El Nuevo Día, Voces
11 de mayo de 2007
Para las participantes de Matria
Conozco muchas madres que han revolucionado la maternidad. Mujeres que se reconocen como seres humanos plenos y no como apéndices de otras existencias. Que saben que su poder para crear vidas, va más allá de ubicarse en un segundo plano renunciando a todo. Que reafirman su ser interno y que defienden sus espacios de desarrollo y de crecimiento. Que se saben con derecho a ser felices por sí mismas y desde ahí, trabajar para la felicidad de quienes les rodean.
Cuando se acerca el famoso y comercial día de las madres, el país se llena de propaganda que distorsiona el verdadero sentido de la maternidad. Reafirmando los estereotipos por género, nos venden la idea de que las madres sólo viven para hacer felices a sus hijos e hijas, que sus deseos no cuentan y que las mejores son las que sacrifican TODO por sus crías. Ese mismo discurso es el que se inserta en las mentes y espíritus de muchas mujeres para que renuncien a su propio desarrollo, a trabajar por sí mismas, a satisfacer sus deseos de superación. Las induce a pensar que las madres que trabajan o se superan son culpables de todos los males sociales. ¡Cuántas mentiras y prejuicios aún nos quedan por derribar!
¡Ya basta de regalar a las madres de este país lavadoras, estufas y ollas! Regalémosles respeto, oportunidades para crecer como seres humanas, el reconocimiento de su derecho a vivir plenamente y no como seres secundarios de nuestra sociedad. Créanme que sus hijos e hijas se beneficiarán de esa felicidad, del amor incondicional que se deriva del trabajo interno, de los espacios para el diálogo intergeneracional, de las oportunidades para su propio desarrollo que se derivarán de su progenitora.
Felicitemos a las mujeres que se atreven a revolucionar la maternidad. Esas que, sin dejar de ser responsables con sus hijos e hijas, han decidido ser responsables consigo mismas y comprometerse con un proceso de crecimiento personal y de desarrollo profesional. Felicitémoslas porque ellas están aportando a este país desde la esperanza y el amor. Están rompiendo con siglos de desigualdad. Su maternidad irá más allá de sus hijos. Serán madres de una nueva sociedad.
Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una bruja rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
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