Hablemos de concertaciones y de
desconciertos. Nos hace falta. Máxime cuando vemos cómo la discusión sobre
los derechos humanos de la comunidad lésbica-homosexual-bisexual-transexual y transgénero
(LHBTT) amenaza con dividir al país en una lucha entre los hijos del diablo y
los defensores de la fe cristiana. Hay
gente apasionada y comprometida en ambos bandos… y gente desconcertada entre
medio de ellos. Un desconcierto comprensible por varias razones.
Una de las razones para el desconcierto de
quienes están en el medio de esta lucha tiene que ver con la tendencia
mediática a borrar las tonalidades grises de este debate. Si eres pro-gay (¡O gay!) eres malo. Si eres anti-gay, eres de dios… o al revés. “Dios no quiere esto”, “La Constitución dice
esto otro”, “Soy cristiana”, “Soy atea”,
“¿Qué soy?”. Gracias a esta
polarización, nos podemos encontrar de repente con una doñita (quizás nuestra
tía) que nos dice un poco abochornada que no tiene nada en contra de las
parejas del mismo sexo pero es cristiana. ¿Cómo le explicamos que ambas cosas
no tienen que autoexcluirse? Créanme cuando les digo que hay más de 50 tonos de
gris en estas discusiones y que no todos son porno.
Pero, ¡un momento! También hay gente
desconcertada en nuestras filas. Desconcertada
y frustrada. Compañeras y compañeros que
no saben cómo leer el mapa del activismo gay criollo y que no entienden cómo
algunas personas intentan liderarnos hacia la equidad mientras critican el
trabajo de las demás. Nuevamente el
blanco y negro, y la imperiosa necesidad de obligar a la gente a alinearse en tribus.
¿Cómo se logra una concertación política efectiva, amplia y trascender las
fronteras del ego?
“WTF?”, se
pregunta alguna gente al estilo Facebook cuando no saben dónde alinearse y
buscan cómo ser útiles en este movimiento de derechos humanos. “¿Es que hay que ser genio, héroe o figura
pública para que el esfuerzo individual cuente?”, se pregunta luego. Lamentablemente los procesos tradicionales de
concertación política no suelen estar enfocados en la inclusión, sino en la
presencia mediática y la creación de masa crítica.
Pero, como
dicen por ahí, lo único que no tiene remedio es la muerte. Así que hay muchas razones y miles de formas
para superar el estado de desconcierto colectivo y lograr una verdadera
concertación social. Las transformaciones sociales de hoy en día no tienen que
ceñirse a las reglas de juego establecidas por cabilderos y políticos
tradicionales.
¿Razones?
Aunque parezcan obvias, a veces es importante repasarlas. Sí, ya sabemos que nosotras, las personas
LHBTT somos humanas. También sabemos que
como seres humanas, merecemos la igual protección de las leyes e igual acceso
al ejercicio de nuestros derechos. Es
bien sabido, además, que estamos en un Estado laico y que las mayores
objeciones para que logremos equidad son, principalmente, de origen religioso… Saber
esto no necesariamente nos convencerá de participar activa y responsablemente
en un movimiento de derechos humanos y tampoco resuelve las dudas que nacen de
los matices de este tipo de discusión.
¿Recuerdan a su tía cristiana? ¿Cuánto
ganamos con una estrategia discursiva que abona a la polarización? Digo, porque yo soy atea, pero tengo
amistades que amo y que son cristianas.
¿Cómo hablaría con ellas de respeto si me burlara de sus creencias y les
llamara ignorantes? ¿Cómo yo misma pido respeto para un amigo gay, si a la vez
le falto al respeto a sus creencias religiosas?
Las razones
para concertar un reclamo de equidad para nuestra comunidad LHBTT trascienden
el tema de nuestros derechos sexuales y se entrelaza con una visión holística
de lo que somos. Esto nos obliga a
reconocer las intersecciones de las desigualdades que se anidan en cada una de
nosotras y las capas de potencialidades que nos hacen idóneas para servir de
eslabón en múltiples luchas sin perder nuestra identidad.
El
eslabonamiento de energías, trae consigo la generación de la empatía y
comprensión que necesitamos para hacernos fuertes y generar cambios que van más
allá de la aprobación de un proyecto de ley.
Esto me
lleva a hablar de otras razones. Razones
para luchar con una mirada más amplia.
Las luchas de las mujeres nos han dado varias lecciones. Una de ellas tiene que ver con la influencia
recíproca entre legislación y cambio social.
