24.4.09

El paraíso del miedo


Publicada en Voces, El Nuevo Día

24 de abril de 2009


El miedo en sí mismo no es negativo. Es un sentimiento que nos previene del peligro y que nos permite reaccionar ante él. Pero, ¿qué pasa cuando el miedo no se supera y se alimenta y se utiliza como arma de dominación política? Cuando eso ocurre, estamos en medio de un régimen antidemocrático que nos manipula para que entreguemos sin luchar nuestros derechos civiles y humanos. Nos crean la falsa impresión de que si nos portamos según sus expectativas, todo estará bien.


Los sectores económicos y religiosos de extrema derecha, muy estratégicamente insertados en las tres ramas de nuestro gobierno, han sido unos genios en el arte de sembrar miedo. Han tenido las herramientas necesarias: acceso a políticos frágiles o con hambre de poder, recursos económicos y una situación fiscal inestable que aumenta la desigualdad y por lo tanto la falta de acceso de otros grupos al poder político. ¡Tenemos el paraíso del miedo! Un paraíso en el cual la gente teme decir lo que piensa porque sabe que le lloverá odio. Un paraíso en el cual las personas ingenuas quieren creer que jugando el juego del silencio ante lo que está mal, lograrán contratos y fondos para sus organizaciones o adelantar causas que ya son catalogadas de “controversiales”. Un paraíso que se viste de oraciones cristianas impuestas en actividades gubernamentales y en el cual quien se niega a inclinar la cabeza se arriesga al ostracismo.

Sí, este es un paraíso para quienes siempre han estado económica y políticamente acomodados y un infierno para las clases trabajadoras y más empobrecidas. Porque entretenidas con tanto miedo, se nos pasa advertir que es menos peligroso perder un contrato que perder derechos fundamentales. No dejemos solos a quienes reclaman justicia: los empleados de gobierno en riesgo de despido, las mujeres que exigen la confirmación de su Procuradora, las comunidades que defienden su salud e integridad, la comunidad LGBTT discriminada... No nos desentendamos de nuestro deber de solidaridad.


Esta no es hora de temer a quienes se creen poderosos y abusan del momento histórico que vivimos. Vivimos la hora de mirar los miedos de frente, abrazarlos y actuar para la equidad.



2.4.09

La audacia de ser una voz independiente (¡Bruja!)




Acabo de tropezarme con un blog de esos que te hacen preguntarte por dónde andamos las puertorriqueñas... Se trata de Cicatrices Transgénicas (http://cicatricestransgenicas.blogspot.com/), un blog de dos compañeras españolas que tiene ahora mismo en portada dos temas que las feministas de Puerto Rico no podemos evadir : la crisis del capitalismo y el derecho humano al aborto.

Más allá de ser políticamente correctas, debemos reconocer que el momento que vivimos en nuestra Isla es uno que obliga a asumir posturas independientemente de a quiénes le gusten. A fin de cuentas, ser políticamente correctas no nos va a ganar indulgencias ya que las mentes tras el gobierno de turno no flexibilizarán sus posturas ni dejarán de hacer lo que tienen en agenda por el mero hecho de que intentemos negociar. Como están las cosas, no tienen que negociar. Tienen una súper mayoría en la Legislatura, tienen la Rama Ejecutiva y hasta el Tribunal Supremo. También tienen un pueblo súper callado, asustado y confundido... ¿Qué voces se están escuchando? Salvo algunas excepciones de líderes/as que aprecio y respeto, ninguna que a mí me convenza. Y esto no tiene que ver con buenas o malas personas. Tiene que ver con enfoque y con la capacidad de trascender ideas y paradigmas que ya no funcionan.

Polarizar las controversias en una sociedad en transición no es la respuesta. Sin embargo, la experiencia me dice que donde hay mucha diplomacia es porque hay mucho conflicto y mucha debilidad para manejarlo. Lo sano es mirar el conflicto, reconocer sus causas y meterle mano para resolverlo... con aplomo y con verticalidad, poniendo sobre la mesa los intereses y valores que nos interesa salvaguardar y adelantar y sabiendo desechar lo que nos atemoriza.
Así que, compañeras y compañeros a brujear, digo, a actuar.

Las últimas de la fila

 No recuerdo que alguien me haya dicho de niña que debía ser la última en comer. Pero lo aprendí. De adulta, al cocinar o comprar comida par...