mejor bienestar aún a nivel inconsciente. Y bueno, también pasa que el tiempo trae sabiduría.  Si cuando nos damos los grandes cantazos de la vida nos ocupamos de mirar por qué pasaron, algo aprendemos… algo aprendemos y podemos mejorar. 

¡Qué maravilloso sentir que vivo un momento de balances y de felicidad!  ¡Qué maravilloso tener esperanza! ¡Qué momento feliz este en el que puedo agradecer a la gente que me ama y apoya y ser recíproca!  

Parece que lo que esperaba de los cuarentas, realmente ocurre a los 45. Muy bien.
 
Bueno... todavía me falta aprender a bailar... je, je, je...
 

11.5.13

Mami, estoy enamorada de una mujer


 El día que le dije a mi mamá que estaba enamorada de una mujer, lanzó un alarido terrible, largo y desgarrador.  Fue como si alguien le hubiera dicho que su hija murió… y en cierta medida creo que algo así ocurrió.  Algo de mí se murió y algo de ella también.  Ella nunca aceptó mi relación y ese amor que llenó mi vida por tantos años sigue siendo desconocido para ella.  No supo de mis alegrías, de mis celebraciones junto a mi nueva familia, tampoco de mis tiempos difíciles y creo que aún se pregunta si estoy separada.  Imagino que lo intuye desde la distancia de nuestros silencios.  De mí, y de la que fue mi compañera de vida, poco se habló y ya en este momento no hay por qué hacerlo.  Ya no hace falta hablar de eso ni de otras cosas de mi vida porque en el proceso aprendí a llorar, reír, celebrar y pasar los duelos por cuenta propia.

A veces lloro a mi madre.  A la que se murió el día en que supo que su hija no es heterosexual.  Lloro esa distancia y su soledad.  De la misma manera en que ella intuirá qué tal va mi vida, yo intuyo cómo va la de ella.  Hablamos de cosas triviales, de gente que se murió en el pueblo, de algún nuevo libro, de alguna planta, de papi o de mis hermanos, de mis hijos e hija.  Pero no hay forma de hablar de lo profundo y de los sentimientos porque eso nos lleva al campo de su homofobia y al de mi corazón que en esos momentos no sabe de teorías del perdón y de empatía y que se destruye un poco en cada uno de esos choques por más que yo trate de entender y amar por encima de sus prejuicios.  No caben ambas cosas en una misma conversación sin que haya nuevas muertes que lamentar.

Este drama personal no es suficiente para nublar la mente crítica que mi propia madre se encargó de desarrollar en su única hija.  Todavía me río a solas cuando recuerdo las innumerables veces en las que ella misma me motivó a pensar, a ser líder, a abrir camino,  a sobresalir y a retar… creo que no se dio cuenta de que estaba criando su propio monstruo personal.  Y es desde esa misma mente crítica formada a su sombra y desde sus contradicciones que yo misma me he acercado al tema de la maternidad.

No me cabe duda de que todo el rollo de la maternidad es una construcción convenientemente inventada para favorecer estructuras económicas y sociales que necesitan a las mujeres para criar obreros, capital y opresión.  El instinto materno, el “amor de madre” y su espejo “el amor de hija o hijo”, no son tan naturales como mucha gente cree.  Su inserción en la mente colectiva nos convierte como mujeres en el personaje secundario de nuestras vidas.  Algunas sólo lograrán algo de protagonismo en la infancia, esa etapa en la cual otro personaje secundario, su “madre”, está obligada a vivir en función de las necesidades de la “niña” y “madre por ser”.

En nuestra casa, siempre me dijeron que era la reina.  En mi niñez nunca me pregunté qué sería, entonces, mi mamá.  Evidentemente era mi sol, mis ojos, mi corazón.  Pero, ¿qué era en realidad? ¿En su vida?  Una mujer que me enseñó a leer desde los tres años y que siendo maestra de profesión asumió cabalmente la idea de que tenía que ser excelente como maestra-madre en la escuela y como madre-maestra en nuestra casa.  Nunca me pregunté qué estaba sacrificando para cumplir con ambos roles.  No me extrañó jamás la ausencia de la mujer, di por sentado que renunciar a ropa, placeres, estudios y amigas era natural para ella, la madre, mi sol privado, mis ojos para ver el mundo.   

