3.9.07

Piropos y pedradas



Cada tarde, al salir de la escuela superior Bonifacio Sánchez en Aibonito, las jóvenes estudiantes se ven obligadas a transitar por un tramo de la calle principal del pueblo que está en plena construcción y cerrado al tránsito vehicular. En ese tramo de carretera, frente a su propia escuela, son también agredidas a diario. No hablo de agresiones físicas, pero sí de agresiones verbales. Del tipo de agresión que viene disfrazada de piropo de mal gusto y que por el contexto y las edades de los que las piropean hieren profundamente los principios de protección a menores y de equidad por género que supuestamente deben distinguir a nuestra sociedad.

Lo más preocupante de situaciones como ésta es que se repiten a diario por toda nuestra isla. En el caso de Aibonito cabe preguntarse si tanto el Municipio – autoridad responsable de la construcción y por lo tanto de los trabajadores- como la escuela han tomado medidas de protección a las menores. Esto es algo que parecería lógico a no ser que esté operando en las mentes de todos y todas los que conocen de esta situación una premisa peligrosa: “Es normal que esto suceda. Eso no es nada.”

En este punto la pregunta es: Si en el contexto laboral los comentarios y conductas sexuales indeseadas se consideran ilegales, ¿por qué en la calle no lo son? Si consideramos la indefensión de una joven -y aún de una mujer adulta- ante un grupo de hombres que le grita en la calle y a la vista de todo el mundo comentarios de índole sexual, es inevitable concluir que se trata de una agresión y que ésta amerita una protección adecuada. Pensar que es normal y que las niñas deben tolerar en silencio esas pedradas verbales es validar un pensamiento totalmente sexista en el cual se ve a las mujeres como meros objetos sexuales. ¿Es aceptable pensar así en pleno Siglo XXI? No.

Las agresiones verbales, y la mentalidad que las genera y las tolera, son el campo perfecto para justificar y perpetuar las agresiones sexuales que tanto revuelo levantan al ser denunciadas en la prensa. ¿Queremos seguir siendo cómplices?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Las últimas de la fila

 No recuerdo que alguien me haya dicho de niña que debía ser la última en comer. Pero lo aprendí. De adulta, al cocinar o comprar comida par...