Otro 8 de marzo. No puedo evitar pensar en una espiral. La espiral en la que pienso está llena de preciosas cuentas multicolores que representan la historia de las mujeres y esos momentos históricos en los que hemos logrado añadir una vuelta ascendente en nuestro camino hacia la equidad plena.
Como en toda espiral, a veces podemos sentir que estamos dando vueltas en el mismo lugar. Inclusive, puede haber momentos en los que sintamos el vértigo de un descenso hacia el abismo de la desigualdad. Cuando eso pasa, es momento de mirar el entorno, de revisar las agendas y reafirmarnos en una aspiración genuina, honesta y amorosa de equidad.
Este 8 de marzo, en la segunda década del Siglo XXI, es precisamente uno de esos momentos en los que las mujeres estamos obligadas a reafirmarnos en nuestras luchas. No por capricho, no por querer dominar, no por intransigencia. Estamos obligadas porque el vértigo de un posible descenso nos marea y ya no queremos seguir siendo las más pobres, las asesinadas, las violadas, las hostigadas y las excluidas de nuestra sociedad. Queremos defender los derechos que ya rescatamos y exigir que se reconozcan los que nos faltan. Queremos ser felices. Felices y plenas sin tener que explicar a cada paso por qué nos lo merecemos. A fin de cuentas, no se trata de merecimiento sino del reconocimiento de que nuestra condición humana nos garantiza el derecho a la vida, al desarrollo y a la paz.
La fuerza que intenta obligarnos a retroceder y detenernos tiene nombre y apellido. Se llama avaricia, se apellida teocracia de facto y se apoda gobierno ilegítimo. Se podría llamar también indiferencia si no hacemos nada para contrarrestarla.
Para detener esta amenaza de descenso y adelantar la equidad tenemos que reunir todo nuestro valor y energía. Señalar el día e iniciar con él otro punto de ascenso en la espiral hacia la plenitud de nuestros derechos. Abrazarnos a los logros alcanzados y protegerlos. Marchar, junto a cientos de mujeres valientes y comprometidas. Este martes 8 de marzo, a las 3PM marchemos por nosotras y por el país. La cita es frente al Departamento del Trabajo. La causa: la equidad.
Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una bruja rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
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