Mis hermanos y yo creíamos a ciegas todos los eslóganes del día de las madres.  Entre ellos, nos creíamos particularmente el que dice que “como el amor de una madre, ninguno”.  ¿Cuánta de esa propaganda se nos ancla en el espíritu?  Tal vez demasiada.  Por eso el rechazo de una madre tiene un efecto devastador en algunos seres humanos.  No porque ese amor sea natural o instintivo, sino porque nos han hecho creer que dependemos de él para existir, para validarnos y para ser felices.  Imagínate pensar que si tu madre no te ama incondicionalmente jamás otra persona será capaz de amarte y aceptarte como eres. Imagina tener esas expectativas de alguien que es tan humana como cualquiera y que probablemente está aterrorizada ante las renuncias que se le exigen y el papel que se le asignó sin que ella lo pidiera.  Ponte en los zapatos de una madre e imagina ahora tener que amar a alguien que choca frontalmente con tus valores o creencias profundas.  Si en tus creencias no se logró colar el respeto a la diversidad, serás incapaz de amar a tu hija o hijo por encima de las diferencias que les separan.

Cuando ya en la adultez una se convierte en madre, ocurre un cambio significativo en nuestra vida que va más allá del simple hecho de que tienes a un ser que depende de ti.  De momento te quitan del rol protagónico, te entregan un baúl para guardar tus sueños y se constituye a tu alrededor un tribunal intangible pero real que juzga todos tus actos.   

No hay manuales para ser madres.  Sin embargo, cuando buscas en Google “citas sobre la madre”, te salen más de 4millones de resultados.  Viendo esas frases, esas creencias y esas expectativas, he tenido que retarme para mantenerme como protagonista de mi vida y amar a mis hijos e hija desde un balance entre lo que necesitan y lo que necesito, lo que les hace felices y lo que me hace feliz, su autorrealización y la mía. Si eres una madre abiertamente no heterosexual, el reto es doble. Siempre te persigue una mirada de sospecha.

Sin estar libre de culpas o de los conflictos que nacen de lo que me sembraron en la cabeza sobre la maternidad, he tratado de hacer lo mejor posible para que mi hija y mis dos hijos crezcan libres de mis cargas y con la capacidad de elegir sus rutas.  A veces he sido una madre destructora… en el buen sentido de la palabra.  Les he destruido creencias patriarcales y clasistas que se les han pegado en la calle como un chicle de esos que pululan por las aceras o expectativas de las que se les crean cuando una mujer kamikaze madre de algún amigo trata de adoptarlos porque les ve con la pena esa de quien cree que son unas pobres víctimas de una madre muy fuerte, o muy profesional o muy egoísta.   He tratado de quitarles del medio las creencias que a mí y mi generación nos marcaron con machismo, homofobia, clasismo, racismo y todos esos “ismos” que nos desigualan como humanidad.  A veces, ellxs me destruyen a mí y me confrontan con una nueva mirada que cambia la mía.  También ha habido ocasiones en las que he vociferado: “¡Esto es un matriarcado y aquí se hace lo que YO diga!”.  Por supuesto, cuando eso pasa siempre se ríen y me amenazan con denunciarme públicamente por mandona.  Ellxs saben que no es cierto y que les respeto lo suficiente como para escucharles.  He sido en última instancia, también una madre que construye seres humanos y se construye como ser humana. 

Pero cerrando esta columna- que podría ser mucho más extensa- regreso al tema de mi madre. Confieso que es posible que me queden cosas por resolver con mami.  Pero tal vez no tantas como alguien pensaría.  No dejo de amarla y reconozco que tiene muchas cosas que me hacen admirarla.  La miro, a veces me enojo con ella, otras me enternezco y siempre lamento sentir que se vio obligada a sacrificarse a sí misma por una maternidad que muy bien pudo vivir de otra forma de haber tenido la oportunidad.  Veo la mujer brillante, trabajadora, creativa y líder que nos crio lo mejor que pudo. No la idealizo y veo su humanidad, así como las consecuencias de sus acciones y creencias.  No la veo en un futuro cercano compartiendo mis luchas pero tampoco necesito que ella lo haga para sentirme segura de mis decisiones.  Basta con la llama del eterno deseo de trascender que me regaló desde pequeña.

