Tenemos en nuestra Isla un árbol ponzoñoso que no para de lanzar a nuestras puertas los frutos del mal. Son los frutos de la violencia y de la palabra que se utiliza para crear confusión, miedo y desigualdad. ¿Quiénes han plantado ese árbol en el medio de nuestro país y quiénes lo abonan con sus palabras y sus acciones? No tengo que decir nombres. Ustedes ya saben quiénes son los que de verdad halan el gatillo del arma que asesina a una mujer y quiénes pegan un rótulo con la palabra “pato” en la espalda de un niño que se expresa como homosexual y que probablemente piense en suicidarse.
Un árbol
necesita alimentarse para dar sus frutos.
Y este árbol que nos mata se alimenta con las palabras y acciones de líderes
religiosos que hacen giras mediáticas en contra de que en las escuelas públicas
se hable de equidad de géneros. Equiparan
la equidad con un apocalipsis y prefieren engullir a la niñez con falsos
valores morales para seguir cosechando violencia, acoso, embarazos no deseados,
pobreza y muerte.
No les he
escuchado hablar en contra de la destrucción de nuestra tierra, de la pobreza
rampante que viven miles de personas cristianas en la Isla, del despilfarro de
fondos públicos, del discrimen racial, de las muertes violentas, de la
xenofobia que despoja de humanidad a quienes llegan a compartir con nosotras el
presente de la Isla. No. No les he escuchado defender la justicia con
la misma pasión que defienden el machismo y su privilegio cristiano
heterosexista.
A esos
líderes que se oponen a la perspectiva de género en las escuelas les conviene
alimentar el árbol ponzoñoso de la ignorancia.
De ahí cosechan sus frutos, sus diezmos y sus estilos de vida mientras
la gente pobre de este país se engulle con los frutos podridos de la violencia
y la desesperanza. ¿Quiénes son los que
producen los frutos del mal? ¿Quiénes
asesinan sueños, mujeres, jóvenes y un país entero? Por sus frutos los conoceremos. Tomen nota quienes les apoyan en sus
ejercicios de opresión porque serán duramente juzgados por la historia de
equidad que construiremos a pesar de su mezquindad.
Este arbol ponzoñoso de espinas venenosas se asemeja a los temibles bao-babs del que nos alerto aquel Principe chiquito (el rubito sin reino ni corona). Es una especie parasitica y nefasta que busca vivir a costa del organismo invadido. Sus raices lo penetran y acorralan hasta despedazarlo en mil fragmentos inservibles.
ResponderBorrarLas palabras malditas, malintencionadas y crueles que producen estos cardos en forma de frutos mortalmente podridos, igualmente penetran y destruyen la razon y la existencia de quien las escucha… Excepto que hagamos como nos sugirio este sabio aliado: hay que arrancarlos de raiz, tan pronto asomen una espiguita, una hojita, una espina camuflageada de florecilla.
No podemos ser perezosos, nos decia siempre el Principe, la tarea de mantener nuestros planetas libres de estas plagas no recesa nunca… Y uno de los elementos esenciales y necesarios precisamente para mantener nuestro planeta sano y prospero (y a traves de el, todo el Universo) es aprender a vivir en justicia apreciando nuestro relacion con el mundo desde una perspectiva de genero, liberadora y gestora de paz.
LiSA :)