Publicada en Voces, El Nuevo Día12 de junio de 2009http://www.elnuevodia.com/columna/579862/
¿Cuántas veces hemos visto una mudanza en un barrio pobre? Yo he visto varias, y con ellas toda una caravana de privaciones que se manifiestan en muebles destartalados, escasez de ropa y el deterioro de quienes cargan su pobreza en carros de compra o sobre sus propios pies.
La pobreza es más que carecer de un ingreso, es estar al margen de una vida plena y vivir múltiples privaciones que a la larga deshumanizan a quien la vive y a quien la tolera. Por eso, en Puerto Rico, no podemos tolerar la pobreza.
La pobreza que se muda a diario de alguna casita pobre, o la que se mueve en la mochila de una persona sin hogar no es la única pobreza que se vive en esta Isla. La inequidad la multiplica y la muda a otros espacios que hasta ahora creíamos a salvo de ella.
Mientras el planeta trata de erradicar la inequidad y la pobreza fomentando la participación democrática, en Puerto Rico sólo se consulta y escucha a quienes tienen poder económico o son lo suficientemente sumisos como para callar ante las injusticias que se cometen mientras. Se excluye al liderazgo comunitario y civil de la toma de decisiones.
Mientras en las Naciones Unidas se reconocen los derechos económicos, sociales y culturales como derechos humanos y pilares en la lucha contra la pobreza, nuestro gobierno insiste en privar de acceso a servicios de vivienda, salud, educación y trabajo a miles de puertorriqueñas y puertorriqueños.
Mientras a nivel internacional el tema de equidad se convierte en una meta concreta y central en las agendas contra la pobreza, nuestro gobierno sigue excluyendo, discriminando y privando a los pobres, las mujeres, la comunidad LGBT, los/as trabajadoras/es y nuestras comunidades del reconocimiento de su humanidad plena, digna e íntegra.
Un gobierno que muda la pobreza y la esconde bajo la alfombra, que acrecienta la inequidad y avala el discrimen, que se rige desde preceptos religiosos y con ello excluye a quienes no piensan igual no es legítimo, no es nuestro gobierno, no nos representa y carece de poder sobre el pueblo.
Un gobierno como ese está llamado a desaparecer, y es deber de nosotras y nosotros, el pueblo, lograr el espacio de participación democrática que nos garantice el gobierno que necesitamos para que haya paz y justicia social para cada ser humano de esta Isla.
Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una bruja rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
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Cuanta razón tienes!!!! que poca equidad hay en este mundo. Y paridad para qué hablar....
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