Así que el Día de las Madres, es un buen día para mirarlas y ver las mujeres que en realidad son.  Es un buen día para dejar de lado los clichés y liberarlas de esa carga inaguantable del amor que todo lo sacrifica. Liberen sus madres y libérense ustedes.  Es un paso seguro hacia la equidad.

2.5.13

(In)decencia



Columna publicada en El Nuevo Día
2 de mayo de 2013

Hay muchas definiciones para la palabra "decencia". 

Encontré algunas que aluden al recato, la modestia y el respeto a la moral sexual... Y cuando las vi, me pregunté a qué moral se refieren y cómo la definían.  Me lo pregunté porque la palabra moral también está de moda y se usa de manera particular para estigmatizar a personas gays, lésbicas, bisexuales, transexuales y transgénero (LGBTT). Esto a pesar de que la moral, por definición propia, es algo que no se legisla. 

¿La moral no se legisla? No. La moral nace del cuerpo de creencias que un grupo social o personas adoptan como un código que les ayuda a diferenciar el bien y el mal. Lamentablemente, y que se rasguen las vestiduras algunas personas, la moral tiene áreas grises y muy subjetivas.  Por eso, hay personas que apelan a la moral y a la decencia para defender su supuesto derecho a discriminar a otros seres humanos. Otras personas, apelamos a un deber moral de actuar para erradicar el discrimen por orientación sexual e identidad de género.  ¿Quién tiene la razón? ¿Quien quiere imponer una moral única para quitar derechos o quien reconoce que la moral individual no se legisla pero el acceso a derechos humanos sí? 

Volvamos al tema de la decencia. Hay otras definiciones de decencia que hacen referencia a la dignidad y la honestidad en los actos y en las palabras. En estos días en el interior de  nuestra Legislatura se debaten los derechos humanos de las personas LGBTT.  Mientras algunos cabilderos visitan la Legislatura con la biblia bajo el brazo, otros seguramente visitan la Fortaleza.  ¿Es digno para un gobernante dejarse manipular por grupos que quieren imponer una sola moral a un país diverso? ¿Se actúa con honestidad cuando se sabe qué es lo correcto para la equidad pero se deja que el miedo decida qué hacer? 

Ahí es donde se ve quiénes son las verdaderas personas decentes en este país. No las que se escudan tras morales relativas, sino las que saben cuál es su deber moral real, el de abrir paso a la equidad, y lo cumplen con valentía. Ni cobardes, ni inmorales, ni indecentes negociantes de los derechos ajenos nos deben representar o gobernar.   

La petición a legisladores y al Gobernador es clara. Actúen con decencia. Actúen para la equidad.

6.4.13

Dios es una lesbiana

Publicada en 80 grados. 

Léela completa pinchando visitando la revista: http://www.80grados.net/dios-es-una-lesbiana/

Originalmente pensaba titular esta columna “Dios es gay”.  Estaba inspirada en la historia de Aarón, Mita y su nuevo descendiente certificado por pruebas de ADN, Samuel.  Digo, porque si dios vino al mundo a través de Mita, y Mita es en Aarón, tal vez Aarón será en Samuel algún día a pesar de haberse negado por décadas a aceptar su paternidad...

24.3.13

Tres monitos y un ser humano

Publicada originalmente en 80 Grados

La imagen de los tres monitos tapándose la boca, orejas y ojos no es graciosa. Es dolorosa. Por cualquier lado que la miremos.  Si la interpretamos como una alusión a la indiferencia, duele.  Si la vemos como una respuesta a la censura, también.  Si es un reflejo del miedo a saber y hacer, peor aún.  No hay forma de que me provoque risa, en especial, cuando miro a mi alrededor y veo miles de monitos y monitas columpiándose en las ramas de nuestra “democracia”.

No culpo a los tríos de la ceguera, la sordera y el silencio. Puedo entender el temor.
Abrir los ojos equivale a entrar en un estado de insomnio permanente.  Lo dicen las feministas y también otros grupos que laboran por los derechos humanos y otras causas que nos atañen como parte de una humanidad desigual.  Cuando la conciencia despierta, detectas el dolor ajeno, sientes el de tu corazón, te indignas con las desigualdades y ¡pum!, pierdes los párpados. Tu mirada jamás vuelve a ser la de antes.  Eres incapaz de cerrar los ojos.  Solo te quedan las manos para dar descanso a la mirada y aun a través de ellas, sigues percibiendo el mundo que tenemos.

