23.9.18

La última derrota


Lares.

Conmemorar los eventos que marcan nuestro camino hacia la libertad siempre es importante. Pero reflexiono. Hago memoria de mis propios eventos de vida y lo que soy hoy frente a la idea de una patria/matria libre.

Descubrir el Grito de Lares temprano en la infancia fue una revelación que he resignificado con el paso de los años.
Las memorias de Lares siempre venían con una sentencia de derrota. A esa edad temprana, ya con conciencia de ser independentista, era mirarme y pensarme parte del grupo que siempre perdía. No importaba la lista de héroes, heroínas y mártires. Lares, Jayuya y tantos otros esfuerzos (hasta las acostumbradas derrotas del PIP en cada elección) sólo parecían reafirmar que ser independentista era estar destinada a abrazar una fuerza moral estéril a pesar de la fuerza poética de sus eventos. ¡Cuánta gente alza el puño y canta el himno con la derrota grabada en su mente! ¡Cuánta gente cree que lucha por la libertad mientras es prisionera de sus programas mentales rígidos y estrechos! ¡Cuánta gente alimenta con sus actos el imperio de las ideas caducas que nos impusieron a hierro y rosarios por 500 años!

Luego vino el exilio emocional de la patria.  Fue darme cuenta desde muy joven que no ser blanca es ser de otro mundo. Un mundo donde debes demostrar que eres inteligente, que eres responsable y que tienes tu propio valor como persona aunque no haya una casona familiar y un árbol genealógico apropiadamente documentado para vincularte a una estirpe criolla de raíz blanqueada y tierras con agregados. El racismo nos destierra de la patria que pretendemos liberar.

Cuando me descubrí mujer-persona-sujeta de derechos, sentí que la patria de la que se habla en los discursos me era ajena. Supe que ser mujer y parte de las comunidades LGBTTIQ me convertía en una persona de segunda categoría aún para quienes hablaban de libertad. El machismo y la homofobia también nos destierran.

Y abracé otras luchas. Urgentes. Duras. Las de las mujeres, las comunidades LGBT y la gente que vive en pobreza. Y ellas y ellos son mi matria/patria porque estoy convencida de que sin equidad no hay libertad real. Sin equidad, exiliamos a nuestra gente más vulnerable y le quitamos el derecho a luchar desde sus sueños. Con estas luchas, llegaron las victorias a alimentar la esperanza en mi mundo de sueños y acciones. Las victorias de las mujeres que caminaron antes de mí. Las de personas LGBT que defendieron sus vidas y las de sus seres amados. Las de las comunidades que se organizan y nos demuestran que saben de libertad aunque la tejan de otras maneras... Y desde ahí, me he sabido parte de los grupos que cambian el mundo una victoria a la vez. Y desde ahí me reconcilio y remiro los eventos de nuestro camino a la libertad y los conmemoro.

Honro las luchas pero no las idealizo porque idealizarlas es cerrarle la puerta al cambio y a las victorias que nos merecemos y que podemos lograr.

Hoy son los 150 años de Lares y ya no estoy dispuesta a escuchar de derrotas. Son 150 años de Lares y nuestra matria/patria se merece que le regalemos, al fin, la libertad absoluta que se nutre desde la equidad.

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