Cuando en el 1989 se aprobó la Ley 54 de Violencia Doméstica, nuestro
país aún no comprendía que la violencia en relaciones de pareja era un asunto
público. Aún luego de aprobada la Ley,
más de 20 años más tarde, todavía hay gente que no lo comprende. Sin embargo, esa ley marcó un hito importante
y nos dio un punto de partida para aumentar los esfuerzos educativos, de
prevención, intervención y transformación que existían mucho antes de ella. Hemos progresado, hay más recursos
disponibles y ya no es políticamente correcto hablar con aprobación de acciones
violentas hacia las mujeres.
Ahora, es
precisamente una hija de la Ley 54 la que avivó la llama del activismo
LHBTT. El PC 488 propone extender la
protección de la Ley 54 a parejas del mismo sexo y a parejas de hecho. Este proyecto vino acompañado de otro
proyecto, el PS 238 para prohibir el discrimen por orientación sexual e
identidad de género. La razón evidente
para apoyar estos proyectos es el establecimiento de una política pública que
convierte en asunto del estado y del país la prevención y erradicación de la
violencia dirigida a integrantes de la comunidad LHBTT. La razón más importante, y menos evidente, es
que los derechos humanos que están en juego no son sólo los de la comunidad
LHBTT, sino los del resto del país. Un
gobierno que cede a presiones religiosas sustentadas en la idea de que los
seres humanos no tienen la capacidad de elegir el bien, siempre estará propenso
a coartar la libertad de pensamiento y de acción del resto de la
ciudadanía. Se estaría adjudicando el
derecho a decidir sobre algo más que a quienes amamos y cómo y dónde expresamos
nuestro amor. Decidiría qué pensamos y
cómo tomamos las decisiones que nos afectan como país. Repasemos: venta de aeropuerto, obligar a
madres y padres a ir a las escuelas, cuatro años de un departamento de la
familia latigando mujeres jefas de familia e ignorando querellas. ¿Les suena
familiar?
¿Cómo
superar el desconcierto? Ya lo estamos
haciendo. Hay cada vez más puentes entre
causas diversas. Hay cada vez más
respeto a la diversidad, entendiendo que la diversidad incluye a personas
religiosas, personas comunes que quizás no se consideran activistas y tienen muchas
preguntas y aún a personas que difieren totalmente de nosotras.
Sin
embargo, hay otras cosas que podemos hacer para lograr una concertación
efectiva de fuerzas por la equidad. La primera, distinguir la diferencia entre
las acciones urgentes y las que son importantes.
Es urgente
que nos demos cuenta de que los proyectos de ley son sólo una parte del
trabajo. Es urgente entender que las estrategias
de quienes se sienten cómodos con el sistema de desigualdad que combatimos no
deben las nuestras. Cabildear como
ellos, liderar como ellos y hablar como ellos es ser igual a ellos y perpetuar
la desigualdad.
Es urgente
trazar fronteras saludables entre nosotras y los políticos y gobernantes. No somos iguales, no somos amigos, no estamos
en el mismo bando. Hay convergencias,
sí, pero las convergencias no deben implicar la rendición de ideales.
Es urgente
activar las redes de apoyo a los proyectos de ley en medios de comunicación
tradicionales y en las redes sociales.
¿Por qué es urgente? Porque quien
domine esta primera etapa de legislación y establecimiento de políticas
públicas dominará los próximos cuatro años.
Hay que reforzar las rodillas temblorosas de algunos políticos y darle
unas palmaditas de advertencia para que no pierdan el camino. Los grupos a cargo de las estrategias en el
lado fundamentalista están haciendo todo para quebrar la voluntad- ya endeble-
de la gente que se agrupó bajo la insignia popular.
También es
urgente dar espacio a nuevas voces. Esa sería
la evidencia de que hemos crecido como movimiento. También es la evidencia de que somos capaces
de trabajar con solidaridad y consenso.
Así nos distinguiremos de la tradición autoritaria conservadora que
distingue a nuestros detractores. Ellos
parecen más rápidos que nosotros porque no buscan consensos, simplemente
deciden y mandan, manipulan y ordenan.
Nosotras hablamos, disentimos, dialogamos y al final, nos movemos. Eso es una fortaleza. Eso es actuar con principios.
Es
importante autoevaluarnos y reflexionar.
Es importante ser valientes para crecer y ser capaces de hablar a
nuestro país desde el amor y no desde la ira, la ironía o la subestimación de
sus capacidades. Es importante seguir
haciendo trabajo de base aunque no salga en los medios.
Es
importante hacer inventario de capacidades y ponerlas al servicio de los
movimientos con desinterés y solidaridad.
Es importante, muy, muy importante asumir responsabilidad, dejar de
quejarnos y actuar.
Es
importante concertar voluntades y trascender el desconcierto.
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1- Alusión
a 50 sombras de Grey, de E.L. James. Ver crítica en http://thesourceofreedom.blogspot.com/2012/08/critica-50-sombras-de-grey.html
2- Ver Naked Civics por Nate Garvis, http://nakedcivics.com/
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