Así es como cada anuncio, cada gesto, cada palabra escrita, cada imagen y cada cambio de estación se convierten en una sucesión de recordatorios de lo que nos queda por hacer.  No puedes ignorar la pobreza que te espera en un semáforo, no puedes desviar la vista de la destrucción de la tierra, no puedes dormir plácidamente las noches en las que sabes que los cielos tienen más balas y muertes que estrellas.  Una vez despierta tu mirada, tu cerebro te obliga a asumir responsabilidad.

¿Quién querría ver? Bueno, pues yo quiero ver. Prefiero el insomnio a vivir la vida como un sueño. Y desde ese insomnio, quiero ser testigo de la belleza que nace de la valentía de quienes se comprometen a ver y actuar.  Quiero ver los amaneceres coloridos de una era de equidad.  Quiero seguir viendo las imágenes de solidaridad y amor que tanto me conmueven.

Escuchar es tan terrible como ver.  Cuando escuchas de manera activa, comienzas a reconocer los ritmos del machismo, el clasismo, el racismo y la homofobia que antes parecían canciones de cuna o juegos para niños.  Ya no te place tararear “chequi morena”, escuchar una vieja canción de salsa o repetir una oración a padres que no son nuestros porque hemos tenido que renegar de las desigualdades que nacen de su nombre.

Cuando escuchas, el sonido invade tu cabeza y se instala en tus sentidos una vibración permanente que deconstruye las palabras que te zumban alrededor.  Las palabras que antes te conformaban, ya no sirven para tranquilizarte. Los “te amo, pero no te acepto”, los chistes “inofensivos”, las promesas de apoyo que se quedan en el aire, los discursos escritos por oficiales de prensa y los rezos que no has pedido, solo sirven para acunar el insomnio.

¿Quién querría escuchar? Yo quiero escuchar. Quiero saber lo que se esconde en las palabras. Quiero desentrañar las claves de desigualdad que subyacen a las palabras de quienes se creen superiores a la humanidad y elaboran discursos de odio.  Quiero alimentarme de la belleza de las palabras de amor y de bondad que se esmeran en una carrera de vida o muerte para llegar a los oídos del resto de las personas.

Y hablar. ¿Cuánto cuesta hablar? Cuesta empleos. Cuesta rupturas familiares. Cuesta el convertirse en objeto de violencia y discrimen.  Pero hablar, desde la sonoridad de las palabras a las que damos vida con nuestra voz y nuestras letras escritas, es también una forma de vivir el insomnio y de transformar el zumbido que nos puede torturar desde la persistencia de lo cotidianamente injusto. Cuando hablamos, transformamos las imágenes y les reasignamos significado. Creamos canciones y poesías que vibran en la frecuencia de las luchas que abrazamos. Hablar, y hablar con la clara intención de hacerse escuchar para crear un campo de resonancia social, es un modo de caminar y acompañar a quienes nos importan.

¿Quién querría hablar a pesar del costo? Yo quiero hablar. Hablar y actuar. Hablar y acompañar.

Hay tres monitos tristes y temerosos de la censura social, patronal y gubernamental. Hay otros tantos conspiradores que viven su insomnio sabiendo lo que está mal en nuestro sistema y esforzándose por silenciar a quienes escuchan, ven y hablan.  Silencian quitando derechos, recortando fondos, destruyendo reputaciones y lanzando distracciones que sepulten en un mar de palabras vacías las palabras valientes y honestas. Pero por cada monito y por cada conspirador hay un ser humano que elige ver, escuchar y hablar. Y a esos, no los pararán.

7.3.13

Ella, aquella y la otra

Publicada en El Nuevo Día
6 de marzo de 2013
 
“Toda mujer ya liberada que acepte con complacencia su situación de privilegio, se hace cómplice y partícipe de la opresión de las demás mujeres”.
Susan Sontag 

A veces hay que hablar con el corazón abierto.  Hablar de aquellas cosas que nos dan vida y de las otras que nos cortan la respiración.  Hablar de lo que nos pone una sonrisa en los labios y de lo que nos indigna o nos agobia con una tristeza profunda.  No es fácil.  Pensamos, sentimos emociones y buscamos entender el mundo desde el espacio personal en el cual nos colocan nuestras experiencias de vida.  Sin embargo, el presente que vivimos y que construimos desde nuestras palabras o silencios construye a su vez las experiencias de vida de otros seres humanos y su futuro. 

