28.5.09

Por la salud de las mujeres

Los derechos humanos son indivisibles. Y desde esa premisa, que afirma de manera contundente nuestra propia integridad y dignidad humana, se hace imperativo afirmar y reclamar nuestro derecho a servicios de salud sexual y reproductiva. Privarnos de esos servicios, equivale a fragmentarnos como seres humanas y hacernos vulnerables ante la violencia y la pobreza.

Hoy, 28 de mayo, es importante remirar el estado del derecho a la salud de las mujeres en Puerto Rico. Una primera mirada nos permite ver que en nuestro país el derecho a la salud no se ve como un derecho humano a pesar de que a nivel internacional el mismo ha sido reconocido en declaraciones y pactos internacionales.

Una segunda mirada, nos alerta de los peligros de un Estado cada vez más influenciado por principios religiosos. Desde esa mirada de alerta, estamos obligadas a exigir y defender el Estado laico donde las premisas religiosas no tienen cabida a la hora de tomar decisiones sobre nuestros cuerpos… cuerpos que trascienden nuestra individualidad y que se convierten en un cuerpo colectivo de mujeres diversas, con necesidades, creencias y aspiraciones diferentes pero con una meta común: alcanzar nuestro pleno desarrollo humano.

La humanidad de cada niña y mujer de esta Isla, nos obliga a dar una tercera mirada más profunda y más sensible. Porque desde la cotidianidad y la cercanía a otras mujeres podemos ver los detalles de las injusticias que construyen la inequidad de géneros.

Todavía en Puerto Rico las niñas que son víctimas de agresiones sexuales son revictimizadas cuando se les niegan los servicios que necesitan para recuperar su salud física y emocional y son acalladas por un sistema médico-legal que las ve como un problema y no como los seres humanos que son.

Todavía en Puerto Rico una joven o mujer que ha sufrido una agresión sexual se pregunta a sí misma si debe acudir a una sala de emergencias a solicitar servicios y, si lo hace, se repregunta más adelante si valió la pena someterse al escrutinio insensible de quienes la atendieron en un momento de extrema vulnerabilidad y dolor.

Todavía en Puerto Rico una mujer que sufre una agresión por su pareja puede pasearse por las salas de emergencia sin que un profesional de la salud se percate de ello y se tome el tiempo para documentar el caso, orientarla y referirla a servicios adicionales que garanticen su seguridad y salud emocional.

Todavía en Puerto Rico una mujer con problemas de salud mental puede terminar en las calles porque no existen servicios que le garanticen un trato digno, un plan de servicios integrados y su estabilización para que recupere su salud.

Todavía en Puerto Rico una mujer con problemas de adicción a drogas puede ser violada y agredida en las calles, puede deteriorarse y morir poco a poco en alguna esquina, sin que el sistema de salud la reconozca y la apoye para que reencuentre su balance y viva una vida digna.

Todavía en Puerto Rico miles de mujeres son obligadas a parir porque se les niega el acceso a píldoras anticonceptivas, algún médico se negó a esterilizarlas o no se les orientó sobre su derecho a practicarse un aborto.

Todavía en Puerto Rico las mujeres son privadas de un proceso de parto humano y sensible en el cual su salud y la del/la bebé sean el eje de los procedimientos que sigan.

Todavía en Puerto Rico las mujeres que no son heterosexuales temen informárselo a su médico y se privan de un servicio adecuado.

Todavía en Puerto Rico, miles de mujeres carecen de servicios de salud adecuados porque viven en extrema pobreza y no poseen una cubierta médica que les garantice el acceso a profesionales de la salud que las escuchen, las orienten y las atiendan con integridad y respetando su dignidad.

Todavía en Puerto Rico, las agencias de gobierno promueven una visión estereotipada de las mujeres que limita sus posibilidades de desarrollo económico y las excluye de los grupos sociales con acceso real a los servicios de salud.

Todavía en Puerto Rico la salud está en manos de unas pocas personas y la pobreza y la desigualdad arropa al resto.

