Las campañas de los partidos políticos venden miedo mientras nos roban la esperanza. Ese miedo se extiende a la noción de que asumir posturas públicas en cuanto a la idoneidad de los candidatos o los partidos traerá represalias económicas y sociales en contra de quien se exprese. Nosotras, mujeres que trabajamos para otras mujeres no nos podemos dar el lujo de titubear y de temer. ¿Miedo nosotras? Para nada. Si a algo fuéramos a temer sería a nuestra propia inacción, a quedarnos sin voz ante lo que nos afecta y a permitirnos desperdiciar nuestros votos con quienes no nos representan y no se los merecen.
Por eso no tengo problemas con decir que hay partidos que no merecen que le demos el voto. Uno de ellos es el PNP, el cual intencionalmente dejó a la Oficina de la Procuradora de las Mujeres sin una procuradora en propiedad y cuyo liderazgo no respeta la separación entre iglesia y estado, expresándose además, en contra de la equidad por género. Su programa incluye algunas propuestas para las mujeres, pero las mismas quedan invalidadas con sus acciones recientes y sus intentos de minar la seguridad y bienestar de las mujeres mediante legislación como la de custodia compartida, pensiones alimentarias y la Resolución 99. En el caso del PPR el tema de las mujeres y sus necesidades no aparece en su plataforma aunque públicamente han apoyado a la OPM e incluyeron en la plataforma un compromiso con la equidad.
Dos partidos que incluyen un compromiso con las mujeres como grupo son el PPD y el PIP. Ambos apoyan la OPM y ambos proponen elaborar estrategias concretas para el desarrollo, la equidad y la paz de las mujeres.
Como mujer, espero que otras mujeres hagan su análisis y que el 4 de noviembre voten por sus derechos. Piensen por un segundo en los derechos que ya tenemos y pregúntense cómo se obtuvieron. Luego piensen en lo que nos falta por alcanzar y en cómo viven muchas de nuestras hermanas en pobreza, violencia y exclusión. Teniendo tanto por alcanzar aún, ¿votaremos por quienes nos ignoran o nos perjudican? ¡No! ¡Mujeres, a votar por nuestros derechos!
Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una bruja rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
4.11.08
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