Miro a algunas personas de mi entorno y pienso en ranas y jueyes. Triste pero cierto.
¿Recuerdan las ranas y el famoso experimento de la olla a la cual se le sube la temperatura poco a poco? Las ranas se quedan en la olla hasta cocinarse porque se adaptan al aumento de temperatura y no se dan cuenta de que están muriendo hasta que es demasiado tarde.
Algo así pasa en Puerto Rico con los cambios que el gobierno ha hecho en la Isla en los pasados años. Unas cuantas leyes aquí, unas cuantas órdenes ejecutivas allá, un reglamento hoy, una nueva contribución mañana, un aumento la semana que viene… Y los ciudadanos-rana nadando en la olla de la indiferencia ajenos al aumento en la temperatura y cocinándose poco a poco junto al futuro de sus hijos e hijas. “¡Que protesten otros!” dicen algunas ranas. Y lo dicen genuinamente porque no sienten cómo el calor letal que emana de la violación de derechos civiles y humanos les consume sus propias posibilidades de bienestar y futuro. Se sienten cómodas muchas de esas ranas que creen estar seguras nadando en su piscina de indiferencia.
Luego, vienen los jueyes… esos que halan y cancelan la posibilidad de libertad y vida del compañero o compañera juey que estaba saliendo de la jaula en la cual están confinados… Exactamente lo que ocurre cuando dejamos que espacios como el de la UPR sean saboteados desde el gobierno y rendidos al interés político de ciertos sectores sociales a los cuales no les interesa que la clase media y la de bajos ingresos salga de la jaula de la desigualdad.
Quien crea que el conflicto de la UPR se trata sólo de la universidad y los estudiantes, vive en otro planeta o padece de una gran torpeza moral y mental. El conflicto de la universidad pública de nuestra Isla es nada más y nada menos que el resumen del conflicto nacional que por más de dos años ha estado tocando a las puertas de nuestra conciencia colectiva y que ya no podemos seguir negando… a menos que estemos en el reino de las ranas y los jueyes y hayamos decidido cocinarnos a fuego lento hasta morir.
Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una bruja rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
30.12.10
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