(Publicada originalmente en El Nuevo Día)
Destruir la sociedad tal y como la conocemos
debe ser el primer punto en la agenda de quienes aspiran a una sociedad de
equidad y justicia. Repito: destruir la sociedad tal y como la conocemos. ¿Y cómo la conocemos? Fragmentada por la desigualdad, en plena
guerra (no declarada) de clases y anclada en valores que degradan la humanidad
de las personas que son diferentes. Otra
sociedad es posible, pero sólo desde nuevos paradigmas que reconozcan el valor
de los seres humanos en sí mismos y al margen de juicios valorativos que sólo
existen para controlar al colectivo. ¿Destruir lo que ya nos está
destruyendo? A eso me refiero. ¿La destrucción implica violencia? Tal vez
sí, tal vez no. Pero, ¿no vivimos ya la violencia?
Escribo desde mi realidad como mujer no
heterosexual, atea y crítica de nuestro sistema económico y al hacerlo,
reconozco cómo las creencias que parecen ser dominantes chocan con lo que digo
y me colocan en una posición de vulnerabilidad social. “No tienes que pregonar lo que eres”, me han
aconsejado. De la misma manera, en la
luchas LGBT existen sectores que tratan apasionadamente de cumplir con las
expectativas de monogamia, familia y expresión social que creen que les
garantizarían acceso a sus derechos humanos.
Pero pedir derechos como si fueran limosnas y tratar de parecer
“normales” sólo degrada nuestra otredad y la destierra al campo de lo
subterráneo.
Lo bueno y lo malo no puede medirse desde el
miedo a la transgresión. Hay que parar
la mojigatería extrema que hace que algunas personas se nos acerquen a
susurrarnos que nos callemos un poco, que blanqueemos nuestros discursos, que
seamos bien portadas y comedidas y que, incluso, seamos ejemplos. ¿Ejemplos de qué? ¿De adaptación? ¿De
sumisión? ¿De relaciones y familias perfectas? ¿Pero es que valemos menos si no
somos así? ¿Se les exige lo mismo a las
personas en posiciones de privilegio?
La mojigatería es miedo o conveniencia y
ninguna de las dos cosas nos viene bien.
Ser genuinas y fieles a nuestra realidad, retar nuestras propias
creencias cuando éstas nos domestican y sacar valor para afrontar las consecuencias
de aspirar a una sociedad de justicia es la clave en este momento.
Nota: En las próximas semanas comenzaré a publicar una serie de columnas cortas bajo el tema de "Objetivos en una agenda de destrucción social"
...me llama mucho la atencion como optas por utilizar el termino "destruccion" en lugar de "deconstruccion", este ultimo muy empleado cuando se discute sobre procesos de cambios radicales. Habra quienes pudieran pensar que son sinonimos, pero nada mas lejos de tu intencion, me sospecho... Siento que tu pensar y tu pluma estan manifestando una expansion de rebeldias mucho mas valientes aun que las ya valientes osadias a las que nos tienes acostumbradxs..., y cada nueva entrega me encandila e identifica mas... Gracias ;)
ResponderBorrarLiSA
Así es Lisa. El uso de la palabra destrucción es intencional e incluye una propuesta y una provocación... Poco a poco una va dándose cuenta de que las viejas fórmulas de acción ya no son suficiente para enfrentar lo que estamos viviendo.
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