No. No todas las organizaciones sin fines de lucro son
iguales y es un error decir que hay una competencia descarnada entre ellas.
No somos iguales porque algunas preferimos perder dinero a
perder principios. Otras le sirven a las opresiones y por eso les aceptan el
dinero sin chistar y se hacen cómplices desde el silencio.
No somos iguales porque algunas estudiamos, hacemos pruebas,
nos autoevaluamos constantemente y hasta desarrollamos nuestros propios modelos
de trabajo para garantizar que adelantamos nuestra misión. Otras politiquean,
presentan números maquillados, tienen buenas relaciones públicas aunque en el
proceso reafirmen estereotipos y, en algunos casos, recurren a la religión como
modelo de trabajo para justificar lo que hacen.
No somos iguales porque algunas sabemos que hay que dar
servicios pero también hay que ser políticas. Otras se esconden tras un ideario
filantrópico que perpetúa la dependencia y se cruza de brazos ante los males
estructurales que atropellan a quienes sirven.
No somos iguales porque algunas no tenemos miedo y hemos
estado dispuestas a pagar las consecuencias de denunciar, hablar claro y
actuar. Otras susurran sus inconformidades, lloran si les quitan $1 y corren a
retrtarse con el primero que les dé dinero.
No somos iguales porque algunas tenemos muy claro que se sin
fines de lucro no equivale a ser ineficientes, poco profesionales o eternas
inexpertas. Otras fomentan el descuido en el trabajo, anidan en su interior a
gente que no merece el honor de servir al prójimo y les restan valor al trabajo
de todas las demás.
No somos iguales. Y si no somos iguales, no podemos hablar
de competencia sino de autodefensa de los espacios que algunas se ganan a
pulmón y con mucho trabajo. Hablar de competencia y llevarnos al mezquino campo
de las empresas que priorizan el capital sobre lo humano es hacerle un favor a
quienes nos quieren sacar del medio porque estorbamos en el gran plan que por
siglos ha servido para acrecentar las desigualdades y concentrar la riqueza en
las manos de unos pocos.
No somos iguales pero sí somos solidarias y estamos
dispuestas a apoyar a las otras organizaciones que trabajan por y para los
derechos humanos de todas y todos.
Ser solidarias no es ser ilusas e ir regalándonos a quienes
no merecen nuestra energía. Para algo tenemos conciencia e inteligencia.
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