Árbol de mensajes, abril 2012, Estambul Turquía |
Vivimos en un sistema que nos educa para ser machistas. A hombres y a mujeres. También para ser otras tantas cosas que minan nuestra capacidad de amar al prójimo y sentir empatía. Los prejuicios nos impiden ver la humanidad ajena y si no la vemos, no podemos tener una sociedad justa y equitativa.
Si queremos erradicar la violencia hacia las mujeres tenemos que aprender a verlas. Esa tarea es compleja. Nuestras historias de vida nos dan un marco de referencia limitado. Nuestros pensamientos domesticados nos hacen rechazar las personas diferentes. Nuestros miedos nos hacen criticar conductas que sentimos amenazantes. Y así, se nos pasa pensar en las mujeres que viven en soledad, enfermas. No las vemos, no existen. Nos imaginamos que las que viven en pobreza están dándose la buena vida a costa del PAN o de otras ayudas del gobierno. No hemos vivido esa pobreza, no existe. No hemos sido víctimas de un evento de violencia en nuestras relaciones de pareja, le decimos mentirosas a las que denuncian la que sufren. No nos ha agredido sexualmente un ser querido, dudamos de la palabra de las niñas o jóvenes que se atreven a hablar. No nos han negado tratamiento médico, decimos que con la "tarjetita" todas las demás mujeres tienen servicios... La lista sería larga. Aún la de las violencias que sufrimos en carne propia y no reconocemos.
Así que hoy, mi invitación es a ver a las otras mujeres. Niñas, jóvenes, adultas y viejas. De cualquier clase social, pero en especial las que son invisibles a la mirada común porque no cae en los perfiles que los medios y la publicidad necesitan para sus agendas de lucro.
Veamos. Ese es el primer paso para entender, para amar y para comprometerse con la equidad.
Gracias. La visibilidad comienza así, viendo.
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