Busque cada cual en su bolsillo. Algunos
tendrán al menos $20 y otrxs se tocarán y recordarán que están sin un
peso. Más allá de ustedes, y de mí,
miles de personas de nuestra Isla que ni siquiera sueñan con poner un dedo en
una tablet o celular no sólo no tienen el peso, sino que tienen en su cabeza la
angustia de no saber cómo lo conseguirán. ¿Qué le puede importar a esta gente
lo que pase con estas dos mujeres lesbianas?
Sin embargo, esta semana los medios de
comunicación, ¡y el gobierno!, fueron muy eficientes en su estrategia para segregarnos
como movimientos sociales. Mientras las
comunidades LGBTT y aliadas se preocupaban por el beso de Lisa M y su
oportunismo mediático, la Legislatura fusionaba agencias de gobierno. Mientras faranduleaban con Maite Oronoz y la
realeza criolla, se afianzaba el poder de esta clase con nuevos préstamos
gubernamentales para hacer negocios estúpidamente y seguir empobreciendo al
país. Tuvimos la versión moderna del
baile, botella y baraja con una combinación de besos, memorias tiernas de viajes
familiares y moralismo morboso.
Esta es sólo una breve columna por lo que no
tengo el espacio o el tiempo para analizar en profundidad la complejidad de lo
que vivimos en estos días, pero no quería dejar pasar la oportunidad para, al
menos, provocar una reflexión que sirva de algo en las próximas semanas. Porque créanme, luego de Maite y Lisa habrá
que tocarse el bolsillo y también el corazón.
Miremos a Maite (sí, así, con familiaridad,
como en una revista HOLA). Contrario a
las estrategias utilizadas por el presidente Obama para diversificar la
judicatura federal, en Puerto Rico el gobernador García Padilla designó a
nuestro Tribunal Supremo -sin consulta ni diálogo- a una mujer de la alta clase social y política
de nuestra Isla que resultó ser, casualidad y oportunidad, lesbiana. Ya
imaginarán cómo ese elemento polarizó la discusión pública. El liderato
fundamentalista religioso se lanzó de inmediato al ruedo a atacar a la nominada
por su orientación sexual y al liderato LGBTT no le quedó más remedio que
lanzarse a exigir que fuera evaluada con transparencia y al margen de su
orientación sexual. Inclusive, la prensa
se encargó de convertir su orientación sexual en una primera plana. ¿Sus atributos para el puesto? Quedaron al
margen del proceso y de las ponencias presentadas en las vistas de
confirmación.
Letras y dedos se pusieron en las redes
sociales al servicio de este evento.
Hubo gente que la criticó, gente que sospechó de ella y su clasismo,
gente que se ilusionó y gente que vio el momento histórico. A mí me pareció
importante el nombramiento de una mujer lesbiana al Supremo y más aún el hecho
de que tiene la posibilidad de ser confirmada.
Sin embargo, tengo un sabor agridulce tal vez más agrio que dulce. ¿Por qué?
Tengo muchas preguntas en mi cabeza.
Les comparto algunas.
Por ejemplo, ¿será confirmada como persona
LGBTT y con la intención de traer diversidad al foro judicial o será que su
clase le perdona esa falta en aras de garantizarse dentro del Supremo a una de
su estirpe? Para mí fue significativo su silencio en cuanto a su compañera
durante su ponencia. ¿Algún acuerdo con senadorxs conservadorxs para garantizar
sus votos? Me pregunto también, esta vez
con morbosidad, qué mecanismos se activaron para lograr llenar la sala de la
vistas con el grupo responsable del estado de pobreza y desigualdad que ha
destruido a nuestra Isla. Y no sólo
llenaron el salón, sino que además casi parecieron los adalides de la justicia
social y de la equidad. ¿Tendremos en el
pueblo memoria tan corta? Espero que no
porque ya hoy Hernández Denton y Andreu (sus primeros deponentes a favor) son
abogados de Doral Bank contra el gobierno de Puerto Rico. ¿Llegará este caso ante su Maite-niña-familia? Por lo pronto, si con 38 años Maite es
confirmada, admito que me da algo de pena. ¿Imaginan vivir sus próximos 32 años
pagando el favor y transitando por los pasillos rígidos de ese tribunal?
