20.2.07

La religión como ley



¿Quién dice que en Puerto Rico todos somos cristianos? Existen también judíos, musulmanes y hasta ateos. ¿Y quién tiene derecho a juzgar esas creencias e imponer las suyas al resto del país? Aquí existe separación de iglesia y estado. Una separación que no existe por mera casualidad, sino por el derecho básico de todo ser humano a que nadie interfiera en el ejercicio de su espiritualidad. Algo que es íntimo y que requiere a la vez respeto por la intimidad ajena.

En medio de las discusiones generadas por la propuesta de Código Civil, los argumentos religiosos han sido los protagonistas. Algo preocupante cuando esos argumentos promueven la intolerancia, los prejuicios, el sexismo y la falta de equidad entre seres humanos. Todos estos valores representan un retroceso en nuestra evolución como sociedad y violentan los valores humanos que tanto nuestra constitución como organismos de derechos humanos reconocen y protegen.

La peligrosidad de los argumentos religiosos es que generan pasiones y prejuicios como los que en el pasado justificaron la esclavitud de los negros, la expulsión de los judíos de España y la condena de Galileo por demostrar que la Tierra no era el centro del universo. En la actualidad, son ideas religiosas las que justifican el apedreamiento y mutilación de mujeres en Somalia y otros países islámicos. ¿Justifica una creencia religiosa la segregación de otros seres humanos y el sufrimiento y dolor de otros? Jamás.

Las enmiendas que más revuelo han provocado son las relacionadas a los derechos de homosexuales y lesbianas, así como las relacionadas con derechos que beneficiarían a mujeres y familias no tradicionales. No me sorprende. Lo que sí me sorprende e indigna es, que como ciudadanas, veamos a nuestros legisladores saboteando desde sus prejuicios y terrores el desenlace de las enmiendas y que no protestemos. Los sectores religiosos no tienen derecho a imponer a los demás sectores opiniones que no representan nuestra realidad de pueblo. No puede triunfar el desprecio por el derecho a una vida digna y la entronización del odio y la violencia social. De la misma manera en que los opositores de los derechos humanos manifiestan sus opiniones, los que los defendemos no podemos guardar silencio. ¡Usemos nuestras voces contra el fundamentalismo!

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