25.8.16

Los pantalones de Luisa y de Karina




Hace más de un siglo, Luisa Capetillo usó pantalones en público y se convirtió en el centro de ataques de todo tipo. Ataques que tenían como fundamento la noción de que las mujeres debían sujetarse a un código de vestimenta que excluía los pantalones.

Ahora, en pleno Siglo XXI no son los pantalones de Luisa los que causan revuelo, sino los de Karina. Cuando ya dábamos por sentado que el uso de pantalones por las mujeres es cosa normal, una escuela de Comerío nos recordó que en el Departamento de Educación hay un doble discurso al hablar de equidad.  Uno, el que aparece escrito en sus cartas circulares sobre equidad, uniformes y acoso escolar. Otro, el que se construye con actos y no con palabras y que nos habla de juicios morales, discrimen y violencia institucional. ¿Todo eso por unos pantalones? Todo eso y más.

A Karina se le privó de su derecho a la educación por no usar el uniforme aprobado en la escuela. Resulta que en esa escuela el uniforme aprobado para las niñas es el de falda y al reunirse con el Secretario de Educación le dijeron que si desea pantalón, debe usar el uniforme de los varones. Más allá de si a Karina le gustó o no esa opción, el punto importante aquí es el siguiente: ni esa escuela, ni ninguna otra escuela pública de la Isla debería prohibir el uso de pantalones a las niñas y jóvenes. Esa debería ser una opción estándar en todo código de vestimenta escolar.

Las razones son muchas. Tenemos dos cartas circulares del 2015. Una sobre equidad en la educación y otra en la que el propio departamento reconoce que no se debe lacerar la dignidad de una estudiante por no usar el uniforme y que tampoco se le debe privar de su derecho a la educación. ¿Otra razón? ¿A quién se le ocurre prohibir a una joven usar pantalones?


Entonces, apareció Karina y luego otras estudiantes de la misma escuela para repetir lo que Luisa Capetillo tuvo que hacer antes: retar la rigidez y la desigualdad. Retar al sistema educativo que debía existir para liberar seres humanos y no para oprimir. Retarnos a nosotras a hacer más porque hay más, mucho más que hacer. Esto no se trata de los pantalones. Se trata de mucho más, de un sistema que se niega a cambiar, de funcionarias que se creen con derecho a imponerse por encima de políticas públicas y de la incapacidad del Secretario de hacer valer su palabra empeñada hace más de un año a favor de la equidad. Si esto pasa por unos pantalones, ¿qué esperar del Departamento cuando haya que trabajar por lo demás? Por cierto: ¿Cómo vamos con el currículo de equidad y los adiestramientos a educadoras y educadores? Coquí.

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