Si en nuestro país se quería simplicar el asunto de la violencia hacias las mujeres como un mero problema de violencia doméstica, una nueva muerte no ha dado en la cara con el hecho de que se trata de mucho más. Una mujer fue asesinada por un hombre que la pretendía y la acechaba y una niña de sólo ocho años tuvo que enfrentar al asesino de su madre y quedar con el corazón marcado para el resto de su vida.
Muchos medios se preguntan, y nos preguntan, por qué. La respuesta es compleja pero me atrevo a resumirla: Porque somo desiguales, porque hay quienes se sienten con el poder de agredir y porque el sistema les refuerza esa idea cuando se empecina en hacer ver los asuntos de las mujeres como asuntos estúpidos e innecesarios, cuando nos degrada, cuando nos excluye.
Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una bruja rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
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