Afortunadamente, hoy en Puerto Rico, existen mujeres y hombres que reconocen esta realidad y trabajan para cambiarla desde diversos espacios. Hoy 28 de mayo de 2009, es importante reafirmarnos en la lucha por la equidad de géneros y fortalecer nuestros trabajos en el área de salud.

8.5.09

Una familia a prueba de estereotipos


http://www.elnuevodia.com/unafamiliaapruebadeestereotipos-566153.html
Por Cynthia López Cabán / End.cynthia.lopez@elnuevodia.com

Amárilis y Magdaline comparten una vida normal como pareja, junto a sus hijos

Caguas - El apartamento H-302 despide olores dulzones. En la cocina, Magdaline Rodríguez González sofríe cebolla como parte del condimento que prepara para el bacalao. Amárilis Pagán Jiménez pela las verduras.

El pequeño Sebastián López Pagán, de nueve años, come Nutella -una crema de avellana y chocolate-, mientras que su hermano Jaime López Pagán, de 12 años, estudia para un examen de matemática. Isadora López Pagán, de 15 años, salió un momento a conversar con sus amigas.
Magdaline y Amárilis aprovechan también para coordinar algunos eventos pendientes.

“El jueves Sebastián sale temprano de la escuela. Creo que es más fácil que yo lo recoja y me lo
Siguen repasando notas y dividiendo tareas como cualquier pareja. Conversan y se mueven con tanta tranquilidad que pasa inadvertido que se trata de una familia compuesta por dos mujeres.
Esta pareja, que formó una familia hace tres años, explica que asume su relación con naturalidad, sin rodeos. Salen tomadas de las manos. Se presentan como las “madres” de los muchachos cuando acuden a la escuela.

partidarias de la justicia

Amárilis estuvo casada. Los tres hijos que cría con la ayuda de Magdaline son producto de esa relación. El padre de los chicos y la chica también participa en su crianza. Comparten los fines de semana.

“Te sorprendería la forma como la gente acepta (nuestra relación), a veces con más naturalidad de la que uno espera”, indica Amárilis, quien dirige el Proyecto Matria, organización que ofrece ayuda a mujeres sobrevivientes de violencia doméstica.

En ese ejercicio de vivir juntas, Amárilis y Magdaline aspiran a escribir otro libreto, otra posibilidad de ser y a cambiar los prejuicios que muchas personas tienen en torno a las lesbianas y los gays. Todavía hay sectores de la sociedad puertorriqueña que se expresan con rencor o describen a las parejas del mismo sexo como “torcidas”.

“Me di cuenta que el miedo precisamente lo que hace es acrecentar esa hostilidad y cuando tú demuestras temor el que es hostil se alimenta”, apunta Amárilis.

Esta conciencia dirige la vida pública y privada de estas mujeres. Ambas son partidarias de la justicia y la equidad. Magdaline es coordinadora educativa del programa de prevención de violencia hacia las mujeres en la Universidad de Puerto Rico en Humacao.

Ese proyecto de justicia y respeto se observa en su casa y en las actividades cotidianas. La pareja distribuye las tareas del hogar de forma equitativa. Nada de divisiones viejas que siguen estereotipos sexistas.

Empresa familiar

Magdaline, por ejemplo, participa en los juegos de soccer familiar que se celebran en la escuela porque a Amárilis no le gusta este deporte.

En el caso de los chicos y la chica, se promueve la responsabilidad individual, señala Magdaline. Cada uno lava su plato después de la comida. También recogen su cuarto y ayudan con la limpieza de las áreas comunes de la casa, que exhibe cuadros pintados por Amárilis.

Como cualquier padre y madre, Magdaline y Amárilis aspiran a transmitir a sus hijos e hija valores de respeto, honestidad y verticalidad, principios que ambas practican.

“Los estamos preparando para la libertad, para que cuando les toque el momento de decidir en sus vidas sobre carreras, ideas políticas, orientación sexual, lo puedan hacer desde un sentido de libertad y con una mente crítica”, concluye Amárilis.

7.5.09

Maternidades para la libertad

Para mi familia...