Y Lisa... Esa Lisa que de momento ha sido una
tendencia destacada en redes. Imagino
que también la veremos en TV Guía (¿existe eso todavía?). Un beso bien o mal dado puede hacer esas
cosas. Lo que también puede hacer, e
hizo, fue borrar del panorama lo que debió ser la discusión real de cara a un
evento que nos confronta con la posibilidad de que en la Isla se discrimine en
establecimientos públicos contra personas de las comunidades LGBTT. Porque al margen de Lisa M y la tal
Margarita, quienes trabajamos por la equidad sabemos que en Puerto Rico sí se
discrimina en espacios públicos y sí existen incidentes en los que se saca de
locales o se les daña el paseo a personas LGBTT que se besan. ¿Por qué a pesar de eso hay gente nuestra que
elige no actuar sobre el discrimen? ¿Por qué hay tanta gente eligiendo el
chisme, el moralismo y enfocarse en dos mujeres que no representan al resto de
la comunidad LGBTT? De paso un saludito a lxs representantes hipócritas que
dañaron el proyecto antidiscrimen (PS238) para convertirlo en la Ley 22 del
2013 sin protección legal explícita para estos casos.
Luego viene el peso. La cara de Washington en un papel que domina
la vida de mucha gente. Tener o no tener
un peso en el bolsillo hace una gran diferencia en una sociedad capitalista. Hace una diferencia tan grande que te hace
digna de ser nominada al Tribunal Supremo o te hace indigna del respeto popular
aún cundo ambas mujeres tengan la misma orientación sexual. Un peso también puede relacionarse con la
casta y raza a la cual perteneces y es la llave que te abre las puertas a los
cuartos en los que todxs se conocen y todxs deciden el rumbo del país en nombre
de una aparente democracia que se sostiene desde la ilusión eleccionaria de
quienes tienen cupones en vez de pesos en los bolsillos. Claro, si tu peso es blanco, mucho mejor. Así
si te falta, tu historia familiar te da la llave de repuesto.
Mientras Maite (apropiada, apoyada y acunada
por sus pares) fue presentada al país con una escolta de ilustrísimo linaje y
anécdotas de infancia, Lisa se presenta a sí misma (hasta se graba) desde un
incidente nebuloso en el cual parece ser la víctima y a la vez la
ofensora. ¿O será que ella no deja de
ser la víctima porque nadie le perdona su lesbianismo de calle y sin linaje? Pero,
y pregunto de nuevo, ¿cuántas varas hay en este país? ¿Sólo la de casta y
clase? ¿Tal vez la de orientación
sexual? ¿Raza? ¿Nivel educativo? ¿Marco profesional? ¿Religión intransigente?
¿Moralismo hipócrita?
De ninguna de ellas dos sé demasiado. Creo que tal vez no quiera saber más. Pero sé lo suficiente como para darme cuenta
de cuán malamente hemos resbalado como sociedad cuando sus situaciones de vida
se convirtieron en noticias. A ninguna
de las dos pudimos observarlas desde un contexto que considerara el bienestar
del país más allá de un evento personal afortunado o desafortunado. A las dos les impactó, para bien o para mal,
cargar unas cuantas marcas de clase, sexo, género y orientación sexual. Creo que Maite ganó y Lisa perdió. Por un
peso de diferencia o tal vez por millones.
Maite pudo haber ganado más si la discusión se hubiera concentrado más
en sus méritos y menos en el despliegue de apoyo de la realeza criolla. Lisa hubiera perdido menos si se hubiera
dejado de lado el moralismo simplón (“¿se grajeó? ¿ella provocó por búsqueda de
prensa?”) y se hubiera mirado de frente la lesbofobia estructural. Con ninguna se
habló del discrimen ni de cómo enfrentarlo socialmente. Tampoco se habló de desigualdad y de cómo
estas cosas la perpetúan.
Y el resto del país, mientras, ve el mundial,
opina de Maite y de Lisa, olvida que existe el discrimen, se encabrona con las
uniones pero no analiza lo que pasa, bebe cervezas y deja que gente como la que
ayer inundó el Capitolio siga decidiendo por todas y todos.
¿Qué vale más? ¿La dignidad o un peso en el
bolsillo? En este momento en nuestra
historia, parece que vale más el peso, pero en el camino, la pérdida de
dignidad nos hunde más en el pantano de desigualdades que hace difícil sonreír
a la vida sin una mueca de amargura.
Saludos, gracias por el Blog. Un detalle,en lo poco que vi de Lisa ella politizó el tema hacia la marginacion de las lesbianas en la vida cotidiana.
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