Hablar- y escuchar- con el corazón abierto es hoy, en nuestra Isla, un ejercicio urgente.  Conmemorar el Día de las Mujeres desde lo que nos dice el corazón es cuestión de vida o muerte.  ¿Qué nos dicen nuestros corazones un día como hoy?  ¿Qué nos dicen de lo correcto o de lo justo para otras mujeres? ¿Qué nos dicen de ella, de aquella o de la otra?  ¿De esas mujeres que no somos nosotras mismas y son a la vez parte de nuestro destino colectivo? 

Este 8 de marzo es un Día de las Mujeres que nos exige corazones fuertes y rectos.  Corazones que abracen palabras de libertad y que las dejen salir impulsadas desde el amor.  Este año, el 8 de marzo es un día para visibilizar y honrar a las mujeres que son lesbianas, bisexuales, transexuales o transgéneros (LBTT).  Ellas, aquellas y las otras… las innombradas en muchas de nuestras propias familias, las rechazadas, las violentadas, las que viven escondidas de sí mismas, las que han escuchado cómo se les llama pecadoras, abominaciones, errores de algún dios que alguien se inventó, las que lloran sentencias que les niegan la maternidad.  Un corazón abierto al amor y la justicia no es capaz de escatimar la libertad y el respeto a otro ser humano.   

Ella, aquella y la otra son tal vez alguna hermana, alguna tía, alguna hija o alguna amiga.  Somos quizás nosotras mismas.  La desigualdad y el discrimen que viven mujeres LBTT provocan sufrimiento.  Esa desigualdad no es producto de una elección personal o de una preferencia.  Esa desigualdad es producto de nuestra incapacidad como sociedad de aceptar que hay otras formas de amar y de construir una vida. 

Desde mi corazón, hoy celebro con alegría y amor los logros de las mujeres a través de la historia.  Celebro la vida de cada una de ellas: niñas, jóvenes, adultas y viejas.  El Día de las Mujeres es, más que nada, un día de conmemoración de luchas y de celebración de victorias.  Hemos ganado muchas batallas, tenemos miles de heroínas, hemos vencido la esclavitud que trataron de sembrar en nuestros espíritus y nuestras mentes. 

Pero también desde mi corazón, pido hoy que otras mujeres den un paso al frente y abran un espacio a su lado para ellas, aquellas y las otras sin importar su orientación sexual o identidad de género.  Pido que hagamos frente común para apoyar los proyectos de ley que están en proceso de aprobación y que garantizarían igual protección para todas nosotras en casos de violencia doméstica (PC488) y cero discrimen por orientación sexual o identidad de género (PS238).  Se nos va la vida en esta lucha.  Las luchas de las mujeres estarán incompletas sin una mirada de inclusión, respeto y amor a quienes pertenecemos a las comunidades LHBTT.   

Pido, entonces, un mar de corazones valientes que digan: Somos todas, queremos equidad. 

4.2.13

(Des)concertadas



Hablemos de concertaciones y de desconciertos.  Nos hace falta.  Máxime cuando vemos cómo la discusión sobre los derechos humanos de la comunidad lésbica-homosexual-bisexual-transexual y transgénero (LHBTT) amenaza con dividir al país en una lucha entre los hijos del diablo y los defensores de la fe cristiana.  Hay gente apasionada y comprometida en ambos bandos… y gente desconcertada entre medio de ellos. Un desconcierto comprensible por varias razones.

Una de las razones para el desconcierto de quienes están en el medio de esta lucha tiene que ver con la tendencia mediática a borrar las tonalidades grises de este debate.  Si eres pro-gay (¡O gay!) eres malo.  Si eres anti-gay, eres de dios… o al revés.  “Dios no quiere esto”, “La Constitución dice esto otro”,  “Soy cristiana”, “Soy atea”, “¿Qué soy?”.  Gracias a esta polarización, nos podemos encontrar de repente con una doñita (quizás nuestra tía) que nos dice un poco abochornada que no tiene nada en contra de las parejas del mismo sexo pero es cristiana. ¿Cómo le explicamos que ambas cosas no tienen que autoexcluirse? Créanme cuando les digo que hay más de 50 tonos de gris en estas discusiones y que no todos son porno.