Imaginen una pareja de mujeres que se ama profundamente y que ha asumido la tarea conjunta de criar dos niños y una niña. Ese es el tipo de familia que en este país han llamado “torcidas” y el tipo de orientación sexual por la cual se colgó el nombramiento de la Procuradora de las Mujeres designada, Johanne Vélez. Sin embargo, ese es el tipo de familia que, como la mía, celebrará el próximo día de las madres sabiendo que en su hogar no hay una madre, sino dos. Más que los regalos, lo que hará especial el día serán los detalles que expresan ese amor y que permiten a nuestros hijos e hija saber que la orientación sexual no es lo que hace buenas o malas madres y personas.

Desde nuestra realidad, es imposible mirar el día de las madres con ingenuidad. Es innegable que la fecha es un ícono del consumerismo y de los estereotipos de género y por eso, para adelantar nuestra equidad, las parejas gays debemos subvertir esa visión, apoderarnos de la misma y dejar saber al país que la orientación sexual no nos incapacita para amar y criar nuestros hijos/as.

En nuestro caso, cada integrante de nuestra familia, desde la más vieja hasta el más pequeño sabe lo difícil que es retar estereotipos en un medio social intolerante. Por eso, el amor, el respeto y una mirada crítica al entorno son indispensables para vivir con dignidad en un país que como el nuestro, alimenta la desigualdad y el odio desde los púlpitos de las iglesias y las políticas discriminatorias del gobierno.

En nuestra familia no hay miedo y vivimos según nuestros principios. A la larga, estas lecciones de dignidad, respeto a la vida y a la diversidad serán algunos de los legados más importantes que dejaremos a nuestros hijos e hija. Ellos y ella ya saben que tienen derecho a la equidad y a aspirar a la felicidad. También saben que todos los seres humanos tienen esos mismos derechos. Este próximo día de las madres, celebremos las maternidades que trabajan para la libertad y abracemos el amor por la equidad.

5.5.09

Mujeres pa' la calle

Publicada en Voces, El Nuevo Día
5 de mayo de 2009

En estos momentos nuestro país tendrá que ver dos tipos de mujeres en las calles: a las empleadas públicas en riesgo de despido y al resto de mujeres que sabemos que esos despidos son sólo una de las muchas acciones gubernamentales que se están configurando en contra de las mujeres y del resto de la clase trabajadora. La calle adquiere un doble significado como lugar de protestas, de acciones solidarias y de movilización para un país que se resiste a sumergirse en el mar de desesperanza y pobreza en el cual nos quieren hundir quienes nos gobiernan.

Aproximadamente un 60% de las/os empleadas/os públicos de la Isla son mujeres. Si trasladamos esta proporción al número de despidos proyectados por el gobierno, estaremos viendo al menos 18,000 mujeres en la calle. Ellas se sumarán a las casi 60,000 mujeres que ya estaban desempleadas en el 2008 según las estadísticas del Departamento del Trabajo. Este es un asunto importante pero no puede mirarse desconectado de otros.

El empeño de los políticos de fragmentar la discusión de asuntos que afectan a las mujeres es la manera más eficaz de invisibilizar el impacto que sufriremos como grupo durante los próximos cuatro años. Acabamos de ser testigos de una agresión política por la manera en la cual se descartó a la Procuradora de las Mujeres designada sin miramientos ni análisis, porque, según el presidente del senado, ésta retó (¿a quién?) con sus expresiones sobre el aborto. ¿Estamos en la época en la cual se queman brujas? ¿Creen las y los senadores nuevoprogresistas que esto no les costará? Pues sí les costará. Somos muchas las que estamos retando el sistema y no habrá hogueras suficientes para acomodarnos a todas aunque los políticos y los fundamentalistas así lo quieran.

Las mujeres ya no pueden permitirse el lujo de permanecer en sus casas como testigos mudas de lo que está pasando. Sin equidad, todos y todas estamos en riesgo. Ya es hora de que cada mujer y hombre se posicione y asuma la calle como espacio para reclamar justicia, paz y equidad social y económica.

Las últimas de la fila

 No recuerdo que alguien me haya dicho de niña que debía ser la última en comer. Pero lo aprendí. De adulta, al cocinar o comprar comida par...