Cuando oímos hablar de responsabilidad limitada parecería que el término se relaciona con alguna empresa de las que anuncian a su clientela que tienen una responsabilidad limitada ante ella. Sin embargo, gran parte de nuestro país vive la vida al amparo de los valores de una responsabilidad limitada. Limitada y egoísta.
La responsabilidad ciudadana limitada es aquélla en la cual cada cual se limita a hacer lo mínimo para ganarse su salario, lo mínimo para quedar bien ante su comunidad, lo mínimo para cumplir con su iglesia, lo mínimo para criar a sus hijos. Es vivir con una ceguera que impide ver la pobreza que nos rodea, la destrucción ambiental que cada vez se acrecienta más y los patrones de conducta violenta que ya son parte de nuestra cotidianidad. Esos valores de responsabilidad limitada pueden engañar a cualquier ingenuo haciéndole creer que es buen empleado, buen padre o madre y buen ciudadano para tranquilizarle la conciencia con tan sólo virar la cara y mirar a otro lugar en vez de enfrentar las situaciones que ameritarían su acción.
La responsabilidad social es lo contrario. Puede parecernos que la responsabilidad social también suena a empresa. Pero no. Debería sonarnos a personas y a comunidades. Es una responsabilidad amplia y solidaria que compromete a quien la asume con el bienestar común y con la acción diaria y firme desde unos valores universales de paz, de equidad y de justicia. Es la que debemos utilizar para reenfocar nuestras acciones y ampliar nuestras expectativas a la hora de autoevaluarnos. Desde una visión solidaria, es seguro que hacer lo mínimo dejará de satisfacernos.
En vez de comentar y criticar lo que pasa en el país, debemos preguntarnos, qué hacemos para remediar la situación. Existen acciones sencillas pero elocuentes que pueden hacer la diferencia en el momento que vive nuestro país. Sólo es necesario que cada cual amplíe su concepto de responsabilidad. No podemos seguir esperando que otro haga. ¿Qué hará usted la próxima vez que vea un incidente de violencia doméstica o una tala de árboles? Piense desde ahora para que pueda actuar responsablemente.
Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una bruja rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
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