Los
cuarenta años me parecieron terroríficos y más aún cuando pensaba que tal vez
me quedaba más de la mitad de la vida por vivir. ¡Uf!
Sin
embrago, en medio de todo eso, se me ocurrió preparar una cajita en la que
coloqué un mapa apalabrado de lo que quería para mi vida. Coloqué en ella ocho objetivos de vida plena,
escritos en tiempo presente. También
escribí pequeñas tiras de papel en las que anoté oraciones que describían
distintos estados mentales que, a mi entender, me debían ayudar a transitar ese
mapa.
Ahora, a
punto de cumplir mis 45 años, vivo un momento muy distinto al de mis cuarenta.
De hecho, siento que vivo uno de esas etapas de transición vital en las que
todo es posible. Por eso, decidí revisitar
mi caja de mapa apalabrado. Me pareció
buen momento para hacer balance. ¿Y qué descubro?
Descubrí
que aunque creyera que no me movía y que sólo empujaba para resistir y no para
avanzar, sí avancé. A nivel personal y
profesional. Puedo volver a hablar de
amigas luego de pasar años sin tiempo o energía para ellas. Reincorporé a mi familia extendida a mi vida
y tengo el espacio para demostrarle amor y honrar ese vínculo. Tengo mejor
salud y más energías. Tengo un hogar al cual me da placer llegar. Mis hijos e
hija han crecido en salud y felicidad, sintiéndose amadxs. ¡Tengo plantas! (Por
años era una asesina de plantas). Escribo. He vuelto a pintar. ¡Me divierto! Tengo tiempo para disfrutar del
placer y de cosas bellas que antes ni siquiera miraba… tengo espacio para
mirarme, vivir cada minuto con conciencia, ¡cuidarme!, mirar a otras personas y
amar desde la alegría a tanta gente buena que me rodea.
“¿Cómo pasó
todo esto?”, me pregunto entre agradecida y sorprendida. Hay cosas que ocurrieron a pesar de mí…
Sí. Soy muy terca y a veces resisto los
cambios. Creo que en esas, tuve la suerte de que gente que me ama perseveró en
su amor, siguió apoyándome o fue capaz de esperar a que yo despertara del
trance de negación que me tenía estancada.
Otras cosas ocurrieron porque, en el fondo, todas sabemos lo que hay que
hacer para salvar nuestra esencia.
Nuestra mente es sabia y crea las condiciones necesarias para llevarnos
a nuestro mejor bienestar aún a nivel inconsciente. Y bueno, también pasa que
el tiempo trae sabiduría. Si cuando nos
damos los grandes cantazos de la vida nos ocupamos de mirar por qué pasaron,
algo aprendemos… algo aprendemos y podemos mejorar.
¡Qué
maravilloso sentir que vivo un momento de balances y de felicidad! ¡Qué maravilloso tener esperanza! ¡Qué
momento feliz este en el que puedo agradecer a la gente que me ama y apoya y
ser recíproca!
Parece que
lo que esperaba de los cuarentas, realmente ocurre a los 45. Muy bien.
Bueno... todavía me falta aprender a bailar... je, je, je...
…quizás es que por estar criad@s en la tradición de pensamiento decimal, nos estructuramos mentalmente para avanzar por décadas. Pero las etapas de nuestro avanzar, particularmente el emocional e íntimo, es estrictamente atemporal, no lineal e indiscutiblemente individual, caprichoso, fascinante… Esos “45” pudieran haber sido “43”, “47”, o quizás incluso “37”, ¡qué más da! Lo más rico a celebrar son ante todo que tengamos ganas de echarle un vistazo a nuestro andar por la vida habitando un cuerpo extraordinariamente único e irrepetible… ¡Felices 45 camarada! - LiSA :)
ResponderBorrar¡Gracias querida Lisa!! Tienes toda la razón... el tiempo es relativo y nuestros procesos se adueñan de él para darnos ventanas de felicidad.
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