Pero, ¡un momento! También hay gente desconcertada en nuestras filas.  Desconcertada y frustrada.  Compañeras y compañeros que no saben cómo leer el mapa del activismo gay criollo y que no entienden cómo algunas personas intentan liderarnos hacia la equidad mientras critican el trabajo de las demás.  Nuevamente el blanco y negro, y la imperiosa necesidad de obligar a la gente a alinearse en tribus. ¿Cómo se logra una concertación política efectiva, amplia y trascender las fronteras del ego? 

“WTF?”, se pregunta alguna gente al estilo Facebook cuando no saben dónde alinearse y buscan cómo ser útiles en este movimiento de derechos humanos.  “¿Es que hay que ser genio, héroe o figura pública para que el esfuerzo individual cuente?”, se pregunta luego.  Lamentablemente los procesos tradicionales de concertación política no suelen estar enfocados en la inclusión, sino en la presencia mediática y la creación de masa crítica. 

Pero, como dicen por ahí, lo único que no tiene remedio es la muerte.  Así que hay muchas razones y miles de formas para superar el estado de desconcierto colectivo y lograr una verdadera concertación social. Las transformaciones sociales de hoy en día no tienen que ceñirse a las reglas de juego establecidas por cabilderos y políticos tradicionales.

¿Razones? Aunque parezcan obvias, a veces es importante repasarlas.  Sí, ya sabemos que nosotras, las personas LHBTT somos humanas.  También sabemos que como seres humanas, merecemos la igual protección de las leyes e igual acceso al ejercicio de nuestros derechos.  Es bien sabido, además, que estamos en un Estado laico y que las mayores objeciones para que logremos equidad son, principalmente, de origen religioso… Saber esto no necesariamente nos convencerá de participar activa y responsablemente en un movimiento de derechos humanos y tampoco resuelve las dudas que nacen de los matices de este tipo de discusión.  ¿Recuerdan a su tía cristiana?  ¿Cuánto ganamos con una estrategia discursiva que abona a la polarización?  Digo, porque yo soy atea, pero tengo amistades que amo y que son cristianas.  ¿Cómo hablaría con ellas de respeto si me burlara de sus creencias y les llamara ignorantes? ¿Cómo yo misma pido respeto para un amigo gay, si a la vez le falto al respeto a sus creencias religiosas? 

Las razones para concertar un reclamo de equidad para nuestra comunidad LHBTT trascienden el tema de nuestros derechos sexuales y se entrelaza con una visión holística de lo que somos.  Esto nos obliga a reconocer las intersecciones de las desigualdades que se anidan en cada una de nosotras y las capas de potencialidades que nos hacen idóneas para servir de eslabón en múltiples luchas sin perder nuestra identidad. 

El eslabonamiento de energías, trae consigo la generación de la empatía y comprensión que necesitamos para hacernos fuertes y generar cambios que van más allá de la aprobación de un proyecto de ley.

Esto me lleva a hablar de otras razones.  Razones para luchar con una mirada más amplia.  Las luchas de las mujeres nos han dado varias lecciones.  Una de ellas tiene que ver con la influencia recíproca entre legislación y cambio social.  Cuando en el 1989 se aprobó la Ley 54 de Violencia Doméstica, nuestro país aún no comprendía que la violencia en relaciones de pareja era un asunto público.  Aún luego de aprobada la Ley, más de 20 años más tarde, todavía hay gente que no lo comprende.  Sin embargo, esa ley marcó un hito importante y nos dio un punto de partida para aumentar los esfuerzos educativos, de prevención, intervención y transformación que existían mucho antes de ella.  Hemos progresado, hay más recursos disponibles y ya no es políticamente correcto hablar con aprobación de acciones violentas hacia las mujeres.

