Cuando nos negamos a soltar el pasado- tradiciones que nos oprimen, recuerdos que nos limitan, personas que nos amarran a cosas que nos hacen daño- permitimos que se violente nuestro espíritu.
¿Cuánto más necesitamos las mujeres para que nuestros espíritus sean libres?
Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una bruja rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
13.11.10
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