28.4.06

¿Y qué de nosotras?

En medio de los dimes y diretes de la semana y en medio del miedo colectivo a enfrentar lo que por años fue predicho acerca de nuestra economía, es inevitable que las mujeres se pregunten: ¿Y qué de nosotras?
Esta no es una pregunta retórica, ni es una pregunta que pretenda añadir drama a una situación que ya rebasó esos límites desde hace días a pesar de que no es precisamente dramatismo lo que nos permitirá solucionar esta crisis fiscal y social. Es una pregunta totalmente válida si consideramos que en Puerto Rico son cada vez más los hogares liderados por mujeres solas. Este es un grupo consistentemente ignorado que además se ha confundido a los ojos del resto de la sociedad en una visión que ignora todos sus componentes, que distan mucho de ser homogéneos.
Al preguntar por nosotras las mujeres hay que preguntar por las profesionales que sostienen sus hogares con largas y exigentes jornadas de trabajo pero también hay que preguntar por las amas de casa que carecen de escolaridad y de oportunidades de desarrollo económico que les permitan alcanzar una mejor calidad de vida.
Atravesamos una situación de debacle económica en la cual el país está a merced de líderes violentos e insensibles que decidieron ignorar la realidad del resto de nosotras y nosotros. Para tristeza de muchas de nosotras, hay que hablar de líderes en masculino porque la realidad es que en este momento histórico pocas mujeres lograron alcanzar escaños en la legislatura o posiciones políticas relevantes. Para completar este cuadro de disfuncionalidad democrática, las voces de esas pocas mujeres se han convertido en parte de los coros polarizantes que pretenden mantener al país dividido y no en voces libres, auténticas y resonantes. Una sociedad que se precie de pluralista necesita de las voces de la diversidad. ¿Qué esperamos las mujeres para asumir liderato y traer al ruedo público nuestras opiniones, reclamos y soluciones?
¿Y qué de nosotras? Repito la pregunta con una mezcla de enojo, de preocupación y a la vez de esperanza. No puede ser que luego de tantas luchas ganadas en beneficio de nuestros derechos humanos, políticos y económicos se pongan en jaque todos esos derechos adquiridos y nadie haga nada. De las grandes crisis pueden nacer grandes oportunidades de crecimiento. Las mujeres trabajadoras, las mujeres pobres, las mujeres viejas, las que padecen condiciones de salud, las adictas, las empresarias, las lesbianas, las jóvenes y hasta las niñas tienen derecho a alzar la voz, a hablar. También tienen el deber de asumir con responsabilidad el reto. Cuando se clama por derechos se tiene que estar dispuesta a trabajar arduamente y a conciencia.
Tal y como otras organizaciones de mujeres ya han dicho, la reforma contributiva, el cierre gubernamental, la falta de servicios básicos para nosotras y nuestras familias, el alza en los productos y servicios que necesitamos y que tenemos que pagar con lo poco o mucho que nos ganemos, nos afectan. También nos afectan otros problemas que no han desaparecido aunque parecen estar en este momento fuera de la mirilla pública: la violencia, la falta de oportunidades de desarrollo económico, el discrimen por género y más. Somos una porción importante de nuestra sociedad y a pesar de eso se nos mantiene en un estado de vulnerabilidad que hay que denunciar para provocar la acción que sirva para subvertir un estado social, económico y político que ya no se sostiene.
¿Y qué de nosotras? ¿Qué haremos ahora? Denunciar, reclamar y trabajar. La hora de las víctimas ya pasó y el momento de actuar para nosotras y para el país está aquí.

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