Ahora, es precisamente una hija de la Ley 54 la que avivó la llama del activismo LHBTT.  El PC 488 propone extender la protección de la Ley 54 a parejas del mismo sexo y a parejas de hecho.   Este proyecto vino acompañado de otro proyecto, el PS 238 para prohibir el discrimen por orientación sexual e identidad de género.  La razón evidente para apoyar estos proyectos es el establecimiento de una política pública que convierte en asunto del estado y del país la prevención y erradicación de la violencia dirigida a integrantes de la comunidad LHBTT.  La razón más importante, y menos evidente, es que los derechos humanos que están en juego no son sólo los de la comunidad LHBTT, sino los del resto del país.  Un gobierno que cede a presiones religiosas sustentadas en la idea de que los seres humanos no tienen la capacidad de elegir el bien, siempre estará propenso a coartar la libertad de pensamiento y de acción del resto de la ciudadanía.  Se estaría adjudicando el derecho a decidir sobre algo más que a quienes amamos y cómo y dónde expresamos nuestro amor.  Decidiría qué pensamos y cómo tomamos las decisiones que nos afectan como país.  Repasemos: venta de aeropuerto, obligar a madres y padres a ir a las escuelas, cuatro años de un departamento de la familia latigando mujeres jefas de familia e ignorando querellas. ¿Les suena familiar? 

¿Cómo superar el desconcierto?  Ya lo estamos haciendo.  Hay cada vez más puentes entre causas diversas.  Hay cada vez más respeto a la diversidad, entendiendo que la diversidad incluye a personas religiosas, personas comunes que quizás no se consideran activistas y tienen muchas preguntas y aún a personas que difieren totalmente de nosotras.

Sin embargo, hay otras cosas que podemos hacer para lograr una concertación efectiva de fuerzas por la equidad. La primera, distinguir la diferencia entre las acciones urgentes y las que son importantes. 

Es urgente que nos demos cuenta de que los proyectos de ley son sólo una parte del trabajo.  Es urgente entender que las estrategias de quienes se sienten cómodos con el sistema de desigualdad que combatimos no deben las nuestras.  Cabildear como ellos, liderar como ellos y hablar como ellos es ser igual a ellos y perpetuar la desigualdad.

Es urgente trazar fronteras saludables entre nosotras y los políticos y gobernantes.  No somos iguales, no somos amigos, no estamos en el mismo bando.  Hay convergencias, sí, pero las convergencias no deben implicar la rendición de ideales.

Es urgente activar las redes de apoyo a los proyectos de ley en medios de comunicación tradicionales y en las redes sociales.  ¿Por qué es urgente?  Porque quien domine esta primera etapa de legislación y establecimiento de políticas públicas dominará los próximos cuatro años.  Hay que reforzar las rodillas temblorosas de algunos políticos y darle unas palmaditas de advertencia para que no pierdan el camino.  Los grupos a cargo de las estrategias en el lado fundamentalista están haciendo todo para quebrar la voluntad- ya endeble- de la gente que se agrupó bajo la insignia popular.

También es urgente dar espacio a nuevas voces.  Esa sería la evidencia de que hemos crecido como movimiento.  También es la evidencia de que somos capaces de trabajar con solidaridad y consenso.  Así nos distinguiremos de la tradición autoritaria conservadora que distingue a nuestros detractores.  Ellos parecen más rápidos que nosotros porque no buscan consensos, simplemente deciden y mandan, manipulan y ordenan.  Nosotras hablamos, disentimos, dialogamos y al final, nos movemos.  Eso es una fortaleza.  Eso es actuar con principios.

Es importante autoevaluarnos y reflexionar.  Es importante ser valientes para crecer y ser capaces de hablar a nuestro país desde el amor y no desde la ira, la ironía o la subestimación de sus capacidades.  Es importante seguir haciendo trabajo de base aunque no salga en los medios. 

Es importante hacer inventario de capacidades y ponerlas al servicio de los movimientos con desinterés y solidaridad.  Es importante, muy, muy importante asumir responsabilidad, dejar de quejarnos y actuar.

Es importante concertar voluntades y trascender el desconcierto.

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1- Alusión a 50 sombras de Grey, de E.L. James. Ver crítica en http://thesourceofreedom.blogspot.com/2012/08/critica-50-sombras-de-grey.html
2- Ver Naked Civics por Nate Garvis, http://nakedcivics.com/

Las últimas de la fila

 No recuerdo que alguien me haya dicho de niña que debía ser la última en comer. Pero lo aprendí. De adulta, al cocinar o comprar comida par...