16
de mayo*
Hoy fuimos poesía.
Caminamos por años las rutas del trabajo
con la mirada puesta en la equidad
sabiendo que la merecemos
que es nuestro derecho
y
que no la podemos renunciar.
Hoy fuimos poesía.
Poesía que convocó y que respondió.
Hoy fuimos poesía.
Poesía escrita con el empeño
con los pasos acompasados de los grupos de
amores por los pasillos de la ley
con las sonrisas cómplices
con las risas que nos consuelan ante la
balbuceante estupidez de quienes quieren justificar su homofobia
con las miradas preocupadas buscando reafirmar
que todo estará bien
con la ira a flor de piel mientras insultan
nuestra dignidad
con el corazón volando entre tanta gente
querida
con el dolor acallado en la garganta ante la
mirada desconcertada de los jóvenes que sufren las palabras de desprecio.
Hoy fuimos poesía.
Poesía en abrazos
en el grito de EQUIDAD
en los besos de alegría
y
en la inconformidad latente.
Hoy fuimos poesía.
Poesía fuerte y valiente.
Poesía solidaria.
Poesía amorosa.
Hoy fuimos poesía escrita en ritmo de victoria
y de esperanza.
Hoy fuimos poesía y versos que aún se están
escribiendo
para nuestra historia y para la eternidad.
Todavía recuerdo claramente el día 16 de mayo de 2013. Ser parte del Comité Amplio para la Búsqueda
de Equidad (CABE) y llegar al amanecer al Capitolio para garantizar los votos
necesarios para el Proyecto del Senado 238 que en su versión original pretendía
prohibir el discrimen por orientación sexual o identidad de género real o
percibida en múltiples espacios públicos y privados. Ese día se logró su
aprobación en el Senado de Puerto Rico y tuve que hacer un esfuerzo grande para
manejar la ira y abrazar la esperanza ante el primer golpe que recibió el
proyecto de ley debido a una petición de la senadora Rossana López. Ese día se eliminó del mismo la parte de
“real o percibida” y se excluyó de la protección del proyecto a personas LGBTT
que no quieren revelar su orientación sexual o a heterosexuales que pudieran
ser discriminadxs por ser percibidxs como parte de las comunidades LGBTT.
También recuerdo los días subsiguientes. El trabajo intenso de CABE y de otros grupos
LGBTT. Las olas de apoyo solidario de camino a la Cámara de
Representantes contrastando con las puertas cerradas de los representantes que
se negaban a recibirnos para hablar de ese proyecto y del Proyecto de la Cámara
488 para enmendar la Ley 54 de Violencia Doméstica y proteger personas
LGBTT. Recuerdo también, perfectamente,
las palabras de los que nos recibieron y nos dieron excusas para no apoyar la
equidad. Recuerdo la arrogancia de alguno
que otro que sintió que nos tocaba mendigar derechos. Recuerdo la cobardía de quienes admitieron
que teníamos la razón pero que querían los votos de las iglesias de sus
distritos.
Recuerdo- y sé que esas imágenes me acompañarán el resto de
la vida- las reuniones improvisadas en los pasillos del hemiciclo de la Cámara
para medir los daños que a cada minuto se acumulaban sobre el PS238 original,
los esfuerzos para mantener la calma del grupo, la furia contenida cada vez que
un representante se abrogaba el derecho de imponernos su ideología religiosa, ver
el dolor de lxs jóvenes que estaban con nosotrxs y que entendían perfectamente
los insultos a su dignidad humana.
Recuerdo el amor. Recuerdo la combatividad. Recuerdo
las risas. Recuerdo el baile de YMCA en
las gradas, el negarnos a ponernos de pie cuando se hicieron oraciones desde la
vicepresidencia de la Cámara, el gritarle a la representante Charbonier que se
fuera de la Cámara si, como ella decía, era incapaz de estar allí sin que se
legislara con su dios.
Recuerdo el heroísmo de nuestra gente y de representantes y
senadorxs que dieron la batalla por la equidad aun ante la amenaza de supuestos
costos políticos.
Recuerdo la imagen vibrante y poética de los gritos de
“¡Equidad!” cuando se aprobaron ambos proyectos y los grupos fundamentalistas
abandonaron las gradas del hemiciclo perseguidos por una multitud arcoíris que
se sabía victoriosa a pesar de todo.
Recuerdo, que aun estando en Fortaleza para la firma de
ambos proyectos no me abandonó una amarga melancolía del amar y no ser. Porque la melancolía puede convivir con la
esperanza y aún con la alegría. Así de
infinitos son los corazones humanos.
Cuando hablo del amar y no ser, me refiero a un estado de conciencia en
el cual se sabe que se ama al prójimo, se ama la vida, se ama a nuestra pareja
y a nuestras familias y aun así, no logramos ser ese ser humano pleno que
tenemos derecho a ser por las barreras del prejuicio y las desigualdades. Es saber que el amor no nos protegerá de
algún evento violento a manos de una persona homofóbica
ni tendrá el poder de abrazar a alguna joven lesbiana que
piense en quitarse la vida luego de ser golpeada o rechazada por su madre, amparar
a una trans que siente que nació para ser esclava de la pobreza o un viejo gay
que llora solo en un asilo la separación de su compañero de vida porque no les
permiten compartir el cuarto.
