23.5.22

Cenizas



Siempre pensé que podía desprenderme de los cuerpos de las personas amadas sin dificultad. Creía tener claro que cuando una persona muere, ese cuerpo que habitaba perdía significado porque ya no era habitado por esa conciencia, esa mente, esa persona que se ama.


Y hasta ahora, había sobrevivido las muertes más significativas que enfrenté: abuela Juana, abuela Filo, Tía Panchi, Madrina Mery y mis demás tías y tíos amados. Ver las muertes como algo natural e inevitable me había salvado de duelos avasalladores. No me preocupaba ese cuerpo, la carne, de quien moría. Podía vivir el momento desde una gratitud que superaba la pérdida. El amor parecía suficiente para dejar ir aún cuando existen momentos en los que la nostalgia me sorprende cualquier día con algún episodio de lágrimas por lo que una ya reconoce como parte del pasado. 


Pero me equivoqué. Esos alaridos de dolor que veía en otras personas en momentos de muerte y que no entendía, esa desesperación por la certeza de que no se volverá a abrazar a quien se fue, esa angustia frente a la idea de un cuerpo que será cenizas y polvo, esas ganas de ir tras quien se fue… todas esas manifestaciones de dolor frente a la muerte que me parecían ajenas y extrañas… todas las entiendo ahora. 


Mami siempre me decía que perder un hermano es peor que perder a la madre o al padre. Y yo, intuyendo esa verdad, siempre deseé morir primero que mis hermanos para no tener que vivir ese dolor que ella predecía. Y me tocó despedir a Tato. 


Ver su cuerpo luchando para vivir luego de su accidente me marcó para siempre. Recuerdo cada detalle. Y recuerdo el momento en que tuve la certeza de que no sobreviviría. Y el apego a su presencia. 


Será que nacer del mismo vientre, que reconocerlo como la persona más cercana a mí en edad, vivencias y amor, lo convirtieron en mí misma. Por momentos un espejo, una sombra, una alegría y también una tristeza, distancias y cercanías, amor, tantas cosas que nadie más que otro hermano puede ser para una. 


Me duele saber que ese cuerpo ya no está. Que es cenizas. Y no me consuela saberle parte de la vida que se reinventa desde un árbol. Porque a quien quiero acá es a él. A mi hermano. Con su cuerpo y su calor, su voz y su vida. 


Nadie lo ve ni lo vio como lo vimos Jaime y yo. Ese Tato es solo nuestro. Como otro Tato es solo de sus hijas o de Mami y Papi. 


Me duele su ausencia y ver la vida que me espera sin él. 


Qué muchas penas se nos están juntando en estos años…

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