24.7.07

Dimensiones paralelas

Voces, El Nuevo Día
17 de julio de 2007

Acabo de dar la vuelta a la Isla. Por puro placer y para ver de primera mano qué tal nos va. Es así como vi pueblos con plazas llenas de árboles y fuentes y otros con apenas un pedazo de cemento intransitado y polvoriento. Debo decir, sin embargo, que el tener que hacer innumerables transiciones entre dimensiones paralelas y totalmente distintas entre sí fue un poco agotador. Sí, porque Puerto Rico ya no es sólo un país multipisos. Es también un país multidimesional en el cual viven lado a lado la pobreza con la riqueza, los buenos hospitales con la falta de un dispensario decente en el cual la gente pueda atenderse, los grandes y buenos colegios con las deterioradas escuelas públicas, los espacios de recreación hermosos con los espacios descuidados y llenos de escombros, la belleza con la fealdad, la enajenación con la chocante realidad que vive más de la mitad del país.

Teniendo tantas dimensiones palpables, la pregunta es: ¿Por qué el gobierno y otros sectores privados que dominan la economía insisten en buscar soluciones unidimensionales para todo? ¿Por qué tantos puertorriqueños creen en esas soluciones?

Las múltiples dimensiones paralelas del país no son fáciles de ignorar cuando se tienen ganas de vivir en una nación de justicia y equidad. Y ya las comunidades lo saben. Llevan años trabajando afanosamente para trascender las líneas que les separan de las otras dimensiones y exigir respuestas para sus propias necesidades. Trabajan para crear puentes para un desarrollo económico comunitario y autosustentable. Un desarrollo que sí es multidimesional, humano y ambientalmente amigable. El que puede cambiar el futuro del país entero y no sólo el de unos pocos. Contrario a lo que se dice para desanimar estas iniciativas, en Puerto Rico la gente sí quiere trabajar.

Creo que más gente debe darse una vuelta por la Isla. Mirarla desde otros ojos y no desde los ojos de un mercadeo de ilusiones que no representa lo que somos. Hay que mirar más allá de los centros comerciales y las autopistas. Ahí está la dimensión nacional, paralela y viva, que nos puede salvar como colectivo de voluntades que buscan un mejor país.

1.7.07

Rapacidad

Publicado en Voces de El Nuevo Día
29 de junio de 2007

Es imposible ver lo que nuestro gobierno hace con el ambiente y la economía del país y no airarse con su rapacidad desmedida, equiparable únicamente con la de las grandes compañías constructoras que siguen tratando de vendernos la historia de que destrozan y usurpan nuestras tierras por el bienestar del pueblo.

Dentro de los discursos asumidos por políticos y desarrolladores se construyó la idea prejuiciada de que ser ambientalista equivale a querer cerrar las puertas al desarrollo. Pero, ¿de qué desarrollo estamos hablando? Hay que ver cómo décadas de construcción/destrucción cimentaron el desarrollo actual de este bendito país.

El Corredor Ecológico del Noreste, y la manera en la cual el Senado lo traicionó, es sólo un ejemplo de cómo se sigue menospreciando la importancia de proteger el patrimonio común para las generaciones que están en plena infancia. En 25 años nuestras hijas e hijos (a quienes intentamos criar para que lleguen a ser adultos felices), sufrirán los estragos ecológicos, sociales y económicos que hoy se anuncian. Esto gracias a la rapacidad egoísta de nuestros líderes y de quienes piensan que amasando dinero podrán escapar junto a sus propios hijos del caos, el hambre y la destrucción de un planeta que ya no nos aguanta.

La noticia para los políticos e inversionistas rapaces es que no habrá escapatoria si no actuamos ya. El mañana, bueno o malo, será del país como conjunto. No importa que las marcadas diferencias socioeconómicas de hoy creen en ciertas personas la falsa impresión de que están libres de los estragos de la pobreza y la violencia. En realidad somos un conjunto de bienes y males con un futuro común.

¿Qué hará el resto del país para proteger los recursos que necesitarán nuestras niñas y niños? Abran los ojos y asuman responsabilidad individual y colectiva ante las amenazas ambientales que van desde nuestro propio consumerismo hasta la acumulación desmedida de riquezas en manos de unos pocos que hacen creer a “unos muchos” que las cosas deben ser así y no hay alternativas. Ya es hora de que las falsas premisas de la desigualdad sean eliminadas de nuestra realidad.

Las últimas de la fila

 No recuerdo que alguien me haya dicho de niña que debía ser la última en comer. Pero lo aprendí. De adulta, al cocinar o comprar comida par...