Publicada en Voces de El Nuevo Día
6 de agosto de 2010
“Para doña Lolita”
Todavía me conmueve la consigna pintada con sangre sobre un muro por Bolívar Márquez, uno de los cadetes nacionalistas asesinados en la masacre de Ponce. Esa consigna es universal y contiene, en sus breves seis palabras, miles de palabras que podrían muy bien convertirse en las consignas de nuestro país en nuestros días. Una de ellas podría ser muy bien “¡Viva la equidad, abajo los opresores!” y ser cantada, pintada, esculpida y gritada en las cuatro esquinas de nuestra Isla. Porque, ¿no tenemos acaso el legítimo derecho a disentir, a denunciar y a proponer lo que creemos necesario para nuestra patria?
¿Debe sorprender entonces que el Movimiento Amplio de Mujeres pinte un mural contra la violencia machista? Claro que no. Y al hacerlo, no sólo es un grupo de mujeres que lucha en contra de la violencia de género, sino un grupo de ciudadanas que rescata el derecho a la libertad de expresión y de asociación, el derecho a exigir justicia y el derecho inalienable de todo un país a vivir con dignidad.
Las mujeres de nuestra Isla se han destacado por su valentía en momento de crisis. Fue una mujer quien levantó la bandera puertorriqueña cuando cayó al pavimento en medio del tiroteo en la Masacre de Ponce. Otra mujer, Blanca Canales, declaró la República de Puerto Rico en el 1950 mientras ondeaba nuestra bandera. Años más tarde, Lolita Lebrón lideró al grupo de nacionalistas a quienes se les encomendó llamar la atención mundial sobre la situación de la Isla a través de un ataque en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos.
No debe sorprendernos, por lo tanto, que las mujeres sigamos siendo uno de los grupos que con más tesón y perseverancia luchemos por las causas que consideramos importantes para Puerto Rico. Así lo hemos hecho para adelantar los derechos humanos de las mujeres en la Isla y también para salvaguardar la dignidad y los derechos de otras poblaciones vulnerables.
Más que exigir el derecho a pintar un mural, el Movimiento Amplio está retando los límites entre el silencio de la sumisión colectiva y las voces de la valentía y la dignidad.
6 de agosto de 2010
“Para doña Lolita”
Todavía me conmueve la consigna pintada con sangre sobre un muro por Bolívar Márquez, uno de los cadetes nacionalistas asesinados en la masacre de Ponce. Esa consigna es universal y contiene, en sus breves seis palabras, miles de palabras que podrían muy bien convertirse en las consignas de nuestro país en nuestros días. Una de ellas podría ser muy bien “¡Viva la equidad, abajo los opresores!” y ser cantada, pintada, esculpida y gritada en las cuatro esquinas de nuestra Isla. Porque, ¿no tenemos acaso el legítimo derecho a disentir, a denunciar y a proponer lo que creemos necesario para nuestra patria?
¿Debe sorprender entonces que el Movimiento Amplio de Mujeres pinte un mural contra la violencia machista? Claro que no. Y al hacerlo, no sólo es un grupo de mujeres que lucha en contra de la violencia de género, sino un grupo de ciudadanas que rescata el derecho a la libertad de expresión y de asociación, el derecho a exigir justicia y el derecho inalienable de todo un país a vivir con dignidad.
Las mujeres de nuestra Isla se han destacado por su valentía en momento de crisis. Fue una mujer quien levantó la bandera puertorriqueña cuando cayó al pavimento en medio del tiroteo en la Masacre de Ponce. Otra mujer, Blanca Canales, declaró la República de Puerto Rico en el 1950 mientras ondeaba nuestra bandera. Años más tarde, Lolita Lebrón lideró al grupo de nacionalistas a quienes se les encomendó llamar la atención mundial sobre la situación de la Isla a través de un ataque en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos.
No debe sorprendernos, por lo tanto, que las mujeres sigamos siendo uno de los grupos que con más tesón y perseverancia luchemos por las causas que consideramos importantes para Puerto Rico. Así lo hemos hecho para adelantar los derechos humanos de las mujeres en la Isla y también para salvaguardar la dignidad y los derechos de otras poblaciones vulnerables.
Más que exigir el derecho a pintar un mural, el Movimiento Amplio está retando los límites entre el silencio de la sumisión colectiva y las voces de la valentía y la dignidad.
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