Publicada el 3 de mayo en el periódico Claridad
Algunas figuras de poder logran rodearse de un aura de
impunidad que parece imposible de vencer. Utilizan la ley, el “orden” y las
jerarquías de todo tipo para adelantar agendas que van en contra de todo lo que
define una verdadera aspiración de democracia, equidad y justicia.
La renuncia del juez Fusté a su puesto en la Corte Federal
de Puerto Rico es una de esas instancias en las que tenemos la oportunidad de
hablar de poder, impunidad y hostigamiento sexual. ¿Por qué? Porque tal y como se ha publicado,
fueron acusaciones de hostigamiento sexual las que lograron lo que otras
acusaciones en su contra no lograron hasta ahora. ¿Por qué más?
Porque el hostigamiento sexual en el empleo es uno de esos temas de
discusión en los que las víctimas se pueden sentir desamparadas frente a un
sistema social y legal que constantemente vuelca su juicio en contra de ellas,
mientras la parte agresora se queda sonriente y segura a la orilla de sus
actos.
El hostigamiento sexual en el empleo está prohibido en
Puerto Rico desde el 1988. Aun así, miles de personas- en su mayoría mujeres-
ven su dignidad lacerada en sus espacios laborales y se enfrentan a una
terrible disyuntiva: ¿silenciarse para mantener su trabajo o denunciar y
someterse a un proceso duro y hostil en el que su palabra será puesta en duda y
su reputación escrutada por el ojo público?
Para quien mira desde afuera, esta disyuntiva puede parecer de fácil
solución. Para quien vive el
hostigamiento sexual en el empleo no es tan sencillo.
Reconocer el hostigamiento
sexual en el empleo
La primera gran pregunta que manejan las víctimas de
hostigamiento sexual en el empleo es: ¿Me lo estaré imaginando? ¿Estaré
exagerando?
Estas preguntas surgen porque la violencia y el acoso
sexual pueden ser muy sutiles. Aunque lo evidente sería un beso, una mano bajo
la falda o una invitación abiertamente sexual, hay muchas otras formas de
acosar o de hostigar sexualmente a una persona.
Desde un comentario no deseado sobre nuestros cuerpos, hasta
invitaciones a deshoras, insinuaciones de intercambio de favores o chistes de
doble sentido.
Los acosadores pueden estar, además, en todos los niveles
de un lugar de trabajo: pueden ser empleados del mismo nivel, supervisores o
supervisoras y hasta visitantes. Lo
importante es tener presente que su patrono tiene la obligación de prevenir y
de detener el hostigamiento y que si no lo hace, es demandable.
¿Qué hacer?
Ante una situación de hostigamiento sexual, el primer paso
debería ser detenerlo y el segundo denunciarlo ante su supervisor o supervisora
para que se active un proceso de investigación.
Sin embargo, a veces no es tan sencillo.
Un evento de hostigamiento sexual tiene la capacidad de minar la
autoestima de la víctima, atemorizarla, desestabilizarla y paralizarla. Por eso, hay recomendaciones adicionales que
podrían ser de ayuda cuando la persona víctima de hostigamiento se sienta lista
para denunciar.
Algunas de esas recomendaciones incluyen: Cuente el evento
a otra persona de su confianza, lleve un registro de eventos que incluya horas,
fechas, lugares y personas presentes, busque apoyo piscosocial, busque
orientación legal.
¿Y qué más?
Es imposible dar en este este espacio todas las
recomendaciones necesarias para enfrentar con éxito este tipo de evento.
Recordemos que no se trata tan sólo de un asunto legal o reglamentario, sino de
situaciones que afectan emocionalmente a las víctimas por lo que se recomienda
un acercamiento holístico que logre atender a la persona tomando en cuenta sus
necesidades y su dignidad como ser humano.
Por último, parecería innecesario recordar que la víctima
no sólo está en una posición de vulnerabilidad ante una figura de poder, sino
que no es a ella a quien hay que juzgar.
No importa su ropa, no importa el tiempo que le tome sacar fuerzas para
denunciar, no importa su historia de vida, estos casos deben trabajarse con la
mayor objetividad posible y dejando de lado los estereotipos de género que
tanto daño nos hacen como sociedad.
¿Y el Juez Fusté?
Bueno, todavía hace falta saber más. Si, en efecto, incurrió en actos de
hostigamiento sexual no basta con una renuncia. La justicia reclama que se le
impongan sanciones y que su víctima o víctimas sean compensadas por un sistema
judicial en el que probablemente parte de su personal sabía lo que estaba
ocurriendo y decidió callar.
Destruir la presunción de impunidad de figuras de poder es
la mejor forma de adelantar un mundo de justicia y equidad.
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