4.11.18

Los domingos sagrados



A 21 días del Día Internacional de No Más Violencia contra las Mujeres
4 de noviembre de 2018

El mundo está en medio de una guerra que no acaba. Una guerra de siglos que se disfraza de miles de maneras. A veces la vemos en armas nucleares, invasiones armadas, revoluciones populares o en las alianzas mercantiles que agigantan la pobreza y asesinan pueblos enteros. Los domingos, esa guerra se disfraza de mantos sagrados.

Las religiones del planeta no pueden desvincularse de la violencia hacia las mujeres. Hoy, miles de púlpitos a través del mundo serán el escenario en el que se proyectan dos fuerzas en oposición abierta. Habrá púlpitos en los que se predicará odio, discrimen y violencia. Habrá otros en los que se hablará de libertad, amor y paz. Sin embargo, el lenguaje de lo divino puede ser confuso. Porque el odio no se autodenomina como odio, sino como palabra de algún dios, como mandato divino o como ley natural. El discrimen no se presenta a sí mismo con su cara naranja y presidencial, sino como un llamado a protegernos del mal. La violencia que predica no viene con una AK47 en los brazos, sino con un llamado a disciplinar, a sanar por la fuerza a quienes están enfermas o a proteger las familias. La diferencia entre unos púlpitos y otros la veremos en las acciones, en la famosa frase de “por sus frutos le conoceréis”, en la vida que nace o muere a partir de esas acciones.

¿Son sagrados los domingos que construyen muerte? ¿Es sagrada la palabra que alienta la violencia o pide sumisión ante las injusticias? ¿Hay santidad en las negociaciones políticas que mercadean bendiciones por privilegios?

Los domingos sagrados son campos de guerra que se trasladan a las vidas de las mujeres que viven en estado permanente de violencia.

¿Y quiénes son los soldados en esas guerras? ¿Quiénes los generales, comandantes y estrategas? Todos y todas nosotras. Aunque seamos ateas. Aunque hablemos de dioses de amor y demos la espalda a las iglesias tradicionales. Aunque digamos que creemos en un Estado laico. Aunque digamos que las religiones no nos afectan.

Las religiones y sus profetas de Siglo XXI nos afectan. Lo estamos viendo en Brasil con la elección de Bolsonaro y sus promesas de arrasar con todo lo que suene a equidad, ambiente o derechos humanos. Lo vemos en los Estados Unidos y el ataque frontal a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Lo vemos en otros países de América Latina en los que las derechas se reorganizan desde iglesias conservadoras tan violentas como cualquier ejército al servicio del totalitarismo. Lo vemos en África y en los países árabes en los que se entremezclan textos sagrados con leyes que criminalizan a las mujeres y personas LGBT. Lo vemos en Puerto Rico, con el PS950 que busca regular el derecho al aborto y que es impulsado por una mujer que se autodenomina pastora y llegó al Senado con el voto de las iglesias. Lo vemos en un borrador del Código Civil que busca imponernos reglas morales-religiosas haciéndolas pasar por ciencia y derecho gracias al trabajo de representantes y asesores que creen ser la mano de dios en la Tierra.

Los domingos no son sagrados a fin de cuentas. Porque sagrada es la vida y la dignidad humana y eso no se está construyendo hoy en el planeta. Seguimos construyendo muerte. De cuerpo y espíritu.

Hay guerreras y guerreros en los espacios religiosos tratando de hacer frente al odio y las desigualdades. Re-interpretan textos, predican equidad, acompañan a quienes luchan y aman por encima de las diferencias. Son indispensables. Pero a pesar de ellas y ellos, nos faltan rebeldes que elijan un bando en la guerra. ¿Señalar hermanas y hermanos? ¿Luchar contra nuestra propia gente en iglesias, colectivos o comunidades? Les pido mucho. Lo sé.

Enfrentar a quienes amamos es amargo. Lo he vivido. Pero yo no puedo ser hermana de quienes no son capaces de respetarme como mujer o de respetar la vida, autonomía y derechos de otras mujeres. Soy su enemiga. Los tiempos me obligan a ello. Aunque dé la espalda a la definición tradicional de enemiga y en el mundo de los valores supremos les ame y defienda sus derechos humanos. Aunque sea incapaz de asesinarles. Aunque sea incapaz de odiarles. No olvido que la dignidad humana es inviolable. Pero traicionaría ese valor si dejo que el temor al rechazo me detenga en mis luchas por lo que es justo, necesario y vital para una sociedad plural.

¿La libertad de religión? Sagrada. Pero no como excusa para imponerse a la fuerza. No como fuerza que oprime. No como testaferro del autoritarismo. No como excusa para el silencio que da fuerza a la violencia.

Hoy es otro domingo con la etiqueta de sagrado. Faltan 21 días para el Día Internacional de No Más Violencia contra las Mujeres y mi llamado a mis hermanas y hermanos de lucha, a las que creen en la equidad y aman de verdad, es a que conviertan ese domingo en un espacio de acciones íntegras, sólidas y profundas para adelantar la equidad. La equidad plena es el único antídoto a la violencia.

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