Hoy es 1 de noviembre y tal y como hice el año pasado, inicio mi conteo regresivo hasta el 25 de noviembre, Día Internacional de No Más Violencia Contra las Mujeres. En la medida que el tiempo, y las carreras de Matria me lo permitan, diariamente y hasta esa fecha, estaré haciendo breves entradas reflexivas en mi blog en torno a la desigualdad de géneros, la violencia contra las mujeres y el estado de nuestros derechos humanos en la Isla. Será un caminar en letras y acciones para alimentar la esperanza y acercarnos a la equidad y la paz...
Hoy les incluyo una columna que escribí hace unas semanas para Prensa Comunitaria y su especial "Hablemos de Pobreza." Se llama "Andar descalzas". Espero que les guste...
Andar descalzas
Muchas mujeres venimos de una generación en la cual los cuentos de hadas eran parte del andamiaje que nos construía como mujeres y seres humanas. Uno de ellos, La Cenicienta, nos presentaba a una joven que, por vivir en una posición de pobreza y servidumbre, vivía descalza. Descalza hasta que su hada madrina le regala unas zapatillas de cristal que más tarde le ganan el amor de un príncipe, la riqueza y la estima social. No pocas niñas soñaron con un hada madrina, y muchas más seguramente se mirarían sus piececitos descalzos para convencerse de que jamás calzarían una zapatilla de cristal pues, ¿de dónde llegaría un hada madrina o de dónde sacarían un príncipe azul?
Andar descalzas es mucho más que ser pobres. Es vivir en privación y a la sombra de la desigualdad de géneros con todas sus intersecciones adicionales: de raza, de nacionalidad, de clase y de orientación sexual, entre otras. Así que cuando hablamos de pobreza y nos referimos a las mujeres, no basta con simplificar la discusión circunscribiéndola a un repaso de estadísticas. Al hablar de la pobreza que viven las mujeres tenemos que hablar de género, desigualdad y discrimen.
Las programaciones tradicionales, esas que nos vienen de cuentos como el de La Cenicienta o a través de vivencias cotidianas, nos dirigen de manera muy injusta por el camino de la dependencia emocional y económica. Los roles socialmente asignados a las mujeres como madres, consumidoras, cuidadoras, dóciles, bonitas, sensibles (no racionales), esposas y unas cuantas cosas más nos hacen dependientes de una tercera persona o cosa: del padre, del esposo, del estado, de la iglesia… y al final de los hijos.
En ese sentido, erradicar la pobreza y trabajar con grupos de mujeres tienen sus retos particulares y muchos de ellos están relacionados con la desigualdad. Estos retos los hemos asumido en Matria a través de un modelo de trabajo que reconoce las siguientes etapas de trabajo como parte de un paradigma de liberación y autosuficiencia que tiene como meta final el pleno desarrollo humano y la felicidad de las mujeres: Reconocimiento propio (¿quién soy y por qué?), Deconstrucción (¡no estoy obligada a ser así! puedo ser de otra manera), Apoderamiento (elijo el cambio y tomo mis decisiones), Autosuficiencia (tengo lo que necesito) y Trascendencia (soy solidaria y participo en los procesos democráticos de mi nación).
No es posible trabajar para adelantar el desarrollo económico de las mujeres enfocándose solamente en elementos económicos y dejando de lado los componentes sicosociales y culturales que las impactan. Por otro lado, ¿podemos medir la felicidad, el desarrollo humano pleno y la libertad de las personas desde los dólares y los centavos? ¿Es el mero aumento de un ingreso lo que perseguimos en nuestro trabajo? En el balance de lo que nuestra experiencia nos ha enseñado, el trabajo desde una perspectiva holística y de derechos humanos ha sido la respuesta más balanceada y adecuada a la pregunta: ¿Cómo superar la pobreza en la que viven tantas mujeres?
La perspectiva holística nos permite mirar a las mujeres con las que trabajamos como el centro de toda una estrategia de trabajo. Tocamos base con sus sentimientos y programaciones, las acompañamos a descubrir sus fortalezas, las guiamos para que miren todos los cuerpos que las definen: el mental, emocional, espiritual, familiar, social y económico. Por su parte, la perspectiva de derechos humanos nos permite trazar las líneas de lo aceptable y de lo ideal. Desde los derechos humanos debemos preguntarnos cosas como: ¿Es esta vivienda adecuada para esta mujer? ¿Se le han respetado sus derechos sexuales y reproductivos? ¿Tuvo acceso a una educación adecuada? ¿Cómo podemos satisfacer sus necesidades básicas sin convertirnos en una agencia asistencialista?
Se preguntarán las personas que leen esta columna, ¿y cuándo trabajan lo económico? Desde el primer momento. Cosas tan sencillas o complejas como calcular el ingreso necesario para una vida digna, identificar las alternativas de ingreso, seleccionar una carrera o una idea empresarial, acudir a una agencia a hacer gestiones o a una entidad bancaria a abrir la primera cuenta de ahorros, aprender a evaluar la viabilidad de una idea de negocios o a defender un plan de negocios… Todo ello forma parte de las etapas de desarrollo económico que están totalmente integradas a las etapas que señalé anteriormente: Reconocimiento propio (¿tengo lo que necesito?), Deconstrucción (¡tengo derechos humanos! merezco tener calidad de vida), Apoderamiento (elijo generar mis propios ingresos y me muevo en esa dirección), Autosuficiencia (tengo lo que necesito para desarrollarme plenamente) y Trascendencia (mi prosperidad merece ser compartida desde el amor a mi nación).
Nuestro trabajo de desarrollo económico con nuestras participantes no se limita al trabajo de una en una. Va acompañado de un análisis continuo de las circunstancias económicas de la Isla y del planeta y de la búsqueda de nuevos modelos y alternativas que mejoren las oportunidades de desarrollo para las mujeres y el resto del país. También de un reconocimiento de las desigualdades que provocan la pobreza pues es claro que las personas no eligen la pobreza de manera consciente y voluntaria. La pobreza existe porque como país hemos permitido que la desigualdad se acreciente. Así que, en Proyecto Matria sabemos que más que de pobreza hay que hablar de propuestas y de eso se trata nuestro modelo de trabajo: De una propuesta que mira las circunstancias de las mujeres y que trabaja con ellas a nivel individual y grupal mientras extiende una mano al resto del país. Para erradicar la pobreza hay que erradicar la desigualdad.
Andar descalzas por pobreza no es lo mismo que andar descalzas por el placer de sentir bajo los pies la energía de la tierra. Nuestra experiencia desmitificando a la Cenicienta y dando un poder mucho más grande que el de las hadas madrinas y los príncipes ha sido reveladora. Cuando una mujer está abierta y preparada para recibir conocimientos, guía y apoyo, aprovecha la oportunidad y sabe que no sólo es para ella, sino para su familia y su entorno. A nosotras y al país nos corresponde tener a la mano los recursos necesarios para que esa coyuntura se dé.
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