8.3.10

Vivir la equidad


Reflexión en el 8 de marzo

Muchas veces pensamos en la equidad como algo abstracto, una utopía de la cual se conversa… Sin embargo, la equidad debemos vivirla desde nuestra cotidianidad. “¿Cómo vivir la equidad?”, se preguntarán algunas personas. Afirmándola con nuestros actos, aspirando a la libertad, siendo honestas con lo que pensamos, hacemos y sentimos.

Si tenemos pensamientos limitantes, y nos vemos a nosotras mismas como seres inferiores o con capacidades limitadas, estamos afirmando la desigualdad. Sin embargo, cuando somos capaces de aceptarnos a nosotras mismas, de vislumbrar el éxito al cual aspiramos y de confiar en nuestras capacidades, afirmamos la equidad porque nos sentimos amparadas en nuestra propia humanidad infinita y maravillosa.

No habrá quien nos haga pensar que somos incapaces de algo… avanzaremos hacia los espacios de poder, de libertad y de democracia de tú a tú con otros grupos o sectores.

Un pensamiento de seguridad y equidad, es un pensamiento de libertad.

Nuestras acciones dan cuerpo a la equidad. Le dan vida cuando aceptamos roles de liderato, cuando damos el frente a la hora de asumir responsabilidades, cuando decimos o hacemos lo que sabemos correcto aún por encima de las amenazas, el miedo o la adversidad. Es inaceptable rendir nuestras acciones a valores contrarios a los que defendemos…

Una acción que afirma la equidad, es una acción que repercute en la vida de otras mujeres, porque es una onda expansiva de solidaridad.

Habrá quienes quieran hacernos sentir desvalidas, tontas, incapaces o cobardes. Sin embargo, desde nuestra libertad interior, nosotras podemos elegir cómo nos sentimos. Hoy en Puerto Rico, la supervivencia de nuestros derechos como mujeres depende en gran medida de nuestra elección. Estamos llamadas a sentirnos valientes, inteligentes, humanas plenas y con derechos.

Para alcanzar la equidad y la libertad, primero debemos sentirla en nuestros corazones.

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