A finales del Siglo XIX nació mi abuelo paterno. Con toda probabilidad fue hijo de esclavos libertos y no tuvo la posibilidad de pensar en estudios universitarios. Era negro. Mi abuela paterna nació con la UPR, en el 1903, y a pesar de ser una mujer inteligente, sólo llegó al octavo grado porque en sus tiempos, en su pueblo, en el Puerto Rico de ese entonces, no se pensaba que era importante que las mujeres estudiaran y no había escuelas accesibles en todas las zonas geográficas de la Isla. De nada le valieron sus hermosos ojos verdes, esa belleza bondadosa que la acompañó hasta el final de sus días y su gran inteligencia. Era pobre. Ya adulta, la pobreza extrema en que la dejó la viudez, la obligó a enfrentar- a pesar del miedo pero con amor y entereza- a un sistema económico y social que no tenía cabida para gente como ella y como sus hijos e hijas. Aún así, mi padre y sus herman@s lograron estudiar y hacerse maestros y maestras.
Mi madre también llegó a la UPR y en sus viajes para estudiar conoció a mi padre… Ambos fueron maestros por 30 años y su formación académica benefició no sólo a nuestra familia, sino a cientos de familias cuyos niños y niñas pasaron por sus salones de clase.
Mi padre no hubiera salido de la vida de marginación y pobreza que vivía su familia sin la UPR. Mis hermanos y yo no hubiéramos tenido una oportunidad real de estudiar sin la UPR. Los salarios de dos maestros no hubieran sido suficientes para pagar una universidad privada y a la vez pagar hospedaje, libros y todos los gastos que se generan cuando una estudiante tiene que salir de su pueblo a estudiar. No todo el mundo tiene derecho a beca. En el caso de mi familia, caíamos en una zona económica en la cual se encuentran muchas familias hoy: ingreso muy alto para recibir beca y muy bajo para cubrir los gastos. Lo que nos permitió estudiar fue el costo de matrícula- $15 el crédito- y muchos sacrificios de parte de mami y papi.
Así que mi madre y padre fueron nuestra primera generación en la UPR, mis hermanos y yo la segunda y ahora mi ahijada es la tercera. El año próximo mi hija también ingresará en la UPR… si la misma todavía existe como debe existir: como un centro de aprendizaje de excelencia, laboratorio de ideas, imán para las diversidades y espacio para construir equidad.
Estas tres generaciones han pasado por la UPR como parte de un proceso de evolución social que visto desde la individualidad puede parecer insignificante pero que en realidad no lo es. Evolucionamos desde la realidad de un esclavo negro del Siglo XIX atravesando la vida de una familia cuyos hijos e hijas conocieron la extrema pobreza y sufrieron discrimen social y racial y llegamos hoy, más de un siglo después, hasta una familia amplia que goza de mejor calidad de vida y que indudablemente siente que es su deber aportar para que otras familias también vivan en bienestar.
La evolución de nuestra familia es la evolución de un país en el que la universidad del Estado ha permitido que más personas estudien y que las reglas del Siglo XIX se subviertan. Desde el Siglo XX estudiar en una universidad dejó de ser un privilegio de familias adineradas y se convirtió en un derecho para el resto del país. Quienes fundaron la UPR muy probablemente no imaginaron que un siglo después la universidad estaría en jaque y en peligro de caer como víctima de una guerra ideológica en la cual su propia administración desprecia la historia y la importancia de este proyecto de equidad y democracia que es nuestra Universidad.
Es bochornoso escuchar al Presidente de la Universidad y a integrantes de la Junta de Síndicos utilizar intencionalmente los prejuicios del país para debilitar la imagen de los grupos estudiantiles y de la sociedad que defienden la educación post secundaria como derecho. Es triste e indignante escuchar a líderes del gobierno hablar con violencia en contra de quienes piensan distinto a ellos. Pero más triste aún, es ver cómo el resto del país- y algunos estudiantes de la propia UPR- miran con indiferencia lo que pasa y se hacen de la vista larga. No se percatan, estos últimos, de que el asunto de la UPR nos atañe a todas y todos porque se está jugando el futuro de nuestra democracia, de los sueños de las niñas y niños que aspiran a estudiar carreras, de las comunidades que evolucionan, progresan y sobreviven gracias a las aportaciones de sus hijos e hijas cuando estudian y se preparan para servirles.
Cuando el gobierno y la administración de la UPR dan por sentado que cualquiera puede pagar la cuota que quieren imponer y que las Becas Pell resuelven cualquier inconveniente económico que la misma provoque, piensan como personas enajenadas de la realidad económica de miles de familias de clase media (si aún existe) y de las otras tantas miles de familias de muy bajos ingresos que no podrán cubrir todos los gastos de sus hijos e hijas universitarias.
Hay varias premisas que seguramente están en sus cabezas y que, a su vez, sustentan prejuicios terribles que sólo existen en mentes de personas carentes de amor y bondad a la hora de pensar en el país que les vio nacer.
Estas personas seguramente piensan:
◦ Que todo el mundo estudia en el mismo pueblo en que su familia vive- En su realidad de personas que en su mayoría vive en la zona metropolitana, seguramente se les olvida que existen 77 municipios adicionales, algunos a horas de viaje de los recintos de la UPR. Al olvidar esto, olvidan que miles de estudiantes deben encontrar y pagar hospedaje para poder estudiar.
◦ Que el único gasto de los y las estudiantes es la matrícula- Claro, claro… el resto de los mortales sabemos que hay que comprar libros, pagar copias, pagar transportación, materiales, alimentos y más. Sin embargo, las personas que están tomando decisiones en la UPR no tienen estos gastos presentes, no porque no los tengan también, sino porque no le representan un reto económico o mental como a las familias de los estudiantes y a las propias estudiantes que a veces deben trabajar para sufragar estos gastos.
◦ Que quien no estudie en la UPR puede irse a tomar un curso técnico en algún instituto- Este pensamiento tiene un claro sesgo de clase social pues da por sentado que para sus hijos e hijas lo digno y lo apropiado es estudiar carreras profesionales complejas y que para el resto del país basta con tener un oficio. Lo cierto es que aunque los oficios son importantes, todo/a joven debe tener la oportunidad de elegir qué estudiar y cómo aportar al país. Necesitamos gente de todos los sectores representándonos en los espacios en los que se toman decisiones que afectan al país completo. Para garantizar esa representación, debemos garantizar una UPR accesible para todas y todos.
◦ Que ellos- los políticos y administradores- sí gastan en estudios de sus hijos porque los envían a estudiar fuera del país y “eso sí que es caro”- Siempre mirando hacia los Estado Unidos, dejan de mirar otros países en los cuales la educación post secundaria es gratuita o muy económica. Los costos de la educación universitaria no deben evaluarse con parámetros de mercados o precios de competencia. La teoría de oferta y demanda no aplica en este análisis pues la línea de pensamiento debe ser otra. El análisis de los costos de la UPR debe hacerse partiendo de la siguiente pregunta: ¿Cuán importante es para Puerto Rico garantizar que sus hijos e hijas accedan a educación post secundaria y se integren al sector empresarial, industrial, gubernamental, comunitario y político? ¿Cuánta falta nos hacen voces diversas, libres, bondadosas y amorosas?
Mi historia familiar es la historia de muchas otras familias y podrá ser la historia de muchas más si como país elegimos la UPR y lo que ella significa: libertad, equidad y democracia para todo el país y no sólo para una élite.
Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una bruja rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
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