Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una bruja rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
5.10.12
Soccer mom
Soccer mom
5 de oct 2012
"¡Bonito! ¡Bonito!", grita una adolescente en una esquina de las gradas mientras (presumo yo) su hermano y sus amigos corren por el campo de fútbol. Es casi una niña y parece haber aceptado muy bien su rol como "cheerleader" a la orilla del parque, en las sombras. Su energía es desbordante. Otras personas del parque gritan también, pero no con tanta pasión. Algo que agradezco en vista de las estupideces que dicen y en las que intuyo un alto grado de doble sentido: "¡aprieta, aprieta!", "¡haz como Lorena Bobbit, acosa, acosa!" y cosas por el estilo.
Este es el cierre de semana de una madre que le tiene terror a convertirse en una "soccer mom" y que ha terminado vencida por las circunstancias. ¿Qué circunstancias? Buena pregunta. Las circunstancias que rodean la vida mía y de miles de mujeres de clase trabajadora que además de trabajar sus jornadas, tienen a su cargo adolescentes que quieren y necesitan ejercitarse. Algunas estamos en parques de fútbol, otras en campos de pelota o en canchas de baloncesto. Los parques nos indican algo más que el gusto de los jóvenes deportistas. Nos dan pistas de su nivel socioeconómico* y de cuánto cansancio traen sobre sus espaldas las madres y padres que gritan en las gradas.
El sexismo es tema aparte. Se va cocinando desde aquí. Se espera que nuestros niños sean duros, sean agresivos, sean guerreros. De las niñas se esperan otras cosas y algunas se mueven entre un deseo genuino de jugar bien y el empeño de jugar como los varones. Varones que son un referente clave toda vez que existe una presunción tácita de que los legítimos ocupantes de los parques son ellos y que las niñas son unas advenedizas.
Precisamente esa misma dinámica la vivimos en el gran campo de la política. Se presume que la política es el campo natural de los hombres y así, vemos las campañas construidas desde la idea de que son agresivos, duros, líderes y gobernantes naturales. Las mujeres seguimos siendo unas advenedizas. Pero si de algo estoy convencida es de que si imitamos el estilo de los hombres, estaremos perdidas. Eso ha quedado demostrado con algunos desastres políticos que todavía tendremos que pagar como grupo por un buen tiempo. Las jennifers, albas, evelynes y migdalias son un ejemplo. Cada una con su estilo, sólo logró apoyar una maquinaria política que va en su contra.
La buena noticia es que cuando las mujes deciden echar a un lado los pensamientos limitantes, y son los suficientemente tercas, pueden cambiar las reglas de juego en vez de resignarse a usar las de los otros. Pero no sólo las mujeres como grupo pueden hacer esto. También las comunidades y los grupos que por años han tratado de convencer a quienes gobiernan para que hagan lo correcto y no lo de siempre. Ya es hora de dejar el empeño de convencerlos y de meternos al campo de juego para sustituirlos con nuestras propias reglas y desde una ética del amor y del respeto a la gente de nuestro país.
Y aquí, divagando entre los gritos y la muchachería que corre por el parque, remiro el rol de "cheerleaders" de algunas mujeres en la política y sueño con ver germinar las semillas que estamos sembrando este año con la valentía de las compañeras que se atrevieron a entrar al campo de juego y que lo han hecho con sus propias reglas.
* Mientras el fútbol te cuesta cerca de unos $400 en matrícula, zapatos y uniformes por semestre, otros deportes pueden ser mucho más económicos, y por lo tanto, accesibles a los niños y niñas de clase trabajadora o de grupos de bajos ingresos. Es increíble el esfuerzo económico que debemos hacer algunas personas cuando a nuestros críos se les ocurre decir que quieren jugar "soccer".
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