Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una bruja rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
21.11.10
4 días antes del 25 de noviembre: ¿Conformarse con lo menos?
Hoy se publicó en un periódico del país un reportaje titulado Sin límites en la fuerza laboral. El mismo intenta resaltar la idea de que “el poder femenino ya no tiene límites”. ¡Alto! ¿Es esto cierto? ¡Ojalá!
No cabe duda de que las mujeres hemos avanzado enormemente en el campo laboral y en muchos otros campos. Este aumento en la participación laboral de las mujeres, así como el aumento en su nivel de escolaridad es algo digno de celebrarse. Lo que no podemos hacer es pensar que ya todo se logró, que estamos bien, que ya logramos la equidad. Si eso fuera cierto, las estadísticas del propio reportaje serían muy distintas…
Que sólo un 3% de los taxis turísticos sean conducidos por mujeres, no parece una estadística balanceada. Tampoco es una estadística balanceada la que revela que sólo el 3% de los empleos de construcción son de mujeres. De hecho, esta estadística en especial debería preocuparnos bastante si consideramos que el gobierno está empecinado en incentivar un llamado “crecimiento económico” en la Isla a base de la creación de empleos en ese sector pues implica que los empleos no serán para nosotras.
Una tasa laboral de 35% en comparación con el 53% de los varones es otro dato para mirar, anotar y subrayar. Si consideramos que en Puerto Rico el 32% de las familias son lideradas por mujeres y que según estadísticas de diversas fuentes de gobierno aproximadamente el 58% de esas familias vive bajo el nivel de pobreza, nos percatamos en seguida de que el panorama no es tan positivo como para decir que nuestro poder no tiene límite.
A nivel político, el desbalance en el número de mujeres en la Legislatura y la Rama Ejecutiva es evidente y más evidente aún la falta de perspectiva de género de la mayoría de las legisladoras y secretarias de departamentos. ¿Nos conformamos con eso?
Lamentablemente el poder femenino tiene límites… todavía.
¿Límites de los cuales somos nosotras mismas las responsables? ¿Límites nacidos de algún rasgo atribuible a nuestro género? Escribo esto y no puedo evitar una sonrisa un tanto triste.
En Puerto Rico los límites al poder de las mujeres los imponen muchas cosas. En este momento uno de esos límites, el del machismo, es reforzado de manera consistente por las acciones gubernamentales y las prácticas religiosas que insisten en decir a sus feligresías que las palabras bíblicas ordenan un estado de subordinación y silencio para todas las mujeres.
De ahí, y de otras tantas formas de desigualdad que afectan no sólo a las mujeres, sino a otros sectores, surgen circunstancias que construyen un dique de prejuicios y de violencia que efectivamente limitan nuestro poder, nuestra libertad y nuestra felicidad.
Ese dique cuenta con ladrillos de discrimen por género, arcilla de desprecio o desvalorización por todo lo que parece femenino como la sensibilidad o la capacidad de llegar a consensos, cuenta con varillas de pobreza que incluyen la falta de acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, de educación, de transportación y hasta de vivienda y está empañetado con las excusas y justificaciones que cada cual se inventa, se cree y expresa para que nos conformemos con lo menos, pudiendo tener lo más.
¿Y qué es lo más? No es la supremacía. No es quedarnos con el mundo como dice alguien en el artículo. Se trata de alcanzar lo que nos merecemos y necesitamos. Se trata de desarrollar nuestras capacidades. Se trata de equidad.
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Brava Amarilis!!! Gracias por tus palabras!!!
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