A dos años de ese momento histórico, la agenda de equidad
para las comunidades LGBTT sigue viva, esperanzadora, caminando sin tregua
hacia el futuro. Pero también, aquella
amarga melancolía del amar y no ser me acompaña y va agarradita de la mano con
la eterna esperanza, la alegría y una felicidad que fluye de momento en momento
porque sabe que no tiene derecho a ser absoluta hasta que la agenda se
complete.
Muchas cosas han cambiado en estos dos años. CABE ha crecido. Ha madurado como colectivo y abrazó una
agenda amplia de equidad desde una conciencia clara de que la equidad es algo
más que prohibir el discrimen en el empleo o tener derecho a contraer
matrimonio. Una agenda de equidad es una
agenda de derechos humanos y es una agenda política que reconoce los distintos
niveles de vulnerabilidad al interior de las comunidades LGBTT y también las
intersecciones de las opresiones.
Quizás en este momento haya temas que ocupen los espacios de
discusión pública con mayor protagonismo.
El matrimonio igualitario es uno de esos temas. También el de adopción y aún el de
perspectiva de género. Pero lo cierto es
que hay decenas, sino cientos, de temas que aún requieren ser atendidos. No todas las personas LGBTT desean casarse o
adoptar niñxs. Y ni el matrimonio ni la
adopción nos garantizan respeto, paz y dignidad en los demás espacios
sociales. Así que ambas luchas, aunque
necesarias y urgentes, no son las únicas que tenemos que atender. Haciendo y caminando, seguimos llevando en el
corazón la certeza de que el trabajo no se acaba hasta que la persona LGBTT más
vulnerable ante las inequidades vea garantizados sus derechos.
Si miramos nuestros derechos humanos desde una perspectiva
holística y de género, sabemos dos cosas.
La primera es que no podemos fragmentar las aspiraciones, sueños,
preocupaciones y vivencias de una persona.
Una persona es un entramado complejo de identidades que le llevan a
pensar, sentir y actuar desde espacios de todo tipo: emocional, espiritual,
mental, físico, familiar, comunitario, económico, de clase, raza y mucho
más. La segunda cosa que sabemos es que
el género, y la manera en que se construye socialmente, es un espacio idóneo
para levantar las más terribles exclusiones y prejuicios en contra de las
comunidades LGBTT por el mero hecho de no responder al concepto binario de
“masculino” versus “femenino” que se presenta como “normal”. Esas mismas construcciones nos retan al
interior de nuestras comunidades porque la misoginia, el clasismo y otros
prejuicios nos acompañan y se manifiestan aún dentro de nuestros propios
espacio. Ser gay no te quita automáticamente
lo misógino y tampoco ser lesbiana. Ser
trans no te quita el pensamiento fundamentalista que te condena a ti y al resto
de las personas LGBTT. Ser bisexual no
te quita los prejuicios de clase contra otra gente gay. En ese sentido, no nos queda más remedio que
apostar a la perspectiva de género como una herramienta de análisis que allane
el camino a la equidad.
Sabemos muchas otras cosas cuando miramos con atención a
otros seres humanos y nos comprometemos con la equidad. En marzo pasado, defensorxs de derechos humanos de nuestra Isla
lograron comparecer ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
en una audiencia para la cual se trabajó por mucho tiempo. Aunque se presentó el estado de los derechos
humanos de diversos grupos en Puerto Rico, destacaré aquí (por razones obvias) la
importancia del informe sobre comunidades LGBTT preparado por estudiantes de la
Clínica de Discrimen por Orientación Sexual e Identidad de Género de la Escuela
de Derecho de la Universidad de Puerto Rico.
Tras un arduo trabajo de investigación y entrevistas, el
informe sobre el estado de nuestros derechos humanos logró exponer distintas
áreas de nuestras vidas como personas LGBTT.
Destacaron temas de acceso a servicios de salud, vivienda, educación y
trabajo. También el tema del discrimen y
cómo las personas LGBTT pueden ser privadas de cosas tan básicas como el derecho
fundamental al matrimonio o a formar una familia. Otro tema fundamental fue el de la vulnerabilidad
a la violencia, algo que ha ocupado primeras planas por el nivel de homofobia
que destilan los crímenes que se han cometido contra personas LBGTT.
¿Tenemos una agenda LGBTT?
Líderes fundamentalistas se pasan hablando de esa agenda. Sólo que mienten sobre ella. Nuestra agenda no pretende dominar el mundo
ni cambiar la orientación sexual de otras personas. Nuestra agenda tampoco incluye robarse la
niñez ni destruir matrimonios ajenos.
La agenda LGBTT, la que CABE abraza, es una agenda de
equidad que mira desde el amor y el compromiso al resto de las comunidades
LGBTT y se pregunta qué hay que hacer (y lo hace) para garantizar la vida,
dignidad, desarrollo y felicidad de todxs.
Suena idealista, pero no lo es. Esta
es la generación a cargo de cambiar la historia. Desde las comunidades LGBTT y desde la
sociedad civil representada por todo tipo de persona que sin importar sus
creencias religiosas o políticas sabe que la equidad para nosotras es lo justo
y es lo necesario. A fin de cuentas es
la única manera de quitarse de encima la amarga melancolía del amar y no ser.
* Poema escrito en la noche del 16 de mayo de 2013- ©Amárilis Pagán Jiménez
Esta columna fue parte del Dossier LGBTT de 80 Grados en el verano de 2015.
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