Publicada en El Nuevo Día
11 de noviembre de 2009
Estamos en la era de los impostores. Los tenemos en el gobierno presentándose como salvadores de la economía, en el sector privado y la banca apropiándose del lenguaje de las organizaciones comunitarias pero actuando para su propio lucro y ahora en el tercer sector con una invasión de oportunistas que usan la estructura legal de las corporaciones sin fines de lucro para adelantar agendas ajenas a los derechos humanos de los sectores vulnerables y excluidos de nuestro país.
La definición amplia de impostores incluye palabras como mentirosos, santurrones, estafadores, hipócritas, imitadores e intrusos. Todas estas palabras describen a quienes hoy en día se apropian del país, de sus instituciones y de sus luchas comunitarias y sociales.
Un ejemplo muy cercano de este esquema de estafa nacional lo tenemos esta semana con el llamado Primer Congreso del Tercer Sector. El mismo está organizado desde la Oficina de Iniciativas de Base de Fe de la Fortaleza. La misma oficina que es liderada por Aníbal Heredia, quien se ha caracterizado por la promoción de valores fundamentalistas que atentan contra nuestros derechos humanos.
No podemos desvincular este “Congreso” de todo el andamiaje gubernamental que actualmente está desmantelando iniciativas comunitarias exitosas como el Fideicomiso del Caño Martín Peña y oficinas de gobierno que daban espacio para la participación ciudadana como la Oficina de Comunidades Especiales y la Oficina de la Procuradora de las Mujeres. Por un lado desmantelan las comunidades y los esfuerzos de apoderamiento civil y por el otro levantan y promueven un nuevo “tercer sector” afín a sus valores teocráticos y de ultraderecha que atentan contra el bienestar común.
Para que un impostor triunfe, tiene que haber alguien dispuesto a dejarse engañar. ¿Se dejarán engañar o comprar por unas cuantas monedas las organizaciones sin fines de lucro que por años han dado un servicio honesto al país? ¿Validaremos con nuestra presencia y recursos los intentos de usurpación del gobierno y sus cómplices? ¿Se dejará engañar el resto del país? Es hora de trazar una línea vertical y limpia entre quienes abrazan la justicia ante cualquier circunstancia y los que se rinden ante un poder que no vacila en doblegar a quienes le demuestran temor.
Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una bruja rